Hizo suya la tradición militar de su familia. Voló sobre el
cielo de Vietnam como piloto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Fue testigo
de cómo la guerra desollaba a sus víctimas sin ningún tipo de piedad.
También vio cómo sus compañeros de guerra caían en combate o
eran anunciados por la radio como una estadística mortal que cumplió “con el
deber de servir a la patria”.
Decepcionado de la guerra y de la intervención político-militar
de su país en la soberanía de otras naciones, Charles Clementes decidió
estudiar medicina hasta culminar su carrera como médico. Se hizo pacifista y
abrazó el dogma de la “no violencia” hasta llegar a convertirse en un
“cuáquero” —especie de religioso que lleva como insignia la defensa de la
justicia, la paz, la igualdad y el respeto a los derechos humanos— a través de
su propio testimonio. Es decir: de lo visto y vivido en carne propia hizo una
filosofía de vida.
El norteamericano se interesó por El Salvador y en el año 1982
fue designado —luego de un intenso proceso de evaluación por miembros del FMLN—
al municipio de Guazapa. Ahí el ejército salvadoreño hacía llover bombas, balas
y fósforo blanco sobre la población civil que era acusada de ser cómplice de la
insurgencia.
“Camilo” fue el seudónimo
que utilizó Charles Clements durante su incorporación al frente de guerra como médico.
Convivió un año con la población civil y los guerrilleros. Luego decidió irse a
su país para dar testimonio de cómo los pobladores de El Salvador eran
torturados, desaparecidos y asesinados bajo el apoyo económico, la asesoría
militar y la complacencia del gobierno estadounidense.
Sus declaraciones ante el Congreso estadounidense, sus escritos
testimoniales, sus giras por los estados de su país y su apoyo a la difusión de
documentales sobre Guazapa y la realidad salvadoreña ayudaron a poner la mirada
internacional sobre El Salvador, donde el margen político estaba enfáticamente
delimitado. Atravesar esa frontera significaba llegar a la muerte. O a la desaparición
absoluta.
¿Cómo recuerda usted los
años en los que acompañó la lucha armada en El Salvador y su compromiso con la
gente más necesitada de Guazapa?
Era
una época muy difícil. [Recuerdo] que hubo unas reuniones con otros médicos y
brigadistas, pacientes y compañeros del FMLN. Tengo muchos recuerdos [de
personas] que no están con nosotros ahorita, que no pueden vivir este momento
tan especial [se refiere al triunfo de la izquierda en el poder], pero recuerdo
de ellos el valor, la fe, la determinación de los campesinos y campesinas.
Ojalá ellos estén viviendo todavía.
¿Ha podido reunirse
con las personas que menciona en su libro “Guazapa” en esta visita que ha hecho
en el país?
Sí,
con un médico que se llama Elario y con la brigadista Camila y también con la
mujer que salvó mi vida cuando tenía paludismo: Mamá Lina. Tuve un encuentro
muy emotivo con ella. El hijo de ella es el acalde de Suchitoto y se llama
Walter [Antonio Juan Javier Martínez]. [Recuerda en
voz alta] El “Rojo Dimas” [Dimas Rodríguez: comandante del FMLN quien murió en
combate en 1989]. Su esposa murió en mi mesa de operaciones. Estuvo sangrando
por muchas horas en estado de embarazo…
¿Cómo
fue que Mamá Lina le salvó la vida?
Me dio paludismo. Tuve fiebres. Me bañaba constantemente con
agua fría. Me dio muchos líquidos, aspirina. Eso me ayudó a tener un balance
interno.
¿Hubo
algún momento en la guerra en la que usted sintió que iba a perder la vida, ya
sea en un bombardeo, combate o guinda?
En la primera guinda de Copapayo pensaba que íbamos a morir en
esa noche porque había una línea de soldados alrededor de Suchitoto. Estábamos
atrapados, pero por un milagro cruzamos la línea con muchos civiles, con madres
y sus hijos… Una madre tapó la boca de su hija porque lloraba mucho… eso fue
muy triste, muy triste…Ella salvó la vida de todos nosotros… [Silencio]
¿La
madre sacrificó a su hijo para que no murieran todos?
Sí, sí… No fue su intención. Fue por accidente… Teníamos mucho
miedo. Los soldados estaban muy cerquita de nosotros… Después el ejército mató
a más 300 personas en Copapayo en otra guinda. Fue en noviembre de 1983.
Murieron niños, mujeres, ancianos…
¿Ese
episodio es el mismo que está en su libro?
Sí, está en el libro.
¿Cómo
empezó su decisión de ayudar a El Salvador mientras seguía en su país?
Mi familia fue militar. Mi papá fue coronel en la Fuerza Área,
mi hermano se incorporó a la armada estadounidense. Yo fui piloto en Vietnam. Después
de unos meses ahí comprendí que la guerra es inmoral, ilegal. [La guerra de
Vietnam] era un asunto de los vietnamitas. No era de Rusia y los Estados
Unidos. Luego yo asistí a la Escuela de Medicina en California. Ahí encontré
muchos recursos [información] sobre los Escuadrones de la Muerte. Encontré que
mi país estaba enviando asesores ahí con helicópteros… Me pareció que otro
Vietnam estaba empezando en El Salvador. Entonces yo quise hacer algo para
prevenirlo…
¿Contactó
al FMLN en Estados Unidos y luego vino a los frentes de guerra?
Me dirigieron a la ciudad de México… Estuve ahí por unas semanas
para aprender español y arreglar asuntos con el FMLN. Yo tengo tres condiciones
[para venir a El Salvador e incorporarse a la guerra]: No voy a usar un arma,
trabajaré con los civiles y con el
derecho de asistir a cualquier persona. No importa si es soldado o es
guerrillero el que necesite atención médica.
¿Por
qué eligió Guazapa como lugar para brindar ayuda?
Fue decisión de ellos [FMLN]. Yo no conocía ningún lugar dentro
de El Salvador.
¿Cuáles
fueron las dificultades que usted tuvo para ejercer su profesión de médico en
momentos tan difíciles?
Guazapa era una tierra de fuego libre. Cada día los aviones
pasaban para Chalatenango o para Morazán y cuando los aviones pasaban por ese
lugar, pues regresaban con bombas y municiones. Guazapa era el lugar para
descargarlos. Casi todos los días había ataques de los aviones… Había pocas
camillas para los niños. No teníamos medicinas y había pocos médicos. Un tiempo
muy difícil…
En esa
penumbra y en esa oscuridad durante la guerra, ¿qué recuerdo tiene que le
parezca hermoso, generoso con usted?
Cuando yo entré a Guazapa —ahora me parece algo muy bonito— y
después de meses de muchas enfermedades cuando quedé muy pechito [delgado] como
dicen los campesinos, [en ese momento] todos teníamos mucha hambre y ellos me
miraban [los campesinos] y me daban comida. Me daban huevos, tortillas para
ayudarme y me decían: “Esta es su comida…” La generosidad de los campesinos —que
no tienen mucho— es un acto y un recuerdo que yo nunca voy a olvidar.
Usted
se va de El Salvador a finales de 1983 y pasa a otro escenario. ¿Cómo se
percibía la guerra desde fuera?
Me fui de El Salvador para conseguir dinero y medicinas, pero
después de unos meses en los Estados Unidos tomé una decisión muy difícil para
mí y era quedarme ahí [Estados Unidos] para hablar de la ayuda tremenda de los
Estados Unidos a los militares de El Salvador. Por eso di mi testimonio en el
Congreso estadounidense y arreglé muchas delegaciones para los congresistas
para que pudieran ver con sus propios ojos lo que estaba pasando aquí. Di mi testimonio
y discurso en casi cincuenta estados sobre lo que pasaba aquí y trabajé mucho
para que terminara la guerra en este país. Después de 10 años me sentí muy
feliz cuando fui un huésped especial en Chapultepec (México) para ver los
acuerdos de paz. Fue el día más feliz cuando los comandantes y generales
firmaban el acuerdo.
¿Cómo
percibe ahora a este FMLN en el poder con el que usted conoció en Guazapa?
No soy un experto, pero dentro del Frente en tiempos difíciles siempre
fue un partido democrático. Ha creado espacio para las mujeres y los ancianos.
Es un partido que tiene interés en la justicia e igualdad. Mis experiencias en
la década de 1980 con el FMLN me dan la confianza en su capacidad de ser un
buen gobierno de esperanza.
¿Qué
opinión tiene usted cuando Mauricio Funes —que en todos sus discursos— ha
mencionado a monseñor Romero como el guía que él pone frente a su gobierno para
beneficiar a los más necesitados, a los más pobres?
Escuché un poco el discurso de la victoria de Mauricio Funes
cuando dijo: “Mi gobierno tendrá una opción preferencial por los pobres como monseñor
Romero la tuvo”. En ese momento decidí que debía estar en la toma de posesión
porque monseñor es muy importante para mí también. Me tocó mucho cuando él [Mauricio
Funes] estuvo el lunes por la mañana [1 de junio de 2009] en la tumba de monseñor
en un día muy importante.
¿Cómo
percibe El Salvador hoy con los difíciles años de 1980?
Todavía es un país de pobres. Hay mucha pobreza, pero es un país
abierto. Ya no tiene mucho medio y tiene muchas posibilidades de cambiar su
situación de pobreza. El Salvador es hoy un país con muchas esperanzas. En la
década de 1980 era un país con mucho miedo, tristeza y dolor.
Háblenos sobre los
documentales de Guazapa y sobre su persona
Cuando
entré y estuve en Guazapa hubo unos periodistas que estaban haciendo películas
sobre el FMLN. Hubo unas entrevistas conmigo. Esta película hoy es parte de
muchos documentales. Uno se llama “Guazapa” y otra “En el nombre del pueblo”.
Le comenté a un cuáquero de los Estados Unidos e hizo un documental que se
llama “El testigo de la guerra”. En formato libro también se llama igual. En
español se llama “Guazapa”. Estas personas hicieron la película sobre mi viaje
como piloto a Vietnam y como médico en el frente de guerra de El Salvador. El
documental ganó un premio de la Academy Awards en 1985. No tenía ningún papel para hacer esta
película [sin embargo] era el sujeto de la película.
Al salir de El
Salvador usted va al Congreso y hace conferencias sobre la situación del país.
¿Qué repercusiones políticas tuvo usted?
Los
congresistas hablaron con las víctimas, con las madres de los desaparecidos, Tutela
Legal del Arzobispado de San Salvador y con los militares. Ellos se fueron [de
El Salvador] con una visión muy diferente sobre la guerra y hubo poco a poco el
apoyo en el Congreso para la ayuda militar en El Salvador, pero costó mucho
tiempo cambiar la actitud de los congresistas porque Reagan era muy popular.
Usted tuvo formación
militar y por tal razón quiero preguntarle ¿qué piensa de la Escuela de la
Américas?
Yo
estuve ahí el año pasado. Fui a dar un discurso contra la Escuela de las
Américas. Ahí estaba como huésped Jon Sobrino (teólogo español quien se salvó
de ser asesinado por el ejército salvadoreño en 1989) para dar un discurso.
Debemos cerrar la Escuela de la Américas. Hubo muchas masacres aquí [El
Salvador] como en Copapayo. Estas masacres están relacionadas con oficiales y
escuadrones de la muerte que tuvieron entrenamiento en la Escuela de las
Américas.
¿Cuáles son los
proyectos actualmente del Dr. Clements?
Mi
país está involucrado en muchos lugares alrededor del mundo como en Afganistán,
Iraq. Es por eso que yo estuve en El Salvador en la década de 1980 por los
actos de mi gobierno. Yo tengo mucha responsabilidad en reparar el daño que
hizo mi país en muchos lugares. Tengo mucho trabajo con los derechos humanos
alrededor del mundo.
¿Ahora está en la
elaboración de un nuevo documental?
Sí,
Don North [corresponsal de guerra quien estuvo en El Salvador e hizo el
documental “Guazapa” filmado en los primeros años de 1980] está haciendo una
película nueva siempre sobre Guazapa que se llama: “Guazapa, enemigos del ayer”
[la cual ha sido presentada en EUA por vez primera de forma parcial]. Don fue a
Guazapa para hablar con las personas que sobrevivieron y ver qué está pasando
ahora en sus vidas. Es un documental muy interesante porque es una trayectoria
de 27 años. El documental es financiado por North y por el amor que le tiene al
pueblo salvadoreño. Don North quiere distribuir ampliamente la película dentro
de El Salvador y queremos conseguir dinero para eso.
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