lunes, 20 de enero de 2014

Alberto Salcedo Ramos: "Los periodistas son perezosos para leer"


Es maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) que fundó su paisano, el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. Tiene en su haber prestigiosos reconocimientos como el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, el Ortega y Gasset de periodismo por su crónica "La travesía de Wikdi", el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Ha publicado los siguientes libros: "El Oro y la Oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé", "La eterna parranda. Crónicas 1997-2011". Pronto será reeditado el título "De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas".

En la charla que brindó a los periodistas, noté que la literatura tiene un gran peso en su bagaje: desde Balzac pasando por Hemingway hasta llegar a Octavio Paz y García Márquez.

Soy un gran lector. No leo de manera tan ordenada, pero soy buen lector. Siempre estoy leyendo algo. Viajo tanto que en un avión siempre me despacho un libro. ¿Sabes? La lectura me ayudó a conjurar el miedo a los aviones. Cuando aprendí a leer en los aviones, aprendí a viajar mejor. Al principio yo me paralizaba tanto. Los aviones empezaban a temblar en las turbulencias y me ponía tan nervioso. Un día descubrí que en el avión no hay nada que hacer, solo esperar que el piloto lo haga bien y llegar a mi destino. O morirme. En un avión, uno va encerrado, pero los libros son ventanas. Muy pronto aprendí que leer es una manera de pasarla bien. Emely Dickinson [poeta] decía que no hay alfombra que lo lleve más lejos a uno que un buen libro. Yo aprendí a leer antes que a ser periodista.

Sobre eso quiero que hablemos. ¿Qué autores lo formaron desde la literatura y desde el periodismo?

Los que he amado son Juan Rulfo, Dostoievski, Albert Camus, William Saroyan, Marguerite Yourcenar, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez. De los autores que han hecho no ficción me gustan Gay Talese, Truman Capote, Jimmy Breslin, John Hersey, Joseph Mitchell. De América Latina me gusta Juan Villoro, Leila Guerriero, Martín Caparrós, Julio Villanueva Chang. Creo que hay dos clases de maestros: los maestros que a uno le ponen al frente en el sistema educativo y los maestros que uno elige. Sigues la pista de los referentes que son importantes para tu oficio, que nunca estarán frente a ti dictándote una clase, pero que tú decides convertirlos en tus maestros. Yo tengo una lista grande de maestros a los que amo. Jamás me han dictado clases y ni siquiera saben que son mis maestros. De todos ellos mi preferido es Gay Talese.

Su inventario me parece interesante porque desde la literatura y el periodismo estos autores no se estudian. En periodismo ni hablar. No sé si esto sucede en Suramérica, pero los grandes ingredientes de la palabra escrita como la literatura y el periodismo no están.

¿Sabes qué pasa? Los periodistas son perezosos para leer. He oído a periodistas diciendo cosas tan absurdas como "no leo, porque no tengo tiempo". Un periodista que diga eso es equivalente a decir que un médico cirujano no tiene tiempo para hacer cirugías. No se trata de un asunto opcional. Es algo que está en la esencia del trabajo que hacemos. Hay que leer para alimentar la curiosidad por el mundo. Los libros alimentan la curiosidad del periodista.

Hagamos a un lado los manuales de periodismo y dígame desde su propia experiencia la definición de crónica.

Para mí la crónica es un género periodístico narrativo e interpretativo que tiene como función primordial el ponerle rostro a la noticia.

Hace unos días usted escribió esto en una red social: "Anotar menos y ver más". Entonces, me surgió la curiosidad por preguntarle qué grado de importancia tiene para usted la grabadora.

La grabadora es una prolongación de la memoria. Yo considero que tengo buena memoria. Me siento afortunado por eso, pero esta memoria jamás podrá competir contra la fidelidad que me garantiza la grabadora. Cuando grabo, recuerdo más. Me ayudo a recordar. La grabadora, además, le pone banda sonora a la realidad. Cuando hago una entrevista estoy pendiente de las palabras de la persona que habla conmigo y por estar tan pendiente de ella, descuido un poco los elementos del entorno, pero al llegar a casa a transcribir, pues me encuentro con la sorpresa de que no solo está la voz de la persona que entrevisté, sino que tiene otros elementos como el ladrido de un perro, el maullido de un gato, el frenazo seco de un carro en la calle. La grabadora no interrumpe el flujo de la comunicación y te permite estar pendiente del personaje: sus gestos, sus movimientos. La grabadora te guarda celosamente la voz, mientras que tú puedes entregarte a la tarea de mirar el entorno. Echarle la culpa a la grabadora por el mal periodismo es como echarle la culpa a la cama por las infidelidades.

¿Cómo es su método de trabajo? Uno sabe en qué momento inició el reporteo, pero en su caso, ¿cuándo se da cuenta que terminó lo que andaba buscando para su crónica?

Yo siento que todo está listo cuando todas las piezas están completas, cuando siento que en la mochila de viaje ya tengo toda la información que necesito para empezar a escribir la historia. Hay un momento —si sos riguroso— en el que te das cuenta que los testimonios se empiezan a repetir. Uno escucha cosas que escuchó antes. En ese momento es hora de sentarse a organizar el material y pensar cómo vas a escribir la historia.

Hablando de mochilas, usted en la mañana dijo algo así como "los periodistas aburguesados". Obviamente, estos no serían buenos para la crónica...

Los periodistas aburguesados son los que son perezosos para llenarse de barro. Yo citaba una frase de Hemingway en ese contexto: "La distancia entre el toro y el torero es inversamente proporcional al dinero que el torero tiene en el banco". Hay un momento en que el torero tiene una cuenta de ahorro tan abultada que ya no quiere acercarse al toro. Quiere disfrutar sus bienes. A los periodistas les pasa eso también. Cuando asumen cargos directivos en el que tienen un salario muy alto, ya no quieren volver a ser reporteros, ya no quieren salir a la calle a exponerse un poco para hacer un periodismo más cercano a la gente.

Recuerdo que usted escribió en una red social que en un inicio no le paraban bola con sus crónicas...

No me paraban bola porque yo era un periodista sin periódico. En realidad, siempre he sido un periodista sin periódico. Solo tuve un periodo al principio cuando empecé mi carrera profesional en el que trabajé en un diario, después de eso he sido un periodista sin periódico. Y creo que se puede hacer periodismo sin la necesidad de tener un periódico. Si uno necesitara comprar un periódico para hacer periodismo, el periodismo no existiría. Quienes compran los periódicos no son los periodistas, por lo general son los magnates.

¿Y cómo fue la experiencia de estar dentro de un periódico?

En el periódico aprendí a tomarle el pulso a la realidad. Un periódico es una gran experiencia. Es un laboratorio excepcional que te permite conocer la condición humana. Si sabes mirar, gracias a tu trabajo en un periódico, puedes mirar cosas profundas en el comportamiento de la gente. Además, puedes comprender algunas dinámicas sociales de tu entorno, de tu época.

¿Sobre qué o quién nunca escribiría?

No descarto escribir una crónica por prejuicios personales. Antes de decir no, por lo general, lo primero que hago es ir a ver qué encuentro, ver qué me puede motivar para que me active el instinto narrativo. Nunca he actuado como si fuera un divo. Jamás he actuado así. Y ojalá en la vida nunca se me ocurra actuar de esa forma. Yo soy un profesional. Hay temas que no me gustan, pero los hago.

Una curiosidad: ¿qué tanto lo editan a usted, es decir, los textos que conocemos de Alberto Salcedo Ramos pasan por un editor...?

Todos los textos pasan por un editor. Si el editor ve una palabra que no le gusta, me lo dice. Pero yo me reservo la posibilidad de tener la última palabra. Creo que me lo he ganado.

¿Y qué papel ha jugado la autocensura?

Yo no me autocensuro. Lo que hago es someterme a una vigilancia para no escribir con adjetivos facilistas con metáforas desgastadas. Siempre me vigilo para no repetirme, para no apelar a fórmulas que ya tengo patentadas. Escribo sin fórmulas. Escribo sobre la base de lo que me pide cada texto

¿Algún reclamo por alguna crónica, algo así como 'no me gustó cómo me sacaste'?

Tengo memoria de un caso. Una vez escribí sobre un futbolista del Junior, que es mi equipo favorito. El futbolista jugaba muy mal y además tenía como mala suerte. Una vez fui a verlo y ese futbolista cometió mil errores. Todo le salía patético y fue abucheado por el público. En un momento, alguien del otro equipo le pegó un patadón a este futbolista. El público dejó de abuchearlo. "Al menos nos conmovimos", dije mientras estaba viendo la escena. Entraron los médicos a atender al jugador. Todos pensaban que estaba muy mal. Todo quedó en suspenso y entendí que eso era una forma de piedad hacia el futbolista. "Por lo menos tenemos algo de compasión, no somos tan malos", me dije. Pero en ese momento el futbolista se levantó y dio saltos para continuar en el partido y alguien que estaba cerca de mí, dijo: "No joda, ese desgraciado no se lesionó". Sobre eso escribí una crónica y el protagonista se me molestó. Me dijo que él no era tan malo como yo lo pinté. Fue como un asunto de vanidad.

¿Hay una frontera entre el periodismo y literatura?

Periodismo es una cosa, literatura es otra; pero hay una variable del periodismo que es el periodismo narrativo del cual es parte la crónica. En ese periodismo narrativo hay un híbrido entre literatura y periodismo.

¿Hay una diferencia entre el periodismo suramericano y centroamericano?

No es lo mismo. Hay diferencias notables. Aquí en El Salvador siempre ha habido periodistas interesantes que tienen una voz propia. Rescato lo que hacen ustedes [El Diario de Hoy], El Faro. Casi en todos los países de nosotros [Suramérica] hay grandes cultores del periodismo narrativo.

¿Y para usted hay diferencias entre el periodismo que se realiza en España con el de Latinoamérica?

Sí, creo que el de España es más apegado a la farándula y a la política. El de América Latina es muy desenfadado en su manera de ver la realidad.

¿Cómo surge en usted el deseo por los personajes periféricos, marginales?

Siempre he creído que la prensa de América Latina es muy apegada a los círculos de poder. En los años 80 había un chiste terrible sobre las diferencias de la National Geographic y la revista Playboy: que los senos de una negra salen en National Geographic y los de una blanca en Playboy. Creo que el periodismo ha sido un rehén del poder. Como dice Norman Sims [autor de "Los periodistas literarios o el arte del reportaje personal"], hay demasiado apego al poder.

¿Hay alguna crónica escrita por usted que se haya convertido en un parteaguas en su vida, que marque un antes y un después?


Creo que la crónica de Kid Pambelé [El Oro y la Oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé] y la de El testamento del viejo Mile [compositor de La gota fría popularizada por Carlos VIves]. Esta crónica me gusta porque la investigué por mi propia cuenta, es decir, sin que nadie me la pidiera. Eso habla sobre mi compromiso que nunca es con los medios. Mi compromiso es con el género que me ha dado de comer. Yo le debo mucho al periodismo. Al periodismo le debo más que a los periódicos. No exageraría si te dijera que mi verdadera patria es el periodismo. Siento que ahí está mi patria. El periodismo me ha dado más que todos los gobiernos de mi país.

*Esta entrevista apareció originalmente en El Diario de Hoy de El Salvador. 

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