Nada de drogas duras. Sí unas cervezas o unas copas de
vino al caer la noche. Eso sí: sin excesos. Un poco de deporte. También cine.
Innumerables horas en el conservatorio. Pero lo más importante: humor. De ese
satírico que incordia y que tiene la capacidad de hacer de lo cotidiano un
episodio de risas.
Pablo Tamargo (alias El Tamar. Oviedo, España. 1977) no
sabe qué fue primero en su vida: si la música o la risa. Lo qué sí sabe
precisar es que desde que tiene uso de razón empezó a cuestionar todo a su
alrededor.
“Me encanta debatir y plantearme las cosas una y mil
veces”, reconoce el músico y cinéfilo español.
El Tamar ha
tenido otras bandas: Black Horde, Pantano y Los Izquierdos. En YouTube se le ve
muy sagaz en la guitarra y se le escucha cantar en inglés. Los músicos que lo
acompañan también son de buena escuela a la hora de ejecutar los instrumentos.
Pero ha sido su
reciente trabajo —“Red Social Medieval”— el que le ha dado vida a esta
conversación que intenta rastrear el mundo de Pablo Tarmargo. Esta producción
es todo humor con fina ironía. El nombre de las canciones vaticina un ajuste de
cuentas con la comodidad del statu quo. Ahí están los temas para confirmarlo:
“No me ponen en Radio 3”, “Franco ha vuelto”, “No cuesta nada saludar (hijo de
puta)”. O “Jóvenes atormentados”.
“La música con
tintes cómicos está injustamente injuriada”, señala con convicción El Tamar.
Ah, sí. Por
supuesto. Con este melómano no todo es bienvenido. Eso del reguetón y del
hip-hop ni a patadas. Algo que no le pasa con la música cubana o brasileña. O
el tango. Tampoco con la ranchera y un par de tequilas.
“Lo mexicano
siempre me fascinó”
Establecido en
Gijón, el músico asturiano lamenta que a Latinoamérica llegue "mucho
Enrique Iglesias y poco Javier Krahe". Y con más desdén que amor
patriótico, El Tamar dice que en España “no hay una libertad de expresión plena”.
También opina que lo más importante es la educación con conciencia, porque solo
así podremos redimirnos de los mesianismos y de los paraísos artificiales como la
religión.
¿Qué fue primero en vos: la música o el humor?
Difícil de saber. Ya desde muy pequeño estaba todo el día
viendo películas de los hermanos Marx, el programa de Benny Hill y escuchando
música clásica, grupos de la década de 1980 de pop rock y también jazz. [Quizás]
la música [fue primero] porque se escuchaba mucha en mi casa. En el coche
siempre íbamos con música. Sólo puedo decir que música y risas han formado
parte de mi vida desde muy pequeño.
¿De dónde sacaste la idea de bautizarte como El Tamar?
Es como me llaman desde muy pequeño. No fue un nombre
artístico creado. Se lee “Támar”. Es por mi apellido Tamargo.
En tu bitácora personal de consumo de música, ¿a quiénes escuchás? ¿Quiénes
te han marcado?
Estoy estudiando música en el conservatorio y no soy un
gran consumidor de la misma como ocio. En el coche sí que me gusta y la verdad es
que escucho de todo. Jethro Tull, Javier
Krahe, The Darkness, Soundgarden, Prince, Ópera, etc. Lo que todavía no escucho es reguetón o hip-hop. Aunque tampoco tengo nada
en contra de esos estilos. Si he de decir un grupo que me ha marcado en lo
musical seguramente sería Jethro Tull. Los llevo escuchando toda la vida.
¿Qué has querido contar con tu nueva producción “Red Social Medieval”?
He querido aproximar mi música al terreno del humor. Creo
que la música con tintes cómicos está injustamente denostada. Injuriada.
¿Me equivoco si digo que la producción “Red Social Medieval” dejó fuera el
binomio amor-desamor?
Una de mis principales aspiraciones en la música es desvincularla
del desamor. En la vida de las personas no creo que ese sentimiento ocupe más
de un 1% de su tiempo. Sin embargo en el campo musical abarca seguramente más
de un 90% en las letras de las canciones.
Hablemos un poco de las disqueras. ¿Te ha sido difícil encontrar un sello
discográfico para difundir tu trabajo?
No ha sido difícil porque el responsable del sello es de
Gijón, que es donde yo vivo. Ya nos conocíamos y le pareció un trabajo viable
por su carácter un tanto peculiar, que no nuevo.
¿En qué momento decidiste incordiar? ¿Hubo un parteaguas en tu vida que
dijo: “esto hay que hacerlo de otra manera”?
Llevo incordiando desde que tengo uso de razón. Digamos
que tengo un espíritu inquieto y crítico por naturaleza. Me encanta debatir y
plantearme las cosas una y mil veces.
¿A qué le cantás?
Le canto a miles de situaciones cotidianas que pueden ser
revestidas con música. Lo trivial está tan denostado que su uso para hacer
canciones creo que tiene un punto de originalidad.
¿Cómo fue trabajar con Rodrigo Cuevas y Nacho Vegas?
Una verdadera maravilla y tremendamente fácil. Rodrigo es
mi primo-carnal. Nos conocemos desde que nació. Me parece lo mejor que le ha
pasado a nuestra región en Asturias en mucho tiempo. Lo llamé y se prestó
encantado. Nacho es un buen amigo y vive en mi misma ciudad. Se apuntó sin
dudarlo y poniendo todo tipo de facilidades. La verdad es que los dos son
grandes personas, y que se sepan reír de ellos mismos dice mucho de su
inteligencia y humildad.
El humor es un ingrediente importante en la vida para sobrellevar las
vicisitudes del día a día. ¿Pero hasta dónde creés que los usuarios de tu
producción pueden tomar en serio lo que decís?
Hasta donde ellos crean pertinente. Mi única aspiración
es haber entretenido un poco y sacar una sonrisa. Sólo espero que sepan ver que
hay un trabajo importante en la creación de todas estas cancioncillas y videoclips.
Y espero que la gente no crea que el humor —al ser una constante en mi música— sea
de menor calidad.
No hay nada nuevo bajo el sol a pesar de que estamos en el siglo XXI. ¿Qué
hay de las drogas? ¿Has pasado por los caminos que recorrieron Nacho Vegas,
Antonio Vega, Javier Krahe, Joaquín Sabina?
Para nada. La verdad es que sólo consumo vino y cerveza.
Nunca me dio por tomar otras drogas. Fumaba porros una temporada, pero a los
veinticuatro años los abandoné. Hago mucho deporte. Me hace sentir muy bien.
Eso sí: beber alcohol me produce bastante placer y es una actividad que llevo a
cabo prácticamente todos los días, pero con mesura.
Tus letras incordian mucho, pero en este proceso de creación… ¿Te censurás?
En nada. No recuerdo haber retirado alguna frase o
palabra [de mis letras] por pensar que pudiera molestar.
Tu trabajo musical lleva fusionado la música popular con el jazz y el
blues. Esto no es a boca de jarro. De seguro tenés a grandes músicos detrás de
vos.
Tengo la suerte de contar con una banda de músicos
formados en el jazz desde hace muchos años que acceden a tocar conmigo por muy
poco dinero. La verdad que es una suerte tremenda.
Sé que te gusta mucho el cine. ¿Has tenido que ver en la creación de tus
videos? ¿Vos los dirigís o aceptás consejos?
El cine me gusta aún más que la música. Es una de mis
grandes pasiones desde siempre. Los videoclips los suelo hacer con Titi Muñoz,
que es un maestro. Las ideas son mías pero él siempre se encarga de la dirección
y del montaje. Y hay ideas suyas en el rodaje de los mismos. En realidad es una
pieza fundamental en el concepto de El Tamar.
Estuviste en una banda llamada Black Horde —sonido punk, hard rock— que
cantaba en inglés. ¿Acierto si digo que hay una clara intención de sonar
muy “americano”?
Totalmente. Sigo tocando con ellos y hemos tocado en
algún festival importante en España. La idea era sonar como una banda de hard
rock pero con un toque un tanto más moderno. En España creo que por norma
general en el rock siempre han influido mucho Los Beatles y los Rolling Stones.
Yo siempre fui de Creedence Clearwater Revival. Me gusta más lo americano que
lo británico.
¿Cómo fue este proceso y cambio de venir cantando en inglés y hacerlo en
español y con un sonido muy lejos del rock?
Hubo un grupo por medio que puede considerarse una
transición. Se llamaba Pantano, y la idea fue hacer una banda que sonara como
la banda sonora de una película de Tarantino. Había canciones en “spanglish” y
todo. Tenía un aire fronterizo cercano a Tito y Tarñantula por momentos.
Hay algo curioso. Te has confesado diciendo que sos tímido. Pero tus letras
denotan a alguien cáustico, irónico e irreverente. ¿Me explicás esta paradoja?
Bueno, pues es que yo soy un tanto contradictorio en
general. La gente me ve como una persona muy segura de sí misma, pero la verdad
es que —por ponerte un ejemplo— nunca toco únicamente con mi guitarra porque me
parece que es un coñazo escucharme tocar mis canciones. Es una especie de falta
de confianza en mí mismo. Está ahí presente, pero también es cierto que no dejo
que me gane. En realidad creo que hay mucha gente igual que yo, pero no lo
dicen públicamente.
¿Y en los conciertos que das tocás canciones de tus viejas bandas o te
dedicás a promocionar exclusivamente “Red Social Medieval”?
En los de cada grupo toco los temas del repertorio
pertinente. No mezclo las cosas. Sí que es verdad que pensé en meter temas de
Pantano en el repertorio de El Tamar.
Contame: ¿cómo surgió la idea de hacer esa pieza que se llama “No me ponen
en Radio 3”? ¿Fue un ajuste de cuentas con la emisora?
Antes me han hecho una entrevista desde El Salvador que
desde una radio de mi país [España] con un alcance a nivel nacional [como Radio
3]. Incluso teniendo una canción con Nacho Vegas y habiendo tocado en el
festival de rock más importante de España —el Azkena Rock Festival— [me han
ignorado]. No digo que mi música sea sobresaliente, pero quería criticar que en
el siglo XXI es todavía necesario ir a Madrid para que te hagan caso.
¿Cómo nació “No cuesta nada saludar (hijo de puta)”?
Un día entrando en el portal de mi casa saludé a una
vecina y esta no me correspondió. A esto me refería antes con las situaciones cotidianas
que pueden dar lugar a canciones.
Tenés una canción que se llama “Franco ha vuelto”. ¿Cómo fue la recepción
de esta pieza en una España con tantos remilgos?
La verdad es que pensaba que iba a tener mayor
repercusión mediática. La Fundación Nacional Francisco Franco había denunciado
a Eugenio Merino —es quién hizo la cabeza que sale en el videoclip—. España es
el segundo país del mundo con mayor número de desaparecidos después de Camboya.
La verdad es que España me da bastante vergüenza ajena.
Y en este contexto: ¿has tenido la intención de irte de España y ejercer tu
profesión en otro país?
La verdad es que no. Llevo una vida muy cómoda en España
trabajando lo justo para poder vivir bien. Soy un tipo que se lo pasa bien en
casi todos los sitios. Si tienen playa, mejor. En Asturias se vive bastante
bien, la verdad.
¿Cuál es tu opinión con las intenciones sociopolíticas que tuvo —y tiene— Podemos?
He votado a Podemos en las dos últimas elecciones. A
grandes rasgos me considero identificado con muchas de las propuestas de este
partido.
¿Sentís que tu humor y tus letras gozan de libertad de expresión en tu
país? ¿Qué ha sido lo más difícil que has afrontado hasta este momento?
En mi país ha habido varios acontecimientos recientes que
ponen de manifiesto que no hay una libertad de expresión plena. Yo soy de los
que creo que se tiene que permitir todo, es decir: hasta la venta de Mein Kampf
[Mi lucha, libro escrito por Hitler]. Lo que hay que hacer es educar a la gente
en una conciencia crítica y después ya será el individuo formado el que orine
sobre esa patraña de libro y sobre las armas de control social como la religión.
Y de la música latinoamericana, ¿qué me decís? ¿Hay algo de aquí que te
guste?
Claro. Me gusta la música cubana sobre todo. Y en parte
la brasileña. Es curioso que en España se esté dando un proceso de colonización
cultural que parece una especie de pago en karma por lo que España hizo en
otras épocas en Latinoamérica. El reguetón está convirtiéndose en lo que más
escuchan los niños. La verdad es que no me gusta el género, pero me hace gracia
este fenómeno.
¿Te parece así? ¿Creés que decir Latinoamérica es sinónimo de reguetón?
Muchísimos usuarios del español en el mundo detestan el reguetón.
La verdad es que hablo un poco sin tener demasiado
conocimiento de causa. El problema es que la mayoría de música latinoamericana
que llega a mis oídos es a través de los canales más comerciales de la radio. Lo
cual es bastante lamentable. Latinoamérica tiene muchos millones de habitantes.
Y me estoy perdiendo muchísimas cosas interesantísimas. Pero a ustedes les ha
de ocurrir algo parecido, porque de nosotros —por desgracia— les llega mucho
Enrique Iglesias y poco Javier Krahe.
Desde tu gusto personal, ¿cómo valoras la existencia de géneros —declarados
por la UNESCO como patrimonio de la humanidad— como el vallenato, el tango y la
ranchera? O el danzón y la cumbia.
Los tangos me encantan. De hecho en el primer disco hice
un amago de tango mezclado con swing que probablemente provocaría las risas de
muchos argentinos. Se llama “Tormentango”. Quise hacer un pequeño homenaje a
Astor Piazzola. Las rancheras también me molan. En el primer disco hay una
llamada “Canto lastimoso”. Lo mexicano siempre me fascinó. En general todas las
culturas precolombinas me parecen fascinantes. La cumbia no me da tanto más.
Aunque suelo poner una de Los Lobos que se llama “Chuco's Cumbia”. El vallenato
sólo lo conozco por Carlos Vives. Lo cual demuestra mi ignorancia al respecto.
Mis disculpas.
Hablando de música latinoamericana. ¿Cómo ves el trabajo musical de tu
paisano Enrique Bunbury en la que ha fusionado muchos géneros de esta región?
No me da más por lo que hace. Tiene una voz demasiado
característica por su naturaleza y por el énfasis que pone en que sea tan
personal. No cabe duda de que es de valientes hacer discos tan distintos como
los que él ha hecho. Una vez coincidí con él y me pareció un buen tipo. Pero
volviendo a lo musical, Bunbury me recuerda un poco a Raphael. [Sus voces] me
parecen bastante horteras. Es como si no supieran hacer otra cosa que cantar de
esa manera, como cuando Shakira suelta treinta veces en una canción esos gorgoritos.
Estoy un poco cansado de que exploten ciertas características personales para
decir luego que tienen algo [original, único].
¿Cómo te sentís para elevar anclas y darte una vuelta por América?
Creo que América es la clave. Por una sencilla cuestión
de números. Hay muchos millones de hispanohablantes allí. A mí me encantaría
ir. Sobre todo por conocer gente y conocer de primera mano la comida de allí.
La cocina mexicana es una de mis favoritas y seguro que en El Salvador se come
de muerte.