domingo, 19 de enero de 2014

Joan Jara: "Lo que hicieron en mi vida no tiene reparación…"



Una entrevista de Tomás Andréu y la artista chilena, Elizabeth Neira

Joan Jara estaba despierta la madrugada del 16 de septiembre de 1973. Esperaba el regreso de su esposo, que nunca sucedió. Eran las dos de la mañana del día domingo cuando ocurrió dentro de ella un estallido que aterrorizó toda su existencia. "Estaba acostada, pero no dormida. Me llegó la convicción de que Víctor [Jara] estaba muerto. Me senté en la oscuridad. Había un vacío terrible". La sensación de la bailarina británica era acertada: Víctor Jara, el cantautor y director de teatro chileno, había muerto en manos del régimen militar (de 1973 a 1990) de Augusto Pinochet.

La viuda del artista nació en Inglaterra en 1927. En Europa creció como Joan Alison Turner. En Latinoamérica es Joan Jara. Ella creó la Fundación Víctor Jara. Es bailarina y gestora cultural. Desde el asesinato de su esposo tiene como única misión "perpetuar la memoria de Víctor y lo que significa su obra y sus valores". Por eso regresó a Chile "en plena dictadura militar en 1984", porque "tenía que sacar a Víctor de la clandestinidad".

En el siglo XXI, la vida y obra del cantautor chileno siguen conmoviendo al mundo. Sus discos emblemáticos como "Pongo en tus manos abiertas...", "Canto libre", "El derecho de vivir en paz", "La población" y "Canto por travesura" todavía son escuchados por el mundo. Artistas de todas las disciplinas le han rendido culto. Solo desde el ámbito musical, las ofrendas van desde dedicar conciertos (como lo hizo en 2012 Roger Waters, de Pink Floyd, en Chile) hasta crear canciones en memoria del artista (como lo hizo U2 en "One tree hill", del álbum "The Joshua tree") o ser mencionado y reivindicado en composiciones (como "Washington bullets", de The Clash, donde aparece la petición "Please, remember Víctor Jara").

Víctor Jara nació en 1932. El pasado 28 de septiembre de 2013 habría cumplido 81 años.

Han pasado 40 años desde la muerte de Víctor Jara. Él se ha convertido en una figura mundial. Su música y persona son homenajeados por artistas de todo el mundo: Bruce Springting, Roger Waters (Pink Floyd), Silvio Rodríguez, U2, Pedro Aznar, Rage Against the Machine, The Clash, Los Fabulosos Cadillacs. ¿Qué siente usted con toda esta devoción?

—Cuando yo salí de Chile en el año 1973, me cambié el nombre, usé mi nombre de matrimonio en vez de mi nombre británico, porque salí con una misión: perpetuar la memoria de Víctor y lo que significa su obra y sus valores. Entonces, en todo este proceso de 40 años se cortó mi vida [pero] comenzó otra vida al servicio de la memoria —no solo de Víctor, sino de todo lo que representa él [en la historia de Chile]—. Esto es un proceso que ha ido creciendo. A mi edad —y después de 40 años de los hechos— podría decir que mi tarea esencial está cumplida, porque si bien se recuerda la muerte de Víctor Jara, también se recuerda su obra, los valores inherentes a su creación, el contenido de su universo. Desde hace mucho tiempo los artistas —en español o en otros idiomas— recrean sus canciones. Ha sido todo un proceso en el que Víctor se ha elevado como un símbolo de las violaciones a los derechos humanos en el mundo.

También se ha erigido como símbolo de dignidad...

—Sí, eso fue justamente lo que pretendí cuando regresé a Chile en plena dictadura militar en el año 1984. [Tenía que] sacar a Víctor de la "clandestinidad" en que se encontraba. En Chile era un símbolo de la resistencia a la dictadura, pero mi propósito aquí fue que las generaciones jóvenes conocieran su obra en toda su dimensión: como artista, hombre, director de teatro, folclorista.

Cuando usted saca de Chile clandestinamente la obra de Víctor, ¿hubo algo que se extravió, algo que no haya podido recuperar?

—Creo que no. Sé de una sola canción que se extravió, pero se trataba de una regrabación de "El arado". Debo decir que fue gracias a la solidaridad internacional que rápidamente se sacó de Chile todo el material. Especialmente la embajada sueca que sacó [la obra de Víctor Jara] y me la entregó a mí en Inglaterra.

A 40 años del golpe militar, desde su opinión, ¿por qué cree que los militares se ensañaron con Víctor y le dieron una muerte tan horrenda?

—Víctor era representante del pueblo chileno. Un representante para ellos muy notorio y desafiante. Ahí hubo un tema de clase, además de político. Un deseo de humillar a Víctor, de amedrentarlo, porque era un representante destacado del pueblo que además no era arribista, sino orgulloso de su pertenencia al pueblo. Además, era una figura que les provocaba mucha contradicción porque era respetado y alabado en todos los círculos culturales del "establishment". El mismo diario El Mercurio lo elogiaba como director teatral, como artista.

¿Era desafiante porque no aspiraba a ser como los de la clase que lo alababan, sino que defendía su identidad...?

—Claro, lo peor para ellos es que Víctor no era arribista, no les halagaba, no se subyugaba. Él decía, "Yo soy del pueblo y lo que me importa es el pueblo chileno. O mi clase. Yo vengo de esta clase, de los más pobres y canto por ellos y para ellos". Él no trató de cambiar de clase social. Tampoco vivía mal. Él decía que no necesitaba estar sucio y rotoso para hablar del pueblo, que los que necesitaban ir a vivir a una población para hablar del pueblo eran los hijos de la burguesía.

Usted ha sido testigo del desarrollo de la izquierda en Chile y de los movimientos sociales en estos 40 años. ¿Cuál es su opinión?

—La verdad es que para mí ha sido decepcionante. Súper decepcionante. Con demasiado miedo. Pero yo celebro el movimiento de los estudiantes, la gente joven. Ellos ya no se dejan engañar, no tienen miedo.

¿Qué le diría usted a los políticos...?

—Nada… (Silencio) Yo he sido fiel a lo que pienso. Tal vez yo sea individualista en ese sentido, pero he tratado de entregar el pensamiento, los valores, la obra de Víctor y agradezco la cooperación de todas las personas que han apoyado a la fundación (Fundación Víctor Jara) que es totalmente independiente. Por eso somos tan pobres. No contamos con ninguna subvención de nadie. De ningún partido político ni de ningún gobierno.

La fundación ha tenido bastantes problemas para funcionar en este último tiempo. ¿Cree usted que hay acoso político?

—Indudablemente ha habido acoso político. Pero también es cierto que muchos de los problemas que hoy tenemos se deben a nuestra propia inexperiencia en materias en las que no nos manejábamos. Temas legales, judiciales, etc. Esto de querer ser independiente ante todo, también ha tenido un costo para nosotros, porque nuestro mundo es el quehacer artístico y es a veces muy ajeno a la burocracia.

Para muchos artistas del mundo es inconcebible que la Fundación Víctor Jara no reciba un apoyo permanente como política de Estado. ¿Qué piensa usted?

—Sí, es cierto que eso allá fuera cuesta creer. Nosotros hemos funcionado a veces con proyectos Fondart, que son proyectos financiados por el gobierno pero que se concursa y no es permanente y no dejan nada a la fundación. Nosotros hicimos una gran inversión que fue también una gran equivocación: edificar el galpón (Galpón Víctor Jara) en un terreno arrendado. De ahí nacen gran parte de nuestros problemas actuales. Obviamente, la fundación y la figura de Víctor aún tienen enemigos en Chile. También nos ofrecieron y luego nos quitaron la posibilidad de ocupar el Estadio Chile (actual Estadio Víctor Jara) para el funcionamiento de la Fundación. Actualmente el Estadio Chile no se puede ocupar como lugar de cultura.

Como artista, ¿qué le pasa cuando se encuentra con estos obstáculos en Chile para poder seguir difundiendo el trabajo de Víctor, haciendo cultura?

—Me produce tristeza, frustración y rabia, también. No hay visión de lo que significa el arte en el desarrollo del ser humano. Claro, el deporte es cultura pero no tiene el mismo valor que la danza, que la música, que la poesía en el desarrollo del ser humano. Sobre todo en cuanto a la participación de las personas en procesos creativos.

Usted ha dicho que no cree en la justicia chilena y consecuentemente han buscado ayuda fuera del país, específicamente, ahora entra en el caso la reconocida abogada española Almudena Bernabéu. ¿Qué espera usted del caso?

—Ella es nuestra abogada, pero el contacto fue de parte de ellos: una organización muy prestigiosa en derechos humanos. El Center for Justice & Accountability. Ellos han sido muy exitosos en casos de derechos humanos como el de los sacerdotes jesuitas asesinados en El Salvador (1989). Ellos han logrado que los criminales de los derechos humanos sean llevados a la justicia. Especialmente, criminales de América Latina que buscan refugio en Estados Unidos y consiguen, incluso, la nacionalidad norteamericana.

¿Como el caso de Pedro Barrientos identificado como el autor material del asesinato de su marido?

—Sí, como el caso de Pedro Pablo Barrientos...

¿Qué espera usted o que le gustaría que consiguieran estos abogados en su caso?

—Mira, como la iniciativa no fue nuestra, pero dado a que ellos se especializan en procesos civiles donde aparentemente la idea es también una compensación económica, lo que este centro ha logrado muy bien es mucha resonancia a nivel de la opinión pública, porque es un gran apoyo al proceso de extradición que es extremadamente lento porque debe aprobarse por el gobierno de Estados Unidos. La idea es que esta persona que ha sido identificada y que está siendo procesada como el autor del asesinato de Víctor sea traído a Chile y pueda enfrentar un juicio acá.

Joan Jara: ¿cuál es su deseo con respecto a la justicia?

—Para mí es muy tarde la justicia. Es imposible hablar de reparación, porque lo que hicieron en mi vida no tiene reparación. No la tendrá nunca. En ese sentido, yo antepongo la importancia de la verdad antes que la justicia, porque para la historia futura es tremendamente importante que el proceso judicial se cumpla cabalmente, porque es ese proceso el que pasará a la historia y a las futuras generaciones para que nunca más ocurra algo como lo que ocurrió en Chile. No saber la verdad, toda esa gente que lleva buscando los restos de sus seres queridos, eso es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Eso va pasando de generación en generación. Es una especie de veneno que circula y que daña a la sociedad en su conjunto. Primero hay que limpiar, luego hablar de reconciliación. La juventud necesita la justicia.

A 40 años del golpe de Estado, Víctor Jara es un ícono mundial de dignidad. Pinochet murió repudiado por el mundo entero, de una manera abyecta, escondiéndose, mintiendo. ¿Se podría decir que Víctor ganó esta guerra?

—(Duda) La guerra moral... como ganó el amor. Lo que Víctor representa es algo tremendamente positivo para la humanidad, pero lamentablemente el mundo sigue siendo regido por los mismos poderes que lo mataron. La victoria nuestra es moral, una cosa etérea, pero en el mundo siguen los Pinochet. Es algo que no puedo expresar. Los valores de Víctor son una aspiración, una esperanza, pero los valores de Pinochet son una realidad.

Cuando ustedes estaban juntos los años 60 – 70, ¿pensaron que la obra de Víctor Jara alcanzaría dimensiones mundiales?

—No. Víctor era en ese sentido bien humilde. Lo que le importaba era su quehacer artístico, su mensaje, su contacto con el pueblo. Él trataba de interpretar a su pueblo. Esa era su mayor preocupación. Sus canciones no fueron hechas en "estudio" aislado, sino que iban saliendo de su propia vida. Eso le da una autenticidad muy grande. Los personajes de sus canciones son reales. Él nunca estuvo preocupado por la fama ni por la plata ni por hacer una "carrera" porque su carrera era ser director teatral donde fue muy exitoso. El canto para él era algo esencial en lo que expresaba sus propios valores, con las personas, con su compromiso político. Él ni se imaginaba lo que significaba. Siempre recuerdo que él se emocionó muchísimo una vez que escuchó una grabación de un artista en Alemania que cantaba un tema suyo. Estaba muy, muy sorprendido. Eso fue en el año 73 cuando la solidaridad en el mundo estaba con Chile.

En esa época los ojos del mundo estaban puestos en Chile ¿No era raro para un país tan aislado?

—Durante la Unidad Popular, sí. Había un gran interés por este experimento que era la posibilidad de llegar al socialismo a través de la vía democrática. Había mucha gente que se entusiasmaba en el mundo entero que quería aportar, ayudar. Aquí estaba lleno de extranjeros que venían a vivir este proceso. Y así como estaban los amigos en el mundo, también estaban los enemigos de este experimento, muy preocupados, atentos y complotando, boicoteando con el apoyo de la CIA, el financiamiento a los enemigos de Allende. Era como una gran olla burbujeando

En ese marco de muchos cambios, de energías enfrentadas, ¿cómo fue unir sus vidas?

—Nosotros estuvimos juntos desde 1960. En ese momento la vida era relativamente apacible. Se podía tener una vida en conjunto, una vida familiar. Después, ya en el año 1970, empezó el gran movimiento social. Ahora, siempre hubo mucho movimiento político dentro de los círculos culturales. Los artistas Pablo Neruda, Violeta Parra eran dos figuras muy importantes que tenían un compromiso político de gran inspiración para muchos otros artistas. Como inglesa, yo me sorprendí con este compromiso. Todos los 1 de mayo, en todas las fechas importantes para el movimiento social, los artistas estaban en las marchas, en los escenarios con sus guitarras cantando gratuitamente junto a los obreros. Era como una tradición ya instalada. Pero esto se fue poniendo cada vez más tenso hasta que ya en la Unidad Popular uno se postergaba la vida personal por la vida política. Vivíamos pendientes, con tareas. Nos veíamos cada vez menos. Recuerdo que desde la última elección —marzo hasta septiembre— todo el trabajo de las elecciones, el viaje a Perú, después canturreos por todo el país... Se postergaba todo lo personal.

¿Qué hay de cierto sobre eso que usted tenía celos de la guitarra de Víctor Jara?

—(Risas). Eso lo escribí yo misma en el libro ["Víctor Jara: Un canto truncado"]. Pero decía textual que yo podría haber estado celosa de la guitarra de Víctor porque él andaba con la guitarra por todos lados. Era como su otra parte, otra parte de él acostumbrada a su cuerpo. Pero era una parte que él compartía conmigo. Si estaba componiendo, él empezaba a conversarme, a mostrarme qué me parecía lo que estaba haciendo. Él me incorporaba en su mundo de creación. Yo tenía una carrera artística también. De repente él llegaba con una base instrumental y me decía, "¿Qué te parece para una coreografía?", dialogábamos mucho.

Las letras de las canciones de Víctor son muy poéticas. ¿Qué es lo que nacía primero: la letra o la melodía?

—Eso variaba, pero en general, cuando salía más rápido la canción es cuando tenía la letra. Ya teniendo la letra, la música salía orgánicamente al servicio de la letra. Pero si tenía una música sin letra, esta solía quedar como instrumental. Tenía varias piezas de ese tipo.

Víctor realiza una extraña mezcla entre innovación y tradición. ¿Diría usted que eso lo ubica como un artista de vanguardia?


—A mí no me corresponde decirlo, pero mucha gente así lo dice: que él abrió caminos, que fue un adelantado para su época. Hubo una gran discusión durante los años de 1960 de cómo se trataba el folclor: como algo vivo o como una tradición que se debe conservar sin tocarla. ¿Se puede transformar? ¿Se puede usar como una base? En ese dilema Víctor fue muy aventurero siguiendo solo lo que él quería comunicar. En él nace primero la idea y después la manera de comunicarla. Eso le pasaba por ejemplo en esta aventura que hizo con Los Blops (conjunto de rock chileno de comienzo de los años de 1960) trabajando con roqueros (...) tanto en teatro como en música, él hacía experimentos muy conmovedores, trabajaba por igual con la voz, el movimiento, la mente y el corazón. Era muy humano, muy integral.


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