lunes, 20 de enero de 2014

Sergio Ramírez "Mi ambición es ser un escritor memorable..."


Una entrevista a propósito del libro de cuentos "Flores oscuras" del escritor nicaragüense. Lo presentó en El Salvador y conversó con El Diario de Hoy al respecto.

Las 12 flores que recogió el escritor Sergio Ramírez crecieron en un jardín anónimo, lejos del gusto gubernamental y mediático. No sirven para ningún tipo de felicidad. Y sin embargo, la historia en cómo crecieron es tan asombrosa que uno quiere quedarse con ellas.

Su más reciente obra está enraizada en la realidad y cuenta las historias de seres marginales. ¿Cómo surge la idea de "Flores oscuras"?

La composición de este libro parte de la idea de que es más fácil capturar el presente contemporáneo en un libro de relatos que en una novela. El presente cambia muy rápidamente, sobre todo en Centroamérica, y se vuelve más volátil y huidizo en una novela. La ambición de capturar el presente, porque en literatura todo es ambición, se cumple de manera más certera a través de las pasiones y casos que vive la gente sencilla.

¿Y por qué se enfoca en la gente sencilla, como la llama usted?

Yo aprendí a escribir cuentos de la mano de Chéjov. Cuando tenía 17 años era un lector impenitente de Chéjov porque quería aprender cómo se escribían cuentos. Leía también a Maupassant, a Faulkner y a Hemingway, pero yo me identifiqué con las atmósferas que creaba Chéjov. Sus personajes eran los ujieres [criados], los funcionarios públicos de baja monta, la gente que tenía problemas para sobrevivir y que se sentía humillada por los poderosos. Ese es el mundo que a mí me encantó. Los cuentos son un universo de pequeños personajes.

Me llamaron la atención estas palabras suyas porque hay en ellas una apuesta moral, estética y ética: "Cuando escribo un cuento me coloco frente a un lector ideal: El que exige que no le dé literatura fácil o desechable". ¿Qué es literatura fácil para usted?

La que se escribe para el consumo comercial. La literatura es fruto de una construcción en la que entran distintos componentes: la imaginación, el trabajo con el lenguaje y la experimentación con las estructuras. No busco complacer al lector con algo muy superficial, consumible y olvidable. La literatura es más que eso. Entre la escogencia de ser un "best seller" que vende mil ejemplares en un mes o en un año y luego es olvidado, pues yo prefiero ser un "ever seller", es decir: alguien que se quedó en la memoria del lector y que lo va a leer la siguiente generación y que lo va a leer la generación de los nietos. Ese es el escritor que yo quiero ser. No quiero ser el escritor olvidable, el del "pulp fiction". Este término me llama la atención, porque "pulp fiction" es el libro que se recicla y una vez que se leyó se bota y entonces vuelve a ser pulpa. Esa no es mi aspiración. Yo no quiero ser millonario con la literatura. Yo lo que quiero ser es un escritor memorable. Esa es mi ambición.

También usted aseveró: "Mis personajes son 'losers' porque las esperanzas los dejaron atrás, porque la vida está compuesta de dictados del azar". ¿Por qué el fracaso sigue siendo uno de los grandes personajes que siguen seduciendo a la humanidad a través de la literatura?

La persona exitosa no entra en la literatura. Es como las parejas felices: se casan, tienen hijos, viven felices… Ahí no hay nada que narrar, porque eso se puede narrar en una línea: se casaron y fueron felices. Las dificultades comienzan cuando aparece un tercero en esa pareja. Ahí comienza la novela.

¿Y qué le da un giro a la existencia de sus personajes: el destino, la fuerza que no les alcanza para llegar a donde quieren o los diferentes tentáculos del poder?

Todo parte de lo imprevisible. Cada minuto de la vida se forma como esos viejos caleidoscopios que al darle vuelta al tubo se hace una figura, pero esa figura nunca se vuelve a repetir. Es una figura cada vez distinta. El azar va jugando con el poder. Eso es lo que tiene de fascinante para mí la vida para traducirla en términos literarios. En nuestros países lo imprevisible tiene una frecuencia muy alta. Nuestra vida está sujeta al poder, al azar. Eso es lo que abona al campo de la literatura.

¿Qué ha descubierto usted en estos seres marginales?

Que no han pasado a la primera plana —ni pasarán nunca, a menos que el destino los sorprendan en condiciones que no son buenas— porque fueron víctimas o victimarios y no volverán a aparecer nunca y es ahí cuando hay que escogerlos, en ese momento de deslumbre momentáneo que es como la historia que yo cuento sobre el héroe guerrillero de la toma del Palacio Nacional que lo matan en un pleito de cantina. Lo mata alguien que no sabe quién es y que ni le interesa porque no son de la misma generación [Sergio Ramírez se refiere al cuento "Las alas de la gloria"]. Este héroe muere anónimo. Esa nota la saqué de la nota roja del periódico. Había un trasfondo enorme. Había que escribir en términos literarios, es decir, contarla como una historia.

Sergio, ¿se sigue considerando una persona de izquierda?

Sí, claro. Yo defiendo a la izquierda como un espacio transparente, ético. Y eso es lo que la izquierda ha perdido mucho.

Y qué nos dice de Centroamérica, ¿se quedó sin izquierda?

Todo esto es muy relativo. Hay izquierdas en las que yo creo y en otras en las que no. Esto no tiene que ver con viejos presupuestos ideológicos. Tiene que ver con los espacios éticos. El poder no es para enriquecerse ni es para quedarse. Esos son dos grandes presupuestos éticos que la izquierda debe respetar. Nunca voy a olvidar lo que Lula dijo en Nicaragua: "El gran error de la izquierda era dividir la democracia en una burguesa y otra proletaria, porque democracia solo hay una". Eso me parece muy importante. Quien se mete a jugar en la democracia tiene que respetar las reglas del juego.

Daniel Ortega, ¿le hace daño a la izquierda?

Yo creo que sí, porque el discurso de Daniel Ortega sigue siendo muy retórico, muy anticuado. Cuando le conviene es antiimperialista, antiburgués. Pero él cada vez menos puede usar ese tipo de discurso, porque su gran alianza es con las cámaras empresariales de Nicaragua.

¿Cómo le gustaría ser recordado, como escritor o como político?

Esa es una pregunta interesante, porque, igual como le pasa al muchacho de mi cuento ("Las alas de la gloria"), las nuevas generaciones me ven a mí como a un escritor y no conocen mi pasado en la política. En la presentación de este libro en Managua, en la Alianza Francesa, había un público muy joven. Los muchachos que me entrevistaron también eran muy jóvenes. Me encontré con otra generación, con otro público. Mi gran aspiración es que a mí me sobreviva la literatura, no la política. Para mí sería un gran fracaso que escribieran tres líneas que digan, "político que también escribió". Tiene que ser al revés.

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