lunes, 3 de abril de 2017

Charles Clements: “Comprendí que la guerra es inmoral” (I)



Hizo suya la tradición militar de su familia. Voló sobre el cielo de Vietnam como piloto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Fue testigo de cómo la guerra desollaba a sus víctimas sin ningún tipo de piedad.

También vio cómo sus compañeros de guerra caían en combate o eran anunciados por la radio como una estadística mortal que cumplió “con el deber de servir a la patria”.

Decepcionado de la guerra y de la intervención político-militar de su país en la soberanía de otras naciones, Charles Clementes decidió estudiar medicina hasta culminar su carrera como médico. Se hizo pacifista y abrazó el dogma de la “no violencia” hasta llegar a convertirse en un “cuáquero” —especie de religioso que lleva como insignia la defensa de la justicia, la paz, la igualdad y el respeto a los derechos humanos— a través de su propio testimonio. Es decir: de lo visto y vivido en carne propia hizo una filosofía de vida.

El norteamericano se interesó por El Salvador y en el año 1982 fue designado —luego de un intenso proceso de evaluación por miembros del FMLN— al municipio de Guazapa. Ahí el ejército salvadoreño hacía llover bombas, balas y fósforo blanco sobre la población civil que era acusada de ser cómplice de la insurgencia.

 “Camilo” fue el seudónimo que utilizó Charles Clements durante su incorporación al frente de guerra como médico. Convivió un año con la población civil y los guerrilleros. Luego decidió irse a su país para dar testimonio de cómo los pobladores de El Salvador eran torturados, desaparecidos y asesinados bajo el apoyo económico, la asesoría militar y la complacencia del gobierno estadounidense.

Sus declaraciones ante el Congreso estadounidense, sus escritos testimoniales, sus giras por los estados de su país y su apoyo a la difusión de documentales sobre Guazapa y la realidad salvadoreña ayudaron a poner la mirada internacional sobre El Salvador, donde el margen político estaba enfáticamente delimitado. Atravesar esa frontera significaba llegar a la muerte. O a la desaparición absoluta.

¿Cómo recuerda usted los años en los que acompañó la lucha armada en El Salvador y su compromiso con la gente más necesitada de Guazapa?
Era una época muy difícil. [Recuerdo] que hubo unas reuniones con otros médicos y brigadistas, pacientes y compañeros del FMLN. Tengo muchos recuerdos [de personas] que no están con nosotros ahorita, que no pueden vivir este momento tan especial [se refiere al triunfo de la izquierda en el poder], pero recuerdo de ellos el valor, la fe, la determinación de los campesinos y campesinas. Ojalá ellos estén viviendo todavía.

¿Ha podido reunirse con las personas que menciona en su libro “Guazapa” en esta visita que ha hecho en el país?
Sí, con un médico que se llama Elario y con la brigadista Camila y también con la mujer que salvó mi vida cuando tenía paludismo: Mamá Lina. Tuve un encuentro muy emotivo con ella. El hijo de ella es el acalde de Suchitoto y se llama Walter [Antonio Juan Javier Martínez]. [Recuerda en voz alta] El “Rojo Dimas” [Dimas Rodríguez: comandante del FMLN quien murió en combate en 1989]. Su esposa murió en mi mesa de operaciones. Estuvo sangrando por muchas horas en estado de embarazo…

¿Cómo fue que Mamá Lina le salvó la vida?
Me dio paludismo. Tuve fiebres. Me bañaba constantemente con agua fría. Me dio muchos líquidos, aspirina. Eso me ayudó a tener un balance interno.

¿Hubo algún momento en la guerra en la que usted sintió que iba a perder la vida, ya sea en un bombardeo, combate o guinda?
En la primera guinda de Copapayo pensaba que íbamos a morir en esa noche porque había una línea de soldados alrededor de Suchitoto. Estábamos atrapados, pero por un milagro cruzamos la línea con muchos civiles, con madres y sus hijos… Una madre tapó la boca de su hija porque lloraba mucho… eso fue muy triste, muy triste…Ella salvó la vida de todos nosotros… [Silencio]

¿La madre sacrificó a su hijo para que no murieran todos?
Sí, sí… No fue su intención. Fue por accidente… Teníamos mucho miedo. Los soldados estaban muy cerquita de nosotros… Después el ejército mató a más 300 personas en Copapayo en otra guinda. Fue en noviembre de 1983. Murieron niños, mujeres, ancianos…

¿Ese episodio es el mismo que está en su libro?
Sí, está en el libro.

¿Cómo empezó su decisión de ayudar a El Salvador mientras seguía en su país?
Mi familia fue militar. Mi papá fue coronel en la Fuerza Área, mi hermano se incorporó a la armada estadounidense. Yo fui piloto en Vietnam. Después de unos meses ahí comprendí que la guerra es inmoral, ilegal. [La guerra de Vietnam] era un asunto de los vietnamitas. No era de Rusia y los Estados Unidos. Luego yo asistí a la Escuela de Medicina en California. Ahí encontré muchos recursos [información] sobre los Escuadrones de la Muerte. Encontré que mi país estaba enviando asesores ahí con helicópteros… Me pareció que otro Vietnam estaba empezando en El Salvador. Entonces yo quise hacer algo para prevenirlo…

¿Contactó al FMLN en Estados Unidos y luego vino a los frentes de guerra?
Me dirigieron a la ciudad de México… Estuve ahí por unas semanas para aprender español y arreglar asuntos con el FMLN. Yo tengo tres condiciones [para venir a El Salvador e incorporarse a la guerra]: No voy a usar un arma, trabajaré con los civiles y  con el derecho de asistir a cualquier persona. No importa si es soldado o es guerrillero el que necesite atención médica.

¿Por qué eligió Guazapa como lugar para brindar ayuda?
Fue decisión de ellos [FMLN]. Yo no conocía ningún lugar dentro de El Salvador.

¿Cuáles fueron las dificultades que usted tuvo para ejercer su profesión de médico en momentos tan difíciles?
Guazapa era una tierra de fuego libre. Cada día los aviones pasaban para Chalatenango o para Morazán y cuando los aviones pasaban por ese lugar, pues regresaban con bombas y municiones. Guazapa era el lugar para descargarlos. Casi todos los días había ataques de los aviones… Había pocas camillas para los niños. No teníamos medicinas y había pocos médicos. Un tiempo muy difícil…

En esa penumbra y en esa oscuridad durante la guerra, ¿qué recuerdo tiene que le parezca hermoso, generoso con usted?
Cuando yo entré a Guazapa —ahora me parece algo muy bonito— y después de meses de muchas enfermedades cuando quedé muy pechito [delgado] como dicen los campesinos, [en ese momento] todos teníamos mucha hambre y ellos me miraban [los campesinos] y me daban comida. Me daban huevos, tortillas para ayudarme y me decían: “Esta es su comida…” La generosidad de los campesinos —que no tienen mucho— es un acto y un recuerdo que yo nunca voy a olvidar.

Usted se va de El Salvador a finales de 1983 y pasa a otro escenario. ¿Cómo se percibía la guerra desde fuera?
Me fui de El Salvador para conseguir dinero y medicinas, pero después de unos meses en los Estados Unidos tomé una decisión muy difícil para mí y era quedarme ahí [Estados Unidos] para hablar de la ayuda tremenda de los Estados Unidos a los militares de El Salvador. Por eso di mi testimonio en el Congreso estadounidense y arreglé muchas delegaciones para los congresistas para que pudieran ver con sus propios ojos lo que estaba pasando aquí. Di mi testimonio y discurso en casi cincuenta estados sobre lo que pasaba aquí y trabajé mucho para que terminara la guerra en este país. Después de 10 años me sentí muy feliz cuando fui un huésped especial en Chapultepec (México) para ver los acuerdos de paz. Fue el día más feliz cuando los comandantes y generales firmaban el acuerdo.

¿Cómo percibe ahora a este FMLN en el poder con el que usted conoció en Guazapa?
No soy un experto, pero dentro del Frente en tiempos difíciles siempre fue un partido democrático. Ha creado espacio para las mujeres y los ancianos. Es un partido que tiene interés en la justicia e igualdad. Mis experiencias en la década de 1980 con el FMLN me dan la confianza en su capacidad de ser un buen gobierno de esperanza.

¿Qué opinión tiene usted cuando Mauricio Funes —que en todos sus discursos— ha mencionado a monseñor Romero como el guía que él pone frente a su gobierno para beneficiar a los más necesitados, a los más pobres?
Escuché un poco el discurso de la victoria de Mauricio Funes cuando dijo: “Mi gobierno tendrá una opción preferencial por los pobres como monseñor Romero la tuvo”. En ese momento decidí que debía estar en la toma de posesión porque monseñor es muy importante para mí también. Me tocó mucho cuando él [Mauricio Funes] estuvo el lunes por la mañana [1 de junio de 2009] en la tumba de monseñor en un día muy importante.

¿Cómo percibe El Salvador hoy con los difíciles años de 1980?
Todavía es un país de pobres. Hay mucha pobreza, pero es un país abierto. Ya no tiene mucho medio y tiene muchas posibilidades de cambiar su situación de pobreza. El Salvador es hoy un país con muchas esperanzas. En la década de 1980 era un país con mucho miedo, tristeza y dolor.

Háblenos sobre los documentales de Guazapa y sobre su persona
Cuando entré y estuve en Guazapa hubo unos periodistas que estaban haciendo películas sobre el FMLN. Hubo unas entrevistas conmigo. Esta película hoy es parte de muchos documentales. Uno se llama “Guazapa” y otra “En el nombre del pueblo”. Le comenté a un cuáquero de los Estados Unidos e hizo un documental que se llama “El testigo de la guerra”. En formato libro también se llama igual. En español se llama “Guazapa”. Estas personas hicieron la película sobre mi viaje como piloto a Vietnam y como médico en el frente de guerra de El Salvador. El documental ganó un premio de la Academy Awards  en 1985. No tenía ningún papel para hacer esta película [sin embargo] era el sujeto de la película.

Al salir de El Salvador usted va al Congreso y hace conferencias sobre la situación del país. ¿Qué repercusiones políticas tuvo usted?
Los congresistas hablaron con las víctimas, con las madres de los desaparecidos, Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador y con los militares. Ellos se fueron [de El Salvador] con una visión muy diferente sobre la guerra y hubo poco a poco el apoyo en el Congreso para la ayuda militar en El Salvador, pero costó mucho tiempo cambiar la actitud de los congresistas porque Reagan era muy popular.

Usted tuvo formación militar y por tal razón quiero preguntarle ¿qué piensa de la Escuela de la Américas?
Yo estuve ahí el año pasado. Fui a dar un discurso contra la Escuela de las Américas. Ahí estaba como huésped Jon Sobrino (teólogo español quien se salvó de ser asesinado por el ejército salvadoreño en 1989) para dar un discurso. Debemos cerrar la Escuela de la Américas. Hubo muchas masacres aquí [El Salvador] como en Copapayo. Estas masacres están relacionadas con oficiales y escuadrones de la muerte que tuvieron entrenamiento en la Escuela de las Américas.




¿Cuáles son los proyectos actualmente del Dr. Clements?
Mi país está involucrado en muchos lugares alrededor del mundo como en Afganistán, Iraq. Es por eso que yo estuve en El Salvador en la década de 1980 por los actos de mi gobierno. Yo tengo mucha responsabilidad en reparar el daño que hizo mi país en muchos lugares. Tengo mucho trabajo con los derechos humanos alrededor del mundo.

¿Ahora está en la elaboración de un nuevo documental?
Sí, Don North [corresponsal de guerra quien estuvo en El Salvador e hizo el documental “Guazapa” filmado en los primeros años de 1980] está haciendo una película nueva siempre sobre Guazapa que se llama: “Guazapa, enemigos del ayer” [la cual ha sido presentada en EUA por vez primera de forma parcial]. Don fue a Guazapa para hablar con las personas que sobrevivieron y ver qué está pasando ahora en sus vidas. Es un documental muy interesante porque es una trayectoria de 27 años. El documental es financiado por North y por el amor que le tiene al pueblo salvadoreño. Don North quiere distribuir ampliamente la película dentro de El Salvador y queremos conseguir dinero para eso.


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¡Que se jodan los sabios y los pensadores! / ¡Que se jodan todas las épocas y edades! / ¡Que se jodan los hombres de todos los tiempos / y el embuste de la Civilización y de la Cultura! [J. A. N.]