Actriz, dramaturga y miembro de Los
del Quinto Piso. Su obra ha recorrido Latinoamérica y ha sido traducida al
inglés e italiano. Fue elegida como el personaje
de la escena cultural de 2013 por El Diario de Hoy.
El Teatro Nacional de San Salvador huele a religión. No por
su preciosa arquitectura interior, sino por su solemne silencio. De él sale una
mujer que entre los brazos trae el mejor regalo que le ha dado la vida: una
niña de apenas 13 meses de edad.
Se trata de la mujer que cambió la sicología por el teatro.
Le apostó a ese camino y ahora habla con toda propiedad sobre él. Cuba le
otorgó en 2010 un prestigioso reconocimiento: el Premio Casa de las Américas.
En El Salvador lo obtuvieron Roque Dalton, Manlio Argueta, Claribel Alegría y
Mario Lungo. Jorgelina Cerritos se convirtió así en la primera mujer en
alcanzar tan importante galardón para el teatro salvadoreño.
Con "Retratos de aldea en blanco" obtuvo en este
2013 el título Gran Maestre en Dramaturgia. Antes (2004) ya se había agenciado
otro: el Gran Maestre en Teatro Infantil.
Para romper el hielo, ¿podría decirnos quién es Jorgelina
Cerritos?
(Ríe). Qué manera más fácil de romper el hielo... Soy una
mujer salvadoreña que se dedica en cuerpo y alma y a tiempo completo al teatro
en sus diferentes facetas: actriz, dramaturga, facilitadora de talleres.
También soy madre y esposa. Ese cúmulo de roles lo asumo con el mayor de los gustos.
La creación necesita mucho tiempo, concentración, afinación.
¿Cómo logra desenvolverse artísticamente con esos roles?
Ser madre es uno de los nuevos roles en mi vida. Mi bebé
tiene 13 meses y es algo que todavía estoy aprendiendo. El punto en todo esto
de los roles es la disciplina y la dedicación. Cuando decidí que el teatro era
lo mío, entonces discriminé todo aquello que consideré un obstáculo. Hay gente
que me dice: Vos sos sicóloga. ¿Por qué no ejercés? Pero yo siempre he
considerado el teatro como una profesión. Por eso voy discriminando los ruidos
que a veces otros pueden considerar necesarios en sus vidas. Nunca lo he
considerado y nunca me ha gustado dedicarme al teatro en mi tiempo libre. Más
bien acomodo en mi tiempo libre las otras cosas que no son directamente
teatrales.
Aunque no ejerza la sicología, ¿cómo le ha servido esta para
sus creaciones?
Como parte de tu formación está ahí. No te podría decir si
de manera consciente he utilizado la sicología a la hora de abordar a un
personaje en un escrito o en una escena. Considero que es un conocimiento que
vas acumulando y que está ahí y en el momento que lo necesitás echás mano de
él.
Cuando dijo "Mi apuesta es el teatro", supo hasta
dónde quería llegar. Lo menciono por los premios que han aparecido en su
carrera desde el año 2000.
Lo que imaginé es que quizás iba a tener mi propio grupo,
que iba a hacer mi propia propuesta de teatro para y desde este país. Sí tenía
claro que iba a encontrar compañeros con los cuales iba a coincidir en una
estética y una ética teatral. Si me hubiesen dicho en aquel momento que iba a
tener un reconocimiento internacional por dramaturgia... hubiese dicho: eso
está difícil.
Y con esta trayectoria de carrera y de premios, ¿dónde
estuvieron las dificultades?
Las primeras dificultades aparecen cuando te enfrentás con
el deseo de hacer un teatro más profesional. Llega un momento en el que decís
"necesito más formación". La carencia formativa en El Salvador es un
bache que todos los creadores de teatro de mi generación hemos experimentado.
La escasez de espacios ha sido otra dificultad. Cuando uno dice "me dedico
a tiempo completo a esto" está diciendo que esperás trabajar y comer de
esta profesión. En el ámbito como escritora, dramaturga la dificultad ha sido
comprender que el teatro también es un hecho literario y merece y necesita ser
publicado. Es algo que yo considero vital.
¿Con cuál de sus obras considera que ha dado un salto en su
carrera?
Definitivamente con "Al otro lado del mar" [premio
Casa de las Américas (Cuba) en 2010]. El premio me sacudió desde la base. Me
dije: "He dado un salto más grande del que yo pensaba allá fuera".
Asumirme actriz en la juventud (1993) era más fácil porque no sabía las
dimensiones de lo que estaba asumiendo. Ahora, casi 20 años después, las
palabras son más grandes de lo que pensaba. Sin darme cuenta todo esto venía
como un tsunami. Por ejemplo: "Respuesta para un menú" y
"Retratos de obra en blanco" son anteriores a "Al otro lado del
mar". Son las que dan origen a la dramaturgia que empiezo a escribir desde
2010 hacia acá. Ahí veo mi salto.
Corríjame si estoy equivocado. Su obra tiene una preocupación
por explorar al ser humano, pero desde la infancia, la soledad, por los túneles
que este atraviesa. Es muy intrínseca, espiritual....
Sí, hay una preocupación por el ser humano, por esa esencia.
Creo que parto de la persona de este país, no de la humanidad en general. Parto
de la Latinoamérica con la que estamos tan emparentados en lo social, cultural
y económico. Lo que he descubierto hasta el día de hoy es una necesidad de
hurgar en mí con la confianza de que esos dolores de la infancia, que esos dolores
de la adultez, que los miedos de la vejez no son solo míos, sino que encuentran
eco en otras mujeres, en otros hombres. Incluso en mis piezas infantiles
encuentro niñas preocupadas por el poder ser. Me gusta eso de espiritual, no lo
había pensado de esa manera...
Sí, su obra no desemboca en un grito existencial, sino que
es una especie de esperanza, de alivio, de salud emocional.
Sí. En el camino he descubierto que en mis piezas, por
drástica que sea una realidad como en "Vértigo 824", aún ahí planteo
una esperanza. Soy alguien que tiene fe en que la humanidad puede hacer algo
para cambiar. No importa que esa esperanza esté puesta en una mariposa, en una
golondrina, en un perro. Puede estar puesta en lo más ínfimo. Por eso sí creo
que mi teatro propone una posibilidad de esperanza.
Otra pieza que me pareció socialmente muy combativa por el
abordaje de la homosexualidad y el machismo fue "Anafilaxis". ¿Esta
se aleja de sus otros trabajos?
La considero emparentada tanto con la poética escritural
como con la temática. La homosexualidad está presente, pero también el tema de
la familia. Para mí la base de "Anifalaxis" es esta familia
destructiva, corrosiva, castrante que está fundamentada en un padre opresor,
represor y en unos hijos (dos hombres) incapaces de moverse. Hay una abuela que
está como un padre que está castrando, reprimiendo. Anafilaxis en el fondo se
trata de la familia, de quién nos construye de la forma en que somos, porque al
final de cuentas somos una construcción social. "Anafilaxis" está muy
cercana a "Vértigo 824", porque ahí estamos hablando de una familia
violenta, agresiva. Hay un padre abusador de su esposa, de su hija. Hay
incesto, se habla de suicidio. Se está reflejando la parte más oscura de la
sociedad contemporánea.
¿En qué momento aparece la diversión? ¿Viene al escribir, al
ver escenificada su obra o al ver los premios?
En todos esos momentos. Es extraño: después de leer mis
obras o al verlas escenificadas me pregunto por qué escribo esto que me hiere,
que me lastima, que me confronta con esas partes de la infancia o de la
adolescencia que quisieras que hubiesen sido de otra manera. Encontrás una
especie de gozo, no de diversión, porque estás exorcizando cosas. "La
audiencia de los confines. Primer ensayo sobre la memoria" habla sobre la
realidad política de nuestro conflicto armado. Estamos hablando de un tema
duro, pero hay una escena que se llama "El circo" y es divertida. En
los premios hay una parte de satisfacción que no podés negar, te dan seguridad
y a un país como el nuestro le dan posición en el exterior. El problema con los
premios es el ego, y en ese sentido, es bueno saberlo apartar.
Usted ya consolidó varios peldaños en su carrera y tiene
premios como el Casa de la Américas o el George Woodyard. Después de eso no se
ha preguntado, ¿y ahora qué hago?
Da miedo. Después de escribir "Al otro lado del
mar" me costó varios meses volver a escribir. Me preguntaba: "Ahora
qué hago, qué sigue". Seguí escribiendo. En algún momento se te quita el
miedo, porque la necesidad de decir más cosas es más fuerte que el temor y te
obliga a escribir. El George Woodyard me sacudió nuevamente. Afuera te piden
estudios sobre tu obra y eso tampoco te los esperás. Cuando la euforia pasa,
solo te queda seguir trabajando. Si algo vendrá, caerá por su propio peso.
José Saramago decía que los temas lo elegían a él y no al
contrario. ¿En su caso cómo es el proceso de creación?
Solo sé que algo está ahí. No me pongo racionalmente a pensarlos.
Tengo una obra pendiente, pero sé que el personaje se llama Ana. Los temas me
asaltan, no voy yo tras ellos. Se ponen en medio del camino y me dicen:
"Aquí estoy".
Los escritores, periodistas necesitan a un editor. ¿A usted
quién la edita o a quién le muestra su trabajo escrito?
A Los del Quinto Piso. Ellos tienen un mirada crítica, no es
complaciente. Les leo mi trabajo, me pongo nerviosa porque sé que no me van
aplaudirán. Mi primera confrontación, fuera de mí, es con ellos.
Hoy por hoy ¿cómo ve la escena teatral en El Salvador?
Está atravesando un buen momento a nivel de propuestas,
porque son profesionales, provocadoras. Algunas alcanzan un gran nivel
estético, son capaces de dialogar en el extranjero. Los trabajos aquí mismo en
El Salvador están generando una propuesta a tono con Centroamérica, incluso con
las de Suramérica. Estamos haciendo muy buen trabajo. Creo que cojeamos en la
creación del público, porque nosotros trabajamos para alguien, para dialogar
con la otredad, si no la escena no se complementa. La demanda del teatro en El
Salvador tiene que crecer.
¿Alguna vez le han cerrado las puertas a su trabajo?
Creo que antes de ganar el Premio Casa de las Américas, el
único grupo que se interesaba en montar mis obras eran Los del Quinto Piso. Mis
maestros y los de mi misma generación [decían]: "Sí, como que Jorgelina
escribe". Había esa nebulosa. Sí creo que pasó eso... Es que creo que para
nosotros como El Salvador es muy difícil darnos crédito a nosotros mismos y eso
nos hace más daño que bien. Antes de eso ningún director, salvo Víctor Candray,
decía "quiero leer una obra tuya para ver si la monto". Eso cambió
desde 2010 hasta la fecha. Incluso grupos de teatro me llaman para preguntarme
si podemos hacer algo juntos. Hay un antes y un después. Trabajar para y desde
mi país es la razón de ser de mi trabajo. Algunos me han preguntado por qué es
importante un premio nacional después de tener otros que son internacionales y
yo les digo que escribo desde aquí y para nosotros. El reconocimiento a nuestro
trabajo desde nuestro país es fundamental.
¿Qué espera de estas elecciones
presidenciales?
Para mí es importante que se defina una ley de cultura. Se
han generado propuestas para esto. Esa ley debe de ser viable. Otra cosa:
¿Vamos a dar el salto al ministerio de Cultura? Eso es una gran carencia que
tenemos en El Salvador. Para mí las instituciones son una reivindicación de la
sociedad. Si tenés una institución, pues tenés a dónde abocarte, a quién pedir,
a quién acudir, a quién demandar, a quién proponer, con quién trabajar. Otro
tema que está en el tapete es la formación. Creo que eso no solo depende de un
ministerio de Cultura, sino de la conformación de ministerios
multidisciplinarios: qué dirá Economía, Educación. Es importante que entremos
al diálogo internacional con otros ministerios de Cultura.