Una entrevista de Tomás Andréu y la artista chilena, Elizabeth Neira
Joan Jara estaba despierta la madrugada del 16 de septiembre
de 1973. Esperaba el regreso de su esposo, que nunca sucedió. Eran las dos de
la mañana del día domingo cuando ocurrió dentro de ella un estallido que
aterrorizó toda su existencia. "Estaba acostada, pero no dormida. Me llegó
la convicción de que Víctor [Jara] estaba muerto. Me senté en la oscuridad.
Había un vacío terrible". La sensación de la bailarina británica era
acertada: Víctor Jara, el cantautor y director de teatro chileno, había muerto
en manos del régimen militar (de 1973 a 1990) de Augusto Pinochet.
La viuda del artista nació en Inglaterra en 1927. En Europa
creció como Joan Alison Turner. En Latinoamérica es Joan Jara. Ella creó la
Fundación Víctor Jara. Es bailarina y gestora cultural. Desde el asesinato de
su esposo tiene como única misión "perpetuar la memoria de Víctor y lo que
significa su obra y sus valores". Por eso regresó a Chile "en plena
dictadura militar en 1984", porque "tenía que sacar a Víctor de la
clandestinidad".
En el siglo XXI, la vida y obra del cantautor chileno siguen
conmoviendo al mundo. Sus discos emblemáticos como "Pongo en tus manos
abiertas...", "Canto libre", "El derecho de vivir en
paz", "La población" y "Canto por travesura" todavía
son escuchados por el mundo. Artistas de todas las disciplinas le han rendido
culto. Solo desde el ámbito musical, las ofrendas van desde dedicar conciertos
(como lo hizo en 2012 Roger Waters, de Pink Floyd, en Chile) hasta crear
canciones en memoria del artista (como lo hizo U2 en "One tree hill",
del álbum "The Joshua tree") o ser mencionado y reivindicado en
composiciones (como "Washington bullets", de The Clash, donde aparece
la petición "Please, remember Víctor Jara").
Víctor Jara nació en 1932. El pasado 28 de septiembre de
2013 habría cumplido 81 años.
Han pasado 40 años desde la muerte de Víctor Jara. Él se ha
convertido en una figura mundial. Su música y persona son homenajeados por
artistas de todo el mundo: Bruce Springting, Roger Waters (Pink Floyd), Silvio
Rodríguez, U2, Pedro Aznar, Rage Against the Machine, The Clash, Los Fabulosos
Cadillacs. ¿Qué siente usted con toda esta devoción?
—Cuando yo salí de Chile en el año 1973, me cambié el
nombre, usé mi nombre de matrimonio en vez de mi nombre británico, porque salí
con una misión: perpetuar la memoria de Víctor y lo que significa su obra y sus
valores. Entonces, en todo este proceso de 40 años se cortó mi vida [pero]
comenzó otra vida al servicio de la memoria —no solo de Víctor, sino de todo lo
que representa él [en la historia de Chile]—. Esto es un proceso que ha ido
creciendo. A mi edad —y después de 40 años de los hechos— podría decir que mi
tarea esencial está cumplida, porque si bien se recuerda la muerte de Víctor
Jara, también se recuerda su obra, los valores inherentes a su creación, el
contenido de su universo. Desde hace mucho tiempo los artistas —en español o en
otros idiomas— recrean sus canciones. Ha sido todo un proceso en el que Víctor
se ha elevado como un símbolo de las violaciones a los derechos humanos en el
mundo.
También se ha erigido como símbolo de dignidad...
—Sí, eso fue justamente lo que pretendí cuando regresé a
Chile en plena dictadura militar en el año 1984. [Tenía que] sacar a Víctor de
la "clandestinidad" en que se encontraba. En Chile era un símbolo de
la resistencia a la dictadura, pero mi propósito aquí fue que las generaciones
jóvenes conocieran su obra en toda su dimensión: como artista, hombre, director
de teatro, folclorista.
Cuando usted saca de Chile clandestinamente la obra de
Víctor, ¿hubo algo que se extravió, algo que no haya podido recuperar?
—Creo que no. Sé de una sola canción que se extravió, pero
se trataba de una regrabación de "El arado". Debo decir que fue
gracias a la solidaridad internacional que rápidamente se sacó de Chile todo el
material. Especialmente la embajada sueca que sacó [la obra de Víctor Jara] y
me la entregó a mí en Inglaterra.
A 40 años del golpe militar, desde su opinión, ¿por qué cree
que los militares se ensañaron con Víctor y le dieron una muerte tan horrenda?
—Víctor era representante del pueblo chileno. Un
representante para ellos muy notorio y desafiante. Ahí hubo un tema de clase,
además de político. Un deseo de humillar a Víctor, de amedrentarlo, porque era
un representante destacado del pueblo que además no era arribista, sino
orgulloso de su pertenencia al pueblo. Además, era una figura que les provocaba
mucha contradicción porque era respetado y alabado en todos los círculos
culturales del "establishment". El mismo diario El Mercurio lo
elogiaba como director teatral, como artista.
¿Era desafiante porque no aspiraba a ser como los de la clase
que lo alababan, sino que defendía su identidad...?
—Claro, lo peor para ellos es que Víctor no era arribista,
no les halagaba, no se subyugaba. Él decía, "Yo soy del pueblo y lo que me
importa es el pueblo chileno. O mi clase. Yo vengo de esta clase, de los más
pobres y canto por ellos y para ellos". Él no trató de cambiar de clase
social. Tampoco vivía mal. Él decía que no necesitaba estar sucio y rotoso para
hablar del pueblo, que los que necesitaban ir a vivir a una población para
hablar del pueblo eran los hijos de la burguesía.
Usted ha sido testigo del desarrollo de la izquierda en
Chile y de los movimientos sociales en estos 40 años. ¿Cuál es su opinión?
—La verdad es que para mí ha sido decepcionante. Súper
decepcionante. Con demasiado miedo. Pero yo celebro el movimiento de los
estudiantes, la gente joven. Ellos ya no se dejan engañar, no tienen miedo.
¿Qué le diría usted a los políticos...?
—Nada… (Silencio) Yo he sido fiel a lo que pienso. Tal vez
yo sea individualista en ese sentido, pero he tratado de entregar el
pensamiento, los valores, la obra de Víctor y agradezco la cooperación de todas
las personas que han apoyado a la fundación (Fundación Víctor Jara) que es
totalmente independiente. Por eso somos tan pobres. No contamos con ninguna subvención
de nadie. De ningún partido político ni de ningún gobierno.
La fundación ha tenido bastantes problemas para funcionar en
este último tiempo. ¿Cree usted que hay acoso político?
—Indudablemente ha habido acoso político. Pero también es
cierto que muchos de los problemas que hoy tenemos se deben a nuestra propia
inexperiencia en materias en las que no nos manejábamos. Temas legales,
judiciales, etc. Esto de querer ser independiente ante todo, también ha tenido
un costo para nosotros, porque nuestro mundo es el quehacer artístico y es a
veces muy ajeno a la burocracia.
Para muchos artistas del mundo es inconcebible que la Fundación
Víctor Jara no reciba un apoyo permanente como política de Estado. ¿Qué piensa
usted?
—Sí, es cierto que eso allá fuera cuesta creer. Nosotros
hemos funcionado a veces con proyectos Fondart, que son proyectos financiados
por el gobierno pero que se concursa y no es permanente y no dejan nada a la
fundación. Nosotros hicimos una gran inversión que fue también una gran equivocación:
edificar el galpón (Galpón Víctor Jara) en un terreno arrendado. De ahí nacen
gran parte de nuestros problemas actuales. Obviamente, la fundación y la figura
de Víctor aún tienen enemigos en Chile. También nos ofrecieron y luego nos
quitaron la posibilidad de ocupar el Estadio Chile (actual Estadio Víctor Jara)
para el funcionamiento de la Fundación. Actualmente el Estadio Chile no se
puede ocupar como lugar de cultura.
Como artista, ¿qué le pasa cuando se encuentra con estos
obstáculos en Chile para poder seguir difundiendo el trabajo de Víctor,
haciendo cultura?
—Me produce tristeza, frustración y rabia, también. No hay
visión de lo que significa el arte en el desarrollo del ser humano. Claro, el
deporte es cultura pero no tiene el mismo valor que la danza, que la música,
que la poesía en el desarrollo del ser humano. Sobre todo en cuanto a la
participación de las personas en procesos creativos.
Usted ha dicho que no cree en la justicia chilena y consecuentemente
han buscado ayuda fuera del país, específicamente, ahora entra en el caso la
reconocida abogada española Almudena Bernabéu. ¿Qué espera usted del caso?
—Ella es nuestra abogada, pero el contacto fue de parte de
ellos: una organización muy prestigiosa en derechos humanos. El Center for
Justice & Accountability. Ellos han sido muy exitosos en casos de derechos
humanos como el de los sacerdotes jesuitas asesinados en El Salvador (1989).
Ellos han logrado que los criminales de los derechos humanos sean llevados a la
justicia. Especialmente, criminales de América Latina que buscan refugio en
Estados Unidos y consiguen, incluso, la nacionalidad norteamericana.
¿Como el caso de Pedro Barrientos identificado como el autor
material del asesinato de su marido?
—Sí, como el caso de Pedro Pablo Barrientos...
¿Qué espera usted o que le gustaría que consiguieran estos
abogados en su caso?
—Mira, como la iniciativa no fue nuestra, pero dado a que
ellos se especializan en procesos civiles donde aparentemente la idea es
también una compensación económica, lo que este centro ha logrado muy bien es
mucha resonancia a nivel de la opinión pública, porque es un gran apoyo al
proceso de extradición que es extremadamente lento porque debe aprobarse por el
gobierno de Estados Unidos. La idea es que esta persona que ha sido identificada
y que está siendo procesada como el autor del asesinato de Víctor sea traído a
Chile y pueda enfrentar un juicio acá.
Joan Jara: ¿cuál es su deseo con respecto a la justicia?
—Para mí es muy tarde la justicia. Es imposible hablar de
reparación, porque lo que hicieron en mi vida no tiene reparación. No la tendrá
nunca. En ese sentido, yo antepongo la importancia de la verdad antes que la
justicia, porque para la historia futura es tremendamente importante que el
proceso judicial se cumpla cabalmente, porque es ese proceso el que pasará a la
historia y a las futuras generaciones para que nunca más ocurra algo como lo
que ocurrió en Chile. No saber la verdad, toda esa gente que lleva buscando los
restos de sus seres queridos, eso es lo peor que le puede pasar a un ser
humano. Eso va pasando de generación en generación. Es una especie de veneno
que circula y que daña a la sociedad en su conjunto. Primero hay que limpiar,
luego hablar de reconciliación. La juventud necesita la justicia.
A 40 años del golpe de Estado, Víctor Jara es un ícono
mundial de dignidad. Pinochet murió repudiado por el mundo entero, de una
manera abyecta, escondiéndose, mintiendo. ¿Se podría decir que Víctor ganó esta
guerra?
—(Duda) La guerra moral... como ganó el amor. Lo que Víctor
representa es algo tremendamente positivo para la humanidad, pero
lamentablemente el mundo sigue siendo regido por los mismos poderes que lo
mataron. La victoria nuestra es moral, una cosa etérea, pero en el mundo siguen
los Pinochet. Es algo que no puedo expresar. Los valores de Víctor son una
aspiración, una esperanza, pero los valores de Pinochet son una realidad.
Cuando ustedes estaban juntos los años 60 – 70, ¿pensaron
que la obra de Víctor Jara alcanzaría dimensiones mundiales?
—No. Víctor era en ese sentido bien humilde. Lo que le
importaba era su quehacer artístico, su mensaje, su contacto con el pueblo. Él
trataba de interpretar a su pueblo. Esa era su mayor preocupación. Sus
canciones no fueron hechas en "estudio" aislado, sino que iban
saliendo de su propia vida. Eso le da una autenticidad muy grande. Los
personajes de sus canciones son reales. Él nunca estuvo preocupado por la fama
ni por la plata ni por hacer una "carrera" porque su carrera era ser
director teatral donde fue muy exitoso. El canto para él era algo esencial en
lo que expresaba sus propios valores, con las personas, con su compromiso
político. Él ni se imaginaba lo que significaba. Siempre recuerdo que él se
emocionó muchísimo una vez que escuchó una grabación de un artista en Alemania
que cantaba un tema suyo. Estaba muy, muy sorprendido. Eso fue en el año 73
cuando la solidaridad en el mundo estaba con Chile.
En esa época los ojos del mundo estaban puestos en Chile ¿No
era raro para un país tan aislado?
—Durante la Unidad Popular, sí. Había un gran interés por
este experimento que era la posibilidad de llegar al socialismo a través de la
vía democrática. Había mucha gente que se entusiasmaba en el mundo entero que
quería aportar, ayudar. Aquí estaba lleno de extranjeros que venían a vivir
este proceso. Y así como estaban los amigos en el mundo, también estaban los
enemigos de este experimento, muy preocupados, atentos y complotando,
boicoteando con el apoyo de la CIA, el financiamiento a los enemigos de
Allende. Era como una gran olla burbujeando
En ese marco de muchos cambios, de energías enfrentadas,
¿cómo fue unir sus vidas?
—Nosotros estuvimos juntos desde 1960. En ese momento la
vida era relativamente apacible. Se podía tener una vida en conjunto, una vida
familiar. Después, ya en el año 1970, empezó el gran movimiento social. Ahora,
siempre hubo mucho movimiento político dentro de los círculos culturales. Los
artistas Pablo Neruda, Violeta Parra eran dos figuras muy importantes que
tenían un compromiso político de gran inspiración para muchos otros artistas.
Como inglesa, yo me sorprendí con este compromiso. Todos los 1 de mayo, en
todas las fechas importantes para el movimiento social, los artistas estaban en
las marchas, en los escenarios con sus guitarras cantando gratuitamente junto a
los obreros. Era como una tradición ya instalada. Pero esto se fue poniendo
cada vez más tenso hasta que ya en la Unidad Popular uno se postergaba la vida
personal por la vida política. Vivíamos pendientes, con tareas. Nos veíamos cada
vez menos. Recuerdo que desde la última elección —marzo hasta septiembre— todo
el trabajo de las elecciones, el viaje a Perú, después canturreos por todo el
país... Se postergaba todo lo personal.
¿Qué hay de cierto sobre eso que usted tenía celos de la guitarra
de Víctor Jara?
—(Risas). Eso lo escribí yo misma en el libro ["Víctor
Jara: Un canto truncado"]. Pero decía textual que yo podría haber estado
celosa de la guitarra de Víctor porque él andaba con la guitarra por todos
lados. Era como su otra parte, otra parte de él acostumbrada a su cuerpo. Pero
era una parte que él compartía conmigo. Si estaba componiendo, él empezaba a
conversarme, a mostrarme qué me parecía lo que estaba haciendo. Él me
incorporaba en su mundo de creación. Yo tenía una carrera artística también. De
repente él llegaba con una base instrumental y me decía, "¿Qué te parece
para una coreografía?", dialogábamos mucho.
Las letras de las canciones de Víctor son muy poéticas. ¿Qué
es lo que nacía primero: la letra o la melodía?
—Eso variaba, pero en general, cuando salía más rápido la
canción es cuando tenía la letra. Ya teniendo la letra, la música salía
orgánicamente al servicio de la letra. Pero si tenía una música sin letra, esta
solía quedar como instrumental. Tenía varias piezas de ese tipo.
Víctor realiza una extraña mezcla entre innovación y
tradición. ¿Diría usted que eso lo ubica como un artista de vanguardia?
—A mí no me corresponde decirlo, pero mucha gente así lo
dice: que él abrió caminos, que fue un adelantado para su época. Hubo una gran
discusión durante los años de 1960 de cómo se trataba el folclor: como algo
vivo o como una tradición que se debe conservar sin tocarla. ¿Se puede
transformar? ¿Se puede usar como una base? En ese dilema Víctor fue muy
aventurero siguiendo solo lo que él quería comunicar. En él nace primero la
idea y después la manera de comunicarla. Eso le pasaba por ejemplo en esta
aventura que hizo con Los Blops (conjunto de rock chileno de comienzo de los años
de 1960) trabajando con roqueros (...) tanto en teatro como en música, él hacía
experimentos muy conmovedores, trabajaba por igual con la voz, el movimiento,
la mente y el corazón. Era muy humano, muy integral.
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