En julio de 2004, una breve columna de opinión firmada por el filósofo francés
Michel Onfray, y publicada en “Suplemento Cultural Ñ”, desató la furia de
pensadores y lectores adscritos a los credos mayores. El título de la nota era
“Contra los monoteísmos”.
Onfray fustigaba y argumentaba, con cierto rencor, contra las tres principales religiones mundiales. “El judaísmo, el cristianismo y el islamismo corrompen por igual la vida de millones de individuos en el planeta; fomentan guerras, conflictos, odios dirigidos contra uno mismo, los otros y el mundo; predican amor al prójimo y dan sablazos a diestra y siniestra”, escribió.
Las expresiones que surgieron en contra de esta nota volvieron a demostrar que el tema genera debates sin acuerdos a la vista y que no hay últimas palabras en torno a la discusión religiosa. Onfray publicó un libro que continúa y profundiza el debate demoliendo los monoteísmos y el pensamiento religioso en sí: Tratado de ateología (De la Flor).
Este pensador solitario ha ofrecido en libros anteriores visiones marginales y experimentales sobre la filosofía y sus alrededores. Son propias de quien ha elegido el camino que circunda y evita la academia. Fuera del circuito universitario tradicional co-fundó la Universidad Popular de Caen: “Una experiencia maravillosa: hay por lo menos doce seminarios, más de quinientas personas por semana. Es una verdadera felicidad poder filosofar libremente con personas libres”. Cruzó filosofía y gastronomía, rebeldía, anarquismo y le dedicó un libro muy entretenido a los filósofos “perros”: Diógenes y los seguidores de la escuela cínica.“Siempre vuelvo a Diógenes, es un filósofo revolucionario. ¡Siempre me pregunto qué sería y qué haría Diógenes si viviera hoy!”.
Onfray es un ateo activo y como tal celebra el modo de vida que se debe llevar: “El ateo, para sobrevivir a la angustia global y al miedo a la muerte, filosofa”, sostiene. También explica que no hay lugar para la mujer en las religiones: “Los monoteísmos no aman lo femenino de la mujer, sino a la madre y esposa, vale decir la renuncia social, cultural, de su libido, que asusta a los hombres y la mayor parte de las veces los convierte en malos amantes, incapaces de darles verdadero placer. Aterrados por el complejo de castración, los hombres que crearon el monoteísmo desprecian a la mujer y celebran las únicas dos maneras de salvarla: el matrimonio y la maternidad. Dos formas de alienarla”.
Con cuál de estas dos variantes se identifica: ¿Dios está muerto, como lo dictaminó Nietzsche, entre otros, o nunca existió?
– En mi libro digo que existió como una ficción, como existe Madame Bovary, como el Zorro o Papá Noel, creado por la impotencia humana transfigurada en superpotencia y adorada como tal. Pero es ficción. Dios existe, pero como ficción. Esa es la posición de un ateo como yo. Ahora bien, una ficción no muere.
Usted es nietzscheano pero no acuerda con Nietzsche en este punto, entonces…
–Dios no está muerto ni agonizante, al contrario de lo que pensaban Nietzsche y Heine, porque no es mortal. Las ficciones no mueren, las ilusiones tampoco; un cuento para niños no se puede refutar. Ni el hipogrifo ni el centauro están sometidos a la ley de los mamíferos. Un pavo real, un caballo, sí; un animal del bestiario mitológico, no. Ahora bien, Dios proviene del bestiario mitológico como miles de otras criaturas que aparecen en los diccionarios en innumerables entradas, entre “Démeter” y “Discordia”. Así pues, Dios durará tanto como las razones que lo hacen existir; sus negadores también… ¡Parece un inmortal!
Dostoievsky dijo que si Dios no existe, todo está permitido…
–Es al revés: si Dios existe, todo está permitido. Como dijo Simon de Monfort al exterminar a los cátaros: “Mátenlos a todos; Dios reconocerá a los suyos”. Hace dos mil años que se cree en Dios, y se luchó contra el mundo entero en su nombre. Todo fue posible: genocidios, etnocidios, homicidios. La mayoría de las veces son los creyentes los que los cometen, no los ateos, que yo sepa.
¿Cómo se interesó por el trabajo sobre el ateísmo? No parece un tema muy popular…
–Fue después de escribir Féeries anatomiques, un libro consagrado a la bioética en el que hablaba del hincapié que hace la religión cristiana en la construcción de esa Edad Media médica en la que nos encontramos: hacemos a un lado la revolución transgénica, sobre todo debido a lugares comunes cristianos que nublan el espíritu de la mayor parte de la gente. Yo instaba a una decristianización de los cerebros y las conciencias. El libro me valió amenazas de muerte por parte de algunos cristianos. Decidí, entonces, por espíritu de contradicción, escribir el Tratado de ateología para hundir el clavo. La palabra “ateo” adquiere el valor de insulto categórico. El ateo es el inmoral, amoral e inmundo, culpable de querer saber más o de estudiar los libros de todo aquel que ha adquirido el epíteto.
¿Qué recepción tuvo su libro en Francia? ¿Qué opinaron las personas religiosas?
–Reaccionaron con gran violencia, con una inmensa mala fe, con tergiversación de la información y ataques personales. Hasta se escribieron tres libros específicamente en mi contra. Sin embargo, se vendieron más de 200.000 ejemplares del mío, lo cual es mucho más importante que el odio (que esperaban) de los creyentes.
Usted se declara ateo, ¿no se confunde su postura personal con su objeto de estudio?
–Mi ateísmo se enciende cuando la creencia privada se convierte en un asunto público y cuando, en nombre de una patología mental personal, se organiza el mundo también para el prójimo. Porque de la angustia personal al manejo del cuerpo y alma del otro, hay un mundo en el que bullen, emboscados, los aprovechadores de esa miseria espiritual y mental. El hecho de desviar la pulsión de muerte que los martiriza hacia la totalidad del mundo no salva al atormentado, no modifica su miseria, sino que contamina el universo.
¿Pero la religión no cumple una función social, digamos, en el mundo de hoy?
–Sigo siendo muy marxista en ese aspecto. La religión sigue siendo el opio del pueblo, el refugio de los explotados, los humildes, los débiles, los que no tienen poder, los preocupados, los angustiados, los excluidos sociales. Y esos son el mundo entero.
¿No cree que hoy se percibe un retorno a la religiosidad y una declinación de las prácticas religiosas tradicionales?
–Todo depende del lugar del mundo de que se trate. En Europa hay un retorno; en los países de Asia y Oriente hay una expansión; en EE.UU., un refuerzo. El fin de las ideologías, de los grandes discursos políticos y éticos, dejó a los hombres desamparados, y éstos se refugian en un cielo que permite todos los delirios para hacer la vida más vivible. No satisfecho con la prohibición de comer el fruto prohibido, Dios no cesó de manifestarse mediante interdicciones. Las religiones monoteístas no viven sino de prescripciones y de exhortaciones: hacer y no hacer, decir y no decir, pensar y no pensar… Prohibido y autorizado, lícito e ilícito, los textos religiosos abundan en codificaciones existenciales, alimentarias, de comportamiento, rituales, etcéctera.
¿Usted propone volver a un estado de “pureza”, con un hombre sin religión?
–Lo que propongo es terminar con la costumbre religiosa del pensamiento mágico para ingresar por fin a una era filosófica: trabajo en la democratización de la filosofía en la Universidad Popular que creé en Caen, Normandía, para invitar a la mayor cantidad posible de gente a derribar los mitos, las fábulas, los relatos infantiles, y a hacer funcionar la razón y la inteligencia.
Pero, ¿acaso la filosofía no proviene de los dioses?
–El dios de los filósofos entra a menudo en conflicto con el de Abraham, de Jesús y Mahoma. En primer lugar porque el primero proviene de la inteligencia, la razón, la deducción, el razonamiento, y luego porque el segundo presupone más bien el dogma, la revelación y la obediencia, por la colisión entre los poderes espiritual y temporal. El Dios de Abraham designa más bien al de Constantino, después al de los papas o al de los príncipes guerreros muy poco cristianos. Poco que ver con las construcciones extravagantes erigidas en forma tosca con causas sin causa, los primeros motores inmóviles, ideas innatas y otras pruebas cosmológicas, ontológicas o físico-teológicas.
¿Los filósofos griegos eran ateos, Epicuro por ejemplo?
–Desde sus inicios Epicuro se vio obligado a enfrentar acusaciones de ateísmo. Pero ni él ni los epicúreos negaban la existencia de los dioses. Compuestos de materia sutil, numerosos, instalados en los intermundos, impasibles, indiferentes al destino de los hombres y al devenir del mundo, verdaderas encarnaciones de la ataraxia, ideas de la razón filosófica, modelos capaces de engendrar sabiduría en la imitación, los dioses del filósofo y sus discípulos existían, aunque pareciera imposible, y además, en gran cantidad. Pero no como los de la ciudad griega, que exhortaban a plegarse a las exigencias comunitarias y sociales. Ese era su único error: su naturaleza antisocial.
Para los devotos, Dios es el centro del universo. ¿Cuál es el centro para los ateos?
–¿Por qué buscar un centro? ¿Qué es el centro del cuerpo? El universo no tiene centro. Es un universo infinito. Hay que terminar con esa historia del centro.
¿Cualquiera puede hacer su interpretación del evangelio? ¿Hitler también lo interpretó a su modo como señala en su libro?
–Sí. Todo tiene su opuesto en los textos religiosos, que escribieron centenares de personas en el transcurso de centenares de siglos. Están llenos de contradicciones. En ellos encontramos lo mejor (elogio de la paz, del perdón, de la benevolencia) y lo peor (la guerra, la venganza, la violencia). Según lo que se tome, puede constituir un conocimiento pacífico o un arma de guerra: la Iglesia Católica Apostólica Romana optó por la segunda vía.
Usted menciona en su libro al ateísmo cristiano… ¿No es una contradicción en sí?
–Es la posición de algunos filósofos que, en Francia, dicen que no creen en Dios (por lo cual son ateos), pero que suscriben todos los valores cristianos (en lo que son, por lo tanto, cristianos y ateos). ¡Extraña quimera! Pero existe, y caracteriza a un negador de Dios que afirma al mismo tiempo la excelencia de los valores cristianos y la índole insuperable de la moral evangélica. Su trabajo presupone la disociación de la moral y la trascendencia: el bien no tiene necesidad de Dios, de cielo o de un anclaje inteligible, pues se basta a sí mismo y depende de una necesidad inmanente: proponer una regla de juego y un código de conducta entre los hombres.
George Bush y Osama bin Laden son hombres religiosos, ¿qué opina del enfrentamiento que mantienen?
–Los dos me producen el mismo efecto: no voy a elegir ni el judeocristianismo de Bush ni el islamismo de Bin Laden. Es otro de los motivos por los que propongo el ateísmo como invitación a no elegir entre dos visiones del mundo que repruebo.
¿Ser ateo es peligroso para la sociedad?
–¡No! Es mejor que ser creyente. Cuando se cree obedecer un mandato divino, se actúa sin tener en cuenta la razón.
¿Qué posición tomó en el debate sobre el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas en Francia?
–Estoy a favor de una escuela laica en la que se evite mostrar de forma ostensible y de manera militante a qué religión se pertenece. Por lo tanto, soy partidario de la prohibición de los símbolos religiosos (y no sólo del velo, sino también de la kippá y del crucifijo) en la escuela republicana francesa. En la calle cada uno puede hacer lo que quiera. Por otra parte, en los palacios de Justicia de Francia, están prohibidos los símbolos religiosos ostentosos y ostensibles. No se puede dictar una resolución legal bajo un crucifijo colgado de la pared, menos aún bajo un versículo de la Torá o un sura del Corán. Tanto el código civil como el penal pretenden afirmar el derecho y la ley con independencia de la religión y de la Iglesia. Ahora bien, no hay nada en la jurisdicción francesa que contradiga esencialmente las prescripciones de la Iglesia Católica. La ausencia de un crucifijo en la sala de audiencias no garantiza la autonomía de la Justicia con respecto a la religión dominante.
¿Debemos temer la posibilidad de una guerra entre los fundamentalismos religiosos?
–Lo que ha ocurrido en los suburbios franceses nos lleva a pensar en ese tema. Creo que sí. (*)
(*) Fuente: Entrevista realizada por Héctor Pavor a Michael Onfray editada originalmente en Suplemento Cultural Ñ del Diario Clarín, Buenos Aires, Argentina.
Hector Pavón: Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en los diarios La Nación, Diario Popular y en el diario Clarín desde 1995. Actualmente escribe artículos sobre política, sociedad y cultura en la Revista Cultural Ñ de dicho diario.
ACLARACIÓN: El título de esta entrevista ha sido propuesto por el autor de este blog, pues el original tenía el genérico "Contra los monoteísmos".
Onfray fustigaba y argumentaba, con cierto rencor, contra las tres principales religiones mundiales. “El judaísmo, el cristianismo y el islamismo corrompen por igual la vida de millones de individuos en el planeta; fomentan guerras, conflictos, odios dirigidos contra uno mismo, los otros y el mundo; predican amor al prójimo y dan sablazos a diestra y siniestra”, escribió.
Las expresiones que surgieron en contra de esta nota volvieron a demostrar que el tema genera debates sin acuerdos a la vista y que no hay últimas palabras en torno a la discusión religiosa. Onfray publicó un libro que continúa y profundiza el debate demoliendo los monoteísmos y el pensamiento religioso en sí: Tratado de ateología (De la Flor).
Este pensador solitario ha ofrecido en libros anteriores visiones marginales y experimentales sobre la filosofía y sus alrededores. Son propias de quien ha elegido el camino que circunda y evita la academia. Fuera del circuito universitario tradicional co-fundó la Universidad Popular de Caen: “Una experiencia maravillosa: hay por lo menos doce seminarios, más de quinientas personas por semana. Es una verdadera felicidad poder filosofar libremente con personas libres”. Cruzó filosofía y gastronomía, rebeldía, anarquismo y le dedicó un libro muy entretenido a los filósofos “perros”: Diógenes y los seguidores de la escuela cínica.“Siempre vuelvo a Diógenes, es un filósofo revolucionario. ¡Siempre me pregunto qué sería y qué haría Diógenes si viviera hoy!”.
Onfray es un ateo activo y como tal celebra el modo de vida que se debe llevar: “El ateo, para sobrevivir a la angustia global y al miedo a la muerte, filosofa”, sostiene. También explica que no hay lugar para la mujer en las religiones: “Los monoteísmos no aman lo femenino de la mujer, sino a la madre y esposa, vale decir la renuncia social, cultural, de su libido, que asusta a los hombres y la mayor parte de las veces los convierte en malos amantes, incapaces de darles verdadero placer. Aterrados por el complejo de castración, los hombres que crearon el monoteísmo desprecian a la mujer y celebran las únicas dos maneras de salvarla: el matrimonio y la maternidad. Dos formas de alienarla”.
Con cuál de estas dos variantes se identifica: ¿Dios está muerto, como lo dictaminó Nietzsche, entre otros, o nunca existió?
– En mi libro digo que existió como una ficción, como existe Madame Bovary, como el Zorro o Papá Noel, creado por la impotencia humana transfigurada en superpotencia y adorada como tal. Pero es ficción. Dios existe, pero como ficción. Esa es la posición de un ateo como yo. Ahora bien, una ficción no muere.
Usted es nietzscheano pero no acuerda con Nietzsche en este punto, entonces…
–Dios no está muerto ni agonizante, al contrario de lo que pensaban Nietzsche y Heine, porque no es mortal. Las ficciones no mueren, las ilusiones tampoco; un cuento para niños no se puede refutar. Ni el hipogrifo ni el centauro están sometidos a la ley de los mamíferos. Un pavo real, un caballo, sí; un animal del bestiario mitológico, no. Ahora bien, Dios proviene del bestiario mitológico como miles de otras criaturas que aparecen en los diccionarios en innumerables entradas, entre “Démeter” y “Discordia”. Así pues, Dios durará tanto como las razones que lo hacen existir; sus negadores también… ¡Parece un inmortal!
Dostoievsky dijo que si Dios no existe, todo está permitido…
–Es al revés: si Dios existe, todo está permitido. Como dijo Simon de Monfort al exterminar a los cátaros: “Mátenlos a todos; Dios reconocerá a los suyos”. Hace dos mil años que se cree en Dios, y se luchó contra el mundo entero en su nombre. Todo fue posible: genocidios, etnocidios, homicidios. La mayoría de las veces son los creyentes los que los cometen, no los ateos, que yo sepa.
¿Cómo se interesó por el trabajo sobre el ateísmo? No parece un tema muy popular…
–Fue después de escribir Féeries anatomiques, un libro consagrado a la bioética en el que hablaba del hincapié que hace la religión cristiana en la construcción de esa Edad Media médica en la que nos encontramos: hacemos a un lado la revolución transgénica, sobre todo debido a lugares comunes cristianos que nublan el espíritu de la mayor parte de la gente. Yo instaba a una decristianización de los cerebros y las conciencias. El libro me valió amenazas de muerte por parte de algunos cristianos. Decidí, entonces, por espíritu de contradicción, escribir el Tratado de ateología para hundir el clavo. La palabra “ateo” adquiere el valor de insulto categórico. El ateo es el inmoral, amoral e inmundo, culpable de querer saber más o de estudiar los libros de todo aquel que ha adquirido el epíteto.
¿Qué recepción tuvo su libro en Francia? ¿Qué opinaron las personas religiosas?
–Reaccionaron con gran violencia, con una inmensa mala fe, con tergiversación de la información y ataques personales. Hasta se escribieron tres libros específicamente en mi contra. Sin embargo, se vendieron más de 200.000 ejemplares del mío, lo cual es mucho más importante que el odio (que esperaban) de los creyentes.
Usted se declara ateo, ¿no se confunde su postura personal con su objeto de estudio?
–Mi ateísmo se enciende cuando la creencia privada se convierte en un asunto público y cuando, en nombre de una patología mental personal, se organiza el mundo también para el prójimo. Porque de la angustia personal al manejo del cuerpo y alma del otro, hay un mundo en el que bullen, emboscados, los aprovechadores de esa miseria espiritual y mental. El hecho de desviar la pulsión de muerte que los martiriza hacia la totalidad del mundo no salva al atormentado, no modifica su miseria, sino que contamina el universo.
¿Pero la religión no cumple una función social, digamos, en el mundo de hoy?
–Sigo siendo muy marxista en ese aspecto. La religión sigue siendo el opio del pueblo, el refugio de los explotados, los humildes, los débiles, los que no tienen poder, los preocupados, los angustiados, los excluidos sociales. Y esos son el mundo entero.
¿No cree que hoy se percibe un retorno a la religiosidad y una declinación de las prácticas religiosas tradicionales?
–Todo depende del lugar del mundo de que se trate. En Europa hay un retorno; en los países de Asia y Oriente hay una expansión; en EE.UU., un refuerzo. El fin de las ideologías, de los grandes discursos políticos y éticos, dejó a los hombres desamparados, y éstos se refugian en un cielo que permite todos los delirios para hacer la vida más vivible. No satisfecho con la prohibición de comer el fruto prohibido, Dios no cesó de manifestarse mediante interdicciones. Las religiones monoteístas no viven sino de prescripciones y de exhortaciones: hacer y no hacer, decir y no decir, pensar y no pensar… Prohibido y autorizado, lícito e ilícito, los textos religiosos abundan en codificaciones existenciales, alimentarias, de comportamiento, rituales, etcéctera.
¿Usted propone volver a un estado de “pureza”, con un hombre sin religión?
–Lo que propongo es terminar con la costumbre religiosa del pensamiento mágico para ingresar por fin a una era filosófica: trabajo en la democratización de la filosofía en la Universidad Popular que creé en Caen, Normandía, para invitar a la mayor cantidad posible de gente a derribar los mitos, las fábulas, los relatos infantiles, y a hacer funcionar la razón y la inteligencia.
Pero, ¿acaso la filosofía no proviene de los dioses?
–El dios de los filósofos entra a menudo en conflicto con el de Abraham, de Jesús y Mahoma. En primer lugar porque el primero proviene de la inteligencia, la razón, la deducción, el razonamiento, y luego porque el segundo presupone más bien el dogma, la revelación y la obediencia, por la colisión entre los poderes espiritual y temporal. El Dios de Abraham designa más bien al de Constantino, después al de los papas o al de los príncipes guerreros muy poco cristianos. Poco que ver con las construcciones extravagantes erigidas en forma tosca con causas sin causa, los primeros motores inmóviles, ideas innatas y otras pruebas cosmológicas, ontológicas o físico-teológicas.
¿Los filósofos griegos eran ateos, Epicuro por ejemplo?
–Desde sus inicios Epicuro se vio obligado a enfrentar acusaciones de ateísmo. Pero ni él ni los epicúreos negaban la existencia de los dioses. Compuestos de materia sutil, numerosos, instalados en los intermundos, impasibles, indiferentes al destino de los hombres y al devenir del mundo, verdaderas encarnaciones de la ataraxia, ideas de la razón filosófica, modelos capaces de engendrar sabiduría en la imitación, los dioses del filósofo y sus discípulos existían, aunque pareciera imposible, y además, en gran cantidad. Pero no como los de la ciudad griega, que exhortaban a plegarse a las exigencias comunitarias y sociales. Ese era su único error: su naturaleza antisocial.
Para los devotos, Dios es el centro del universo. ¿Cuál es el centro para los ateos?
–¿Por qué buscar un centro? ¿Qué es el centro del cuerpo? El universo no tiene centro. Es un universo infinito. Hay que terminar con esa historia del centro.
¿Cualquiera puede hacer su interpretación del evangelio? ¿Hitler también lo interpretó a su modo como señala en su libro?
–Sí. Todo tiene su opuesto en los textos religiosos, que escribieron centenares de personas en el transcurso de centenares de siglos. Están llenos de contradicciones. En ellos encontramos lo mejor (elogio de la paz, del perdón, de la benevolencia) y lo peor (la guerra, la venganza, la violencia). Según lo que se tome, puede constituir un conocimiento pacífico o un arma de guerra: la Iglesia Católica Apostólica Romana optó por la segunda vía.
Usted menciona en su libro al ateísmo cristiano… ¿No es una contradicción en sí?
–Es la posición de algunos filósofos que, en Francia, dicen que no creen en Dios (por lo cual son ateos), pero que suscriben todos los valores cristianos (en lo que son, por lo tanto, cristianos y ateos). ¡Extraña quimera! Pero existe, y caracteriza a un negador de Dios que afirma al mismo tiempo la excelencia de los valores cristianos y la índole insuperable de la moral evangélica. Su trabajo presupone la disociación de la moral y la trascendencia: el bien no tiene necesidad de Dios, de cielo o de un anclaje inteligible, pues se basta a sí mismo y depende de una necesidad inmanente: proponer una regla de juego y un código de conducta entre los hombres.
George Bush y Osama bin Laden son hombres religiosos, ¿qué opina del enfrentamiento que mantienen?
–Los dos me producen el mismo efecto: no voy a elegir ni el judeocristianismo de Bush ni el islamismo de Bin Laden. Es otro de los motivos por los que propongo el ateísmo como invitación a no elegir entre dos visiones del mundo que repruebo.
¿Ser ateo es peligroso para la sociedad?
–¡No! Es mejor que ser creyente. Cuando se cree obedecer un mandato divino, se actúa sin tener en cuenta la razón.
¿Qué posición tomó en el debate sobre el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas en Francia?
–Estoy a favor de una escuela laica en la que se evite mostrar de forma ostensible y de manera militante a qué religión se pertenece. Por lo tanto, soy partidario de la prohibición de los símbolos religiosos (y no sólo del velo, sino también de la kippá y del crucifijo) en la escuela republicana francesa. En la calle cada uno puede hacer lo que quiera. Por otra parte, en los palacios de Justicia de Francia, están prohibidos los símbolos religiosos ostentosos y ostensibles. No se puede dictar una resolución legal bajo un crucifijo colgado de la pared, menos aún bajo un versículo de la Torá o un sura del Corán. Tanto el código civil como el penal pretenden afirmar el derecho y la ley con independencia de la religión y de la Iglesia. Ahora bien, no hay nada en la jurisdicción francesa que contradiga esencialmente las prescripciones de la Iglesia Católica. La ausencia de un crucifijo en la sala de audiencias no garantiza la autonomía de la Justicia con respecto a la religión dominante.
¿Debemos temer la posibilidad de una guerra entre los fundamentalismos religiosos?
–Lo que ha ocurrido en los suburbios franceses nos lleva a pensar en ese tema. Creo que sí. (*)
(*) Fuente: Entrevista realizada por Héctor Pavor a Michael Onfray editada originalmente en Suplemento Cultural Ñ del Diario Clarín, Buenos Aires, Argentina.
Hector Pavón: Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en los diarios La Nación, Diario Popular y en el diario Clarín desde 1995. Actualmente escribe artículos sobre política, sociedad y cultura en la Revista Cultural Ñ de dicho diario.
ACLARACIÓN: El título de esta entrevista ha sido propuesto por el autor de este blog, pues el original tenía el genérico "Contra los monoteísmos".
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