Cosa de grande maravilla y lástima
que sea aquí tanta flaqueza e
impurezas del ánima que siendo la
mano de Dios de suyo tan blanda
y suave, la sienta el ánima aquí tan
grave y contraria...
(San Juan de la Cruz)
Me haces daño, Señor: Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. ¡Oh Dios!, si eres humano,
compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.
Déjame. ¡Si pudiese yo matarte,
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas
no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre, y de los hombres que arrebatas.
Blas de Otero
De: “Redoble de conciencia” (1950)