viernes, 23 de marzo de 2018

Gaspar Romero: Yo sabía que iban a matar a monseñor Romero





El miércoles 7 de marzo de 2018 El Salvador amaneció con una buena noticia: el papa Francisco proclamará santo al beato, monseñor Romero. Y es que un milagro le fue atribuido gracias a su intercesión. El único que se siento indigno con esto es su hermano: Gaspar. Ser pariente de un santo no lo ocurre a cualquiera.

Óscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios (departamento de San Miguel) el día 15 de agosto de 1917. Fue asesinado por la ultraderecha el día 24 de marzo de 1980. Pero antes vaticinó: "Si me matan, resucitaré en mi pueblo". Y no se equivocó. En la vida práctica monseñor Romero no necesitó del Vaticano: a partir de su muerte el mundo lo proclamó "San Romero de América". Lo que ha hecho el papa Francisco es un mero trámite.

Monseñor Romero fue beatificado en mayo de 2015 en una ceremonia multitudinaria en la capital de El Salvador. La paradoja de este evento fue que asistió el hijo de uno de los autores del asesinato del beato: Roberto d'Aubuisson Jr. Por su puesto que fue abucheado.

Los padres de monseñor Romero fueron Guadalupe de Jesús Romero y Santos Romero. Fueron siete hermanos. Dos aún están con vida. El primero que nació fue Gustavo. Le siguió Óscar, Zaida, Rómulo, Mamerto, Arnoldo y Gaspar Romero. Este último habló en San Salvador con BBC News Mundo y hace un repaso por la vida del ahora santo.


¿Cómo fue su relación con monseñor Romero?
Como cualquier hermano. A veces de amistad, a veces de distancias. Cosas de cipotes.

¿Tenía discrepancias con él?
No. Fuimos una familia común y corriente

¿Cuál es el primer recuerdo que usted tiene de monseñor Romero?
Cuando él se fue al seminario a los trece años de edad.

¿Cómo surge en monseñor Romero el deseo de ser sacerdote?
Desde muy pequeño quiso serlo. Cuando salía de la escuela, él todos los días iba a la iglesia y ayudaba al sacerdote.

¿Pero de dónde surge la inspiración?
Era vocación. Fue inspiración de Dios porque nadie lo empujó a eso. Lo suyo fue pura vocación.

¿En la familia no pareció extraño que uno de sus miembros quisiera ser sacerdote?
No. De ninguna manera. En la familia nos pareció un orgullo tener a un hermano bueno, un hermano dedicado a la iglesia, dedicado a las cosas de Dios.

Por ser distintos, ¿a usted nunca le molestó la visión conservadora que pudo tener su hermano?
En ningún momento. Él estaba en su vocación y yo en la mío como telegrafista.

Monseñor Romero era un ser humano con virtudes y defectos. Si pudiéramos hablar de sus defectos, ¿cuáles fueron?
No podría hablar de defectos. Él solo tenía amor al prójimo, al pobre.

Pero esas son sus virtudes. Me refiero si tenía mal carácter… [Interrumpe]
No. Él era serio y le gustaba que la gente fuera responsable. A él le gustaba la seriedad. No andaba con bromas ni con chambres. Fue muy íntegro.

¿En qué momento monseñor Romero se vuelve un ícono en Ciudad Barrios?
Desde que llegó de Roma. Todo el pueblo llegó a recibirlo. Empezaron a quererlo y lo quisieron mucho porque veían en él a una buena gente. Se inclinó desde entonces hacia los derechos humanos. Empezó a ayudar a los pobres y necesitados. Si no podía económicamente, pues lo hacía con consejos.  A la familia nos afectó para bien, porque fue un honor tener a un hermano de esa talla. Fue un orgullo para Ciudad Barrios. Ahí lo adoran. Todos los domingos hay excursiones a Ciudad Barrios. La gente quiere conocer el lugar donde él nació. Todos los domingos sale un autobús de Catedral Metropolitana.

¿Y usted por qué no quiso ser sacerdote teniendo una gran influencia como la de monseñor Romero?
La falta de vocación. Además, él y yo éramos independientes. Y él siempre respeto eso. Toda la vida.

Entiendo que no siempre usted estuvo al lado de monseñor Romero…
Mire: hay muchas mentiras. Nunca hubo distanciamiento. Siempre que había una oportunidad nos veíamos. Y obligadamente nos reuníamos en el cumpleaños de alguien de la familia. Pero distanciados, nunca.

Usted no fue palomita del Espíritu Santo. ¿Nunca le dijo algo por beber, fumar, mujerear?
No. Lo que él hacía era aconsejarme como hermano mayor. Me decía que fuera bueno, que no bebiera, que no fumara. Que me dedicara al estudio. Me aconsejó, pero nunca me obligó a nada.

La ultraderecha mató a monseñor Romero, pero también en las filas guerrilleras no caía bien…
Hay muchas mentiras y hay mucha gente interesada en desfigurar los hechos, la historia. Él no fue político ni de izquierda ni de derecha. La derecha le llegaba a hacer consultas. Lo mismo hacía la izquierda. Cuando a la derecha le habían secuestrado a algún familiar aristocrático, entonces acudían a él para ver si les podía ayudar. Él se comunicaba con los guerrilleros y a veces lograba liberarlos. Lo mismo sucedía al revés: cuando el ejército había capturado a uno de los cabecillas de la guerrilla, entonces acudían a monseñor para que lo liberaran. Él en ningún momento se inclinó hacia algún bando. Y ambos bandos le ofrecían protección. El Gobierno le ofrecía guardaespaldas y no aceptó. La guerrilla le dijo que si quería ayuda, pero él de ninguna manera aceptó.

Se dice que monseñor Romero tuvo dos etapas: una muy plegada a la devoción religiosa y hubo otra en la que se convirtió en la voz del pueblo, pero eso sucedió luego del asesinato del padre Rutilio Grande [asesinado en 1977 por fuerzas de seguridad del Estado].
Esa es otra mentira. Con Rutilio Grande fueron muy amigos. Monseñor siempre fue lo mismo. Lo que pasó es que le tocó vivir la época de la guerra cuando lo nombraron arzobispo y le dejaron una papa caliente porque ya empezaban los secuestros, los incendios de las iglesias, la toma de embajadas, secuestraban embajadores y a él le tocó estar en medio de eso. Fue una época muy difícil.

¿Cómo era monseñor Romero en la vida privada?
Común y corriente. No había ninguna diferencia. No tenía envidias ni odios. Al contrario: él siempre quería ayudar y se sentía preocupado cuando veía tanta pobreza y tantos muertos. Y él no podía hacer nada.

¿Se sentía impotente?
Se sentía muy impotente.

¿De dónde cree que sacaba valor monseñor Romero para lidiar contra la dictadura militar?
De Dios. Él estaba solo. No tenía ni ejército ni guerrilleros. Él solo estaba protegido por Dios. Y él lo decía en sus homilías.

Y a pesar de ser muy querido, ¿cree que monseñor Romero se sentía solo?
No. Él sabía que estaba corriendo peligro, pero él no tuvo miedo en ningún momento. Él decía que se sentía protegido por Dios.

¿Usted en algún momento imaginó que iban a matar a su hermano?
Ah, claro. Yo sabía que lo iban a matar por los anónimos que recibía. A saber quién se los mandaba. Lo amenazaban a muerte. Vino el representante del papa Juan Pablo II a decirle que había noticias de que su vida corría peligro y que el papa le ofrecía trasladarlo o darle una vacación o mandarlo a algún puesto que él quisiera en la ciudad o en la república que él quisiera. Entonces monseñor Romero le dijo con mucho respeto que le agradecía al papa, pero en ningún momento pensaba irse de El Salvador.

¿Y usted qué opina de que Juan Pablo II le dijo que tuviera cuidado con los comunistas?
Bueno, es que al papa le llegaron a contar chambres. Fueron tres obispos de El Salvador los que fueron a hablar con el papa. Los ricos le pagaron a ellos para que fueran a denunciarlo al Vaticano. Mandaron una investigación para saber qué pasaba. La comisión que vino a El Salvador asistía a las homilías de forma anónima. Monseñor no sabía que aquí estaban, pero dieron un reporte que decía que él estaba haciendo lo mejor y además decía que [ojalá] los demás arzobispos fueran como él.

¿Y monseñor Romero sabía que iba a morir?
No. Él decía que iba a morir de cualquier forma, pero no suponía que lo iban a matar en misa.

¿Y usted cree que esa misa fue una trampa?
No. No creo eso. Lo que pasa es que el programa que tenían los asesinos era buscar el momento. Los autores intelectuales prepararon esa muerte dirigido por Roberto d'Aubuisson [fundador del derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena)]. Ellos andaban detrás de él y encontraron el momento oportuno. Se reunieron y planearon el asesinato.

Durante la beatificación de monseñor Romero asistió el hijo de Roberto d'Aubuisson. ¿Qué piensa de eso?
Como salvadoreño tiene derecho de andar por todos lados, pero como hijo de un asesino, pues imagino que él debe sentirse culpable. Aunque no fue él quien lo asesinó, pero toda la gente lo ve muy mal a él.

¿Usted se incomodó?
No, yo no. Eso ya se esperaba, pero no se deseaba.

El expresidente Mauricio Funes catapultó la imagen de monseñor Romero… [Interrumpe]
Mauricio Funes tuvo devoción por monseñor Romero y quizás aún la tiene. A un bulevar le puso su nombre y lo mismo sucedió con el aeropuerto de El Salvador. En Casa Presidencial está la figura de monseñor Romero.

Hay mucha gente que tiene devoción por monseñor Romero, pero sus enseñanzas las dejan de lado. Por ejemplo: el expresidente Mauricio Funes que ahora está acusado de corrupción…
Bueno, eso es un asunto personal. Las personas tienen una parte buena y una parte mala.

¿Alguna vez en su vida pensó que su hermano llegaría a ser beato y hasta santo?
No, nunca.

Y cuando lo supo, ¿cómo tomó la noticia?
A mí me avisaron desde el Arzobispado de San Salvador y me invitaron como invitado especial. Y es un honor para la familia y para el pueblo salvadoreño.

¿Y en la actualidad cómo es su relación con monseñor Romero? ¿Lo invoca?
Claro. Sí. Siempre.

Monseñor Romero está en boca de todos, pero no sus enseñanzas. ¿Cómo ve esto?
Eso es de esperarse. Usted sabe que la oligarquía en El Salvador es poderosa y ellos son los que dan el trabajo, los empleos y la gente pobre tiene que seguir esto. Monseñor pedía que se pagaran sueldos dignos.

Monseñor Romero también se enfrentó a Estados Unidos pidiéndole en una carta a Jimmy Carter que no enviara apoyo económico al ejército salvadoreño…
Sí. Él lo hizo porque vio que la guerra no paraba. A él [monseñor] le dolía la muerte de tantos campesinos, de gente pobre. Él pensaba que podía detener eso y por eso le mandó la carta a Jimmy Carter.

¿Es un error pensar que monseñor Romero solo era un devoto de la Virgen y de la Santísima Trinidad?
La primera devoción de monseñor Romero es Jesucristo y cumplir con los evangelios.

¿Por qué cree que en El Salvador no ha habido otro monseñor Romero?
Esperemos que salga alguno. Hay muchos seminaristas. Esperemos que salga uno igual o mejor.

Parece que monseñor Romero no se equivocó cuando dijo que resucitaría en su pueblo…
Sí. En la cripta de Catedral Metropolitana siempre hay gente arrodillada con una velita rezando a monseñor. Y eso es de todos los días.

¿Qué significado tiene para la población salvadoreña la canonización de monseñor Romero?
Para los católicos es una alegría. Las otras religiones lo ponen como ejemplo.

Después de tantos impedimentos durante la guerra y luego de los acuerdos de paz, ¿la canonización de monseñor Romero es una victoria?
El Vaticano es prudente y muy sabio. Ellos siguen estudiando unos milagros que han llegado allá para certificarlos. Monseñor tiene que ser pasado por esas pruebas [de los milagros]. Las cosas que no se creen son el misterio y don de Dios.

Me he dado cuenta de que todavía hay gente que odia a monseñor Romero…
Así es. Hay gente que lo quiere y gente que no.

¿Qué explicación da que treinta y siete años después monseñor Romero siga vigente?
La beatificación.

¿Qué piensa que diría monseñor Romero sobre la clase política que tenemos y sobre las pandillas?
Él dijo que después de la guerra viene lo peor. Y yo creo que es lo que está pasando ahora.

Fue como una profecía…
Sí, porque si usted ve los periódicos, pues todos los días hay asesinatos.

Durante el conflicto armado, ¿cómo era el día a día de monseñor Romero?
Desde la mañana iba a decir su misa, luego se iba a la oficina a  trabajar sus cosas. Por las tardes salía a visitar a los enfermos y por la noche se iba a la iglesia a rezar el rosario. Así eran sus días.

¿Cuál es la certeza que usted tiene sobre los asesinos de monseñor Romero?
La Comisión de la Verdad [documento de las Naciones Unidas de 1993] señala a Roberto d'Aubuisson como la persona que dio la orden de asesinar a monseñor Romero. Él y su entorno de seguridad actuando como escuadrón de la muerte.

¿Antes de la Comisión de la Verdad usted tuvo la intuición de quién pudo haberlo matado?
Claro. Roberto d'Aubuisson siempre lo insultaba por televisión. Y esos espacios eran pagados por la oligarquía.

¿Alguna vez algún familiar de Roberto d'Aubuisson se acercó a usted para hablar sobre el asesinato de monseñor?
No. Ni quiero. Monseñor Romero dijo: “A los que me vayan a matar, desde ya perdono a los que lo hagan”. Y si él lo dijo así, pues yo también digo que los perdono. A quien conozco es a la hermana de Roberto d'Aubuisson: Marisa d'Aubuisson [de la Fundación Romero]. Con ella no somos amigos, pero sí nos hablamos.

¿Y cuál es la posición de Marisa d'Aubuisson sobre su hermano en la participación del asesinato de monseñor Romero?
Ella dice que se fue de su casa porque era y es devota de monseñor Romero y no se hablaban con Roberto d'Aubuisson.

¿Cómo se siente de ser hermano de un santo?
Honrado. Me siento indigno de ser hermano de un santo, [pero] orgulloso. La familia, todos estamos contentos. Estamos contentos de la beatificación, no del asesinato. Vemos que entre más tiempo pasa, más crece la devoción hacia monseñor Romero. A esta casa han venido periodistas desde Rusia, Argentina. A mí me invitaron a Londres a la develación de una estatua que han colocado en el centro de la ciudad de Londres. En el acto de inauguración estuvo presente la reina Isabel.

¿Usted recuerda la última vez que vio a monseñor Romero?
Sí. Fue un viernes. A él lo mataron un lunes. Ese viernes lo vi rápido por sus ocupaciones. Tampoco pude ir a la misa que dio el domingo por compromisos personales. Y lunes fue que lo mataron. Lo mataron por la tarde.

¿Usted es de la idea de que se investigue el asesinato de monseñor Romero?
Sí, como cualquier crimen. La obligación de la Fiscalía es investigar y aplicar la justicia…

¿Le gustaría hablar con los asesinos de su hermano?
No. No creo que sea necesario. No vale la pena. Ya lo que está hecho no tiene nada para atrás.

Anteriormente dijimos que el expresidente Mauricio Funes tiene devoción por monseñor Romero, ¿pero qué piensa de la paradoja de que no quiso derogar la Ley de Amnistía, pero sí lo hizo la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia?
Yo de política no entiendo nada. Lo que sé en el caso personal del expresidente Funes es que era devoto de monseñor Romero.

Yo no sé cómo es esto de la fe católica, ¿pero tiene fe de reencontrarse con su hermano en algún momento?
Bueno, estamos hablando de una dimensión desconocida. Puede ser. Son misterios de Dios que nadie sabe.

¿Cuál es la anécdota más hermosa que usted tiene sobre monseñor Romero?
Su frase: que perdonaba a quienes los fueran a matar. Él dijo: “Yo sé que me quieren matar, pero desde ya perdono a quienes lo vayan a hacer”. Y él lo dijo sin saber quiénes lo iban a matar. Él los perdonó. Hay algo [paralelo] con lo que dijo Jesucristo: “Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

¿La beatificación y canonización le ha cambiado la vida a usted?
No, en ninguna forma. Lo que he visto es que viene mucha gente a visitarme, muchos periodistas. Mi hermano atiende en San Miguel a la gente que llega de Honduras, Nicaragua. Yo me siento agradecido. Y lo que me  gusta es que se divulgue la verdad [sobre monseñor Romero] porque hay muchas mentiras y eso sí que no me gusta.

¿Cuál es la mentira más grande que existe sobre monseñor Romero?
Las calumnias que hicieron los obispos. El de San Vicente, San Miguel y Santa Ana lo fueron a calumniar allá [al Vaticano con Juan Pablo II]. Afirmaron que monseñor Romero era comunista y que estaba con la guerrilla y que estaba contra el gobierno.

¿Qué actitudes recuerda de monseñor Romero?
Su generosidad. Y no solo con uno, sino con varios. Yo le decía que hasta se pasaba de generoso. Él nunca tenía cinco centavos porque todo lo que le llegaba a sus manos, pues lo regalaba a los pobres. Compraba canastas básicas y las llevaba a las zonas más pobres: cantones, barrios. Donde fuera. Y lo que a él le regalaban, él lo terminaba regalando. En su cumpleaños la gente de dinero le regalaba lo mejor. Una vez le regalaron unos zapatos de lujo y él se los regaló al jardinero del seminario. Era muy desapegado. Eso no lo he visto en ningún cura.

Líderes mundiales reconocen la figura de monseñor Romero…
A la cripta de Catedral Metropolitana han llegado Barak Obama, Rafael Correa, Hugo Chávez y otros que no recuerdo. Esto es bueno para todos, porque le repito que es bueno que se conozca la verdad. Porque hay biografías y biografías malas. Por ejemplo: salió una película que se llama Romero y es pura mentira todo. Quizás la hicieron solo por venderla.

Hablando de comercialización: ¿cómo ve que se hagan tazas, camisas, gorras sobre monseñor Romero? Hay un lucro con la imagen de su hermano…
Sí. Y eso es algo que no se puede detener. En primer lugar esto podría ser una devoción. En segundo lugar es gente pobre que se gana la vida haciendo estas cosas artesanales. Y así se ganan la vida con el nombre de monseñor.

¿Qué lección de vida le dejó monseñor Romero a usted?
A ser un hombre bueno, sano, recto. Ser un hombre que prefiera a los humildes. Esas son las lecciones.

¿Tiene algún objeto de monseñor Romero que tenga como bien preciado?
Tenía muchas cosas. Las tenía aquí en la casa. Pero pensé que esas cosas solo las miraba la familia y pensé que deberían estar en la Divina Providencia. Las cosas las mandé para allá: un escritorio, una máquina de escribir, un radio. Y no recuerdo qué otras cosas. Allá las hermanas las tienen muy bien cuidadas. El lugar es muy visitado. [La entrega] la hicimos con una escritura en la que digo que dono todo lo de monseñor con la condición de que no se vaya a mover, prestar o vender. Me pasó que me pedían prestado libros de monseñor y no me los devolvían. Otros me pedían una fotografía para hacer un libro y no me la devolvían. Así me fui quedando sin cosas de él.

Hay algo que no se conoce de monseñor Romero y es que era aficionado a la fotografía…
Sí. Él tenía mucha afición a la fotografía. Eso no se conoce. Hay muchas cosas de monseñor que no se conocen…

¿Por ejemplo?
Que él era muy caritativo. Eso poco se conoce. Él iba a visitar a los enfermos y les llevaba algunas monedas. Mandaba a repartir la canasta básica a los pobres, a los que vivían debajo de los puentes. A los paupérrimos los invitaba al seminario y los atendía [con alimentación]. Eso era lo que yo admiraba de él.

¿Qué pasó con la casa de Ciudad Barrios donde ustedes nacieron?
Es casa la compró la Cooperativa de Cafetaleros. Se dieron cuenta de las peregrinaciones y de cómo Ciudad Barrios ha crecido en turismo, entonces la Cooperativa de Cafetaleros se ha querido aprovechar y primero le puso un precio de trescientos mil dólares. Y cuando vieron que los padres querían comprarla la subieron a quinientos mil dólares. Los sacerdotes dijeron que no estaban en condiciones de hacer ese pago. Para mí solo el Gobierno podría comprar la casa.

¿A ustedes les gustaría recuperar esa casa?
No para nosotros. Queremos que la casa sea donada para una escuela, una biblioteca, para charlas y enseñanzas de artesanías.

La figura de monseñor Romero cada vez se vuelve más importante…
Eso es lo que yo admiro, porque cuando muere cualquier ser humano a los pocos días ya nadie se acuerda de él.

¿Usted cree que la canonización vuelva a monseñor Romero un santo aguado y que la gente olvide su espíritu combativo y de justicia?
Él era parejo con toda la gente. En lo personal ha habido gente que me ha contado de milagros, pero eso solo el Vaticano lo puede investigar.

¿Le ha hecho un milagro monseñor Romero a usted?
El milagro que me ha hecho es ser indigno de ser famoso [por monseñor Romero] a través de la televisión. Mucha gente me conoce. Y cuando salgo a la calle muchos me saludan y yo no los conozco. Eso es algo que no me gusta. Quien se merece todo eso es monseñor. Cuando designaron cardenal a Gregorio Rosa Chávez, él dijo que lo recibía, pero quien se lo merecía era monseñor Romero.

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