lunes, 20 de enero de 2014

Yo soy Carlos Cañas


Un texto sobre Carlos Cañas en primera persona a partir de entrevistas, declaraciones y conversaciones que el maestro de la plástica salvadoreña ha otorgado al autor de este escrito.

Yo soy el formador de la pintura en este país, les guste o no les guste. Soy el Premio Nacional de Cultura 2012. Me siento muy feliz después de esperar esta cosa que no llegaba. Hay una deuda de este país con mi persona, pero a mis 88 años, yo me siento feliz con el premio. Mi familia y yo nos sentimos agradecidos.

Yo vengo de una familia de pintores. Hacían pintura comercial: pintaban rótulos, pintaban santos, iglesias, cuadros religiosos. Pintaban todo y de todo.

Nací en San Salvador el día 3 de septiembre de 1924. Mi primera obra la tengo fechada en 1937. El trabajo de la pintura es un trabajo del caminante: para caminar necesitamos dar pasos. Si no damos los pasos no se camina. La pintura es una práctica dura de 8, 12, 15 horas todos los días. Es que sin trabajo no hay nada.

Pintar para mí ha sido una alegría. En cuanto a la aceptación de mi obra en la sociedad, ha sido muy dolorosa, muy sufrida, pero el hecho de pintar no se lo quitan a uno. Para mí es doloroso el trabajo de pintor. La suerte no ha estado de mi lado y qué vamos a hacer. Ojalá en el futuro haya una cultura de la plástica en este país.

Lo saludable que me da la pintura es que me agrada. Y hay gente a la que le agrada también. Estoy ensimismado en enseñar bien las cosas. Yo me veo en este país como un educador. He trabajado mucho. He visto tantas dificultades para pintar en El Salvador. Tuve momentos buenos y malos. Pude ir a España, invitado por su gobierno. Después de esto me tocó trabajar muy duro.

Mi vida ha sido trabajar y pintar. Tengo cierta facilidad con el dibujo, de hacer cualquier línea que tiene un agrado, pero si la sigo manejando logro otras cosas: la dejo simple, suelta. Juego con varias líneas —con el error y otras cosas— sin llevar a mi mente que esto es un brazo, un rostro o un torso. Tengo capacidad para crear. En 10 minutos hago 10 tipos de dibujos con las mismas características que pueden ser 10 temas diferentes que después pueden adquirir un nombre. No me preocupa eso. La capacidad creadora, esa me la tengo ganada desde hace cantidad de años.

Mientras mi mente esté produciendo imágenes y mi mano esté respondiendo, el resto solo es pintar. No he perdido mi capacidad. Para ser pintor no basta con manejar los colores, crayones, el papel. Hay que manejar lo demás: el conocimiento de los otros ¿Y eso cómo lo adquieres? A través de la lectura de todo tipo: política, histórica, cultural. Tenemos que leer.

Antes de pintar escribía muchos poemas. Esa es mi tendencia: amar la literatura. Si un escritor a mí me gusta, es porque hay algo mío en él, sino, no encuentro nada y para mí no vale nada. Así pienso. Puede ser un error. Regresé de España y digo "ya no hago más poesía, me voy a dedicar a la prosa". Yo soy todo lo contrario a Rafael Alberti. Él comenzó pintando y de repente comenzó a escribir. Yo, en cambio, escribía poesía, pero me metí a estudiar pintura y me quedé con ella. Después de España vine a El Salvador con la idea de que tenía que ser profesor. Y no solo un profesor que agarra el pincel y pinta, sino un profesor que tenía que hablarles de la pintura, de su historia, de su base estética, de su condición sociopolítica e ideológica. Ah, también de la importancia y lo que significa el dibujo. Y es que dibujar no es hacer un objeto que está frente a ti y hacerlo bien hecho. Eso es copiar. Dibujar es crear. Si no entendemos esas cosas, no sabemos que una línea es un dibujo y que una mancha es color.

La vida me llevó a estar vinculado con el pueblo. Estoy amarrado a él. Me metí en aprietos por mis posturas políticas. Siempre creaba problemas. Me decían que no hablara de eso, que no sé qué. Y eso era porque nunca estuve dentro del partido. Nunca quise estarlo. Jamás. Desde que empecé a pintar, toda mi pintura fue social. No pintar al campesino como alguien derrotado, sino todo lo contrario. Yo he sido lo que se llama un francotirador. Siempre he estado solo y por mi propia cuenta.

Aún sigue en mi mente la idea de quemar toda mi obra. Lo que dije no es un hecho que se va a hacer. Solo es una posibilidad. Hay pintores en Europa que han quemado su obra. Pensaba dejar mi trabajo en un banco, pero luego pensé que no. Donar mis cuadros a un museo es igual a tenerlos guardados.

Mi discípulo, el director del Museo de Arte de El Salvador, Roberto Galicia, dice que la institución podría albergar gran parte de mi obra. Aún no lo sé. No lo sé.

La Sala Nacional de Exposiciones, Salarrué, inauguró la exposición retrospectiva de mis seis décadas de trabajo pictórico. Ustedes estuvieron ahí. Estuve con mi pueblo. Yo siempre he estado con este pueblo. Desde 1958 me dediqué en cuerpo y alma a la docencia en la Universidad de El Salvador. Después pasé al Centro Nacional de Artes. Otro trozo de mi vida quedó ahí.

Ojalá estuvieran mis amigos pintores, aquellos con los que salía a dibujar, a pintar en los parques. Nos íbamos a oír música clásica. Salíamos a echarnos nuestros cigarros, cervecitas. Siempre los mismos. Todo hombre, no importa dónde esté, debe moverse políticamente. El trabajo es político. Hacer pintura es una actividad política.

En la ceremonia de Casa Presidencial, yo solo tuve palabras de mucho agradecimiento. Hay mucha gente que me ha ayudado. Estuve muy emocionado, casi no podía decir nada. Se me hizo un nudo en la garganta como sucedió cuando me avisaron del premio. Es que yo por nada me emociono, fíjense. Me conmoví profundamente cuando me lo dijeron y no pude decir palabra alguna, pero sí, ya era tiempo que me lo dieran. Me han dado otros premios, pero dinero, nunca.


Yo soy Carlos Cañas. Soy un creyente terrible de la humanidad. Estoy con este pueblo sufrido y golpeado. Cuando yo me vaya de este mundo, no me iré solo, porque yo los llevaré siempre conmigo.

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