sábado, 8 de abril de 2017

Levi Ponce: El rotulista salvadoreño de Pacoima



A Levi Ponce le gustan las paredes. Las escala sin vértigo ni miedo. Hace grandes obras de arte en esos lienzos interminables de oportunidad creadora. En esos muros hay espacio para Jimi Hendrix, Danny Trejo, Michael Jackson. U hombres de la ciencia como Albert Einstein. También para réplicas de otras obras como la Mona Lisa, pero con sobrero de charro y fusil al hombro.

Nació en Los Ángeles, Estados Unidos. Específicamente en Pacoima. Por el torrente sanguíneo de este artista corre la herencia de El Salvador. El papá de Levi Ponce salió de Ciudad Delgado para dejar atrás la pobreza, pero no a su país. Juan Héctor Ponce se fue con 17 colones y pasó una larga temporada en México, luego saltó al Norte. Ahí se ganó la vida pintando negocios. Esa manera de sobrevivir le sirvió a Levi Ponce de ejemplo para convertirse en muralista.

“Mi español no es bueno”, advierte el artista salvadoreño. Quizás por eso se hace llamar “rotulista” en vez de muralista. Y sin remilgos acepta que es “joven y mi carrera apenas empieza”. Pero fue el padre quien le inculcó el amor por la pintura, las brochas y las escaleras.  

“Le ayudaba a mi papá desde que aprendí a usar el baño yo solo. Empecé a pintar por mi cuenta en la secundaria y como rotulista al empezar la universidad. Hacía por dinero muralitos, letreros en ventanas, restaurantes...”.




Ahora el artista es un renombrado creador. La comunidad de Pacoima lo adora, no solo porque ha embellecido las paredes de la zona, sino porque su entusiasmo ha contagiado a niños y jóvenes. Es todo un trabajo comunitario que ha llamado la atención de los medios de comunicación como Los Angeles Times, The Daily News, Fox 11’s Good Day LA, CNN Latino, BBC Mundo, Univisión, Telemundo, Azteca TV, Vans Art, KPFK 90.7FM, La Opinión, KCET, The Huffington Post y otros espacios dedicados a difundir el arte.

Levi Ponce domina el terreno digital. Ha estudiado animación y realiza trabajos privados, pero su felicidad es intervenir las paredes. Crear con su comunidad.

Un día decidió que el actor Danny Trejo (“Desesperado” con Antonio Banderas y Salma Hayek) figurara en una de sus creaciones. Esto llegó a oídos del actor de origen mexicano y fue al lugar para comprobarlo.

“Cuando empecé a pintar el mural a él le avisaron ese mismo día y llegó esa misma tarde. Sorprendido y muy alegre me dijo que el mural era mucho mejor que una estrellita chica en el piso de Hollywood”.

La obra de Levi Ponce está fuertemente influenciada por la cultura mexicana. Eso se debe a que Pacoima alberga a cientos de mexicanos. Sin embargo —cuando de raíces se trata— el artista vuelve la mirada hacia su padre.

“Mi papá —Juan Héctor Ponce— es la influencia más grande. Con él aprendí a pintar. Estoy muy orgulloso de ser salvadoreño y de ayudar a nuestra gente a brillar en el mundo del arte aquí en Estados Unidos”.

Sobre la población de Pacoima, el artista afirma que “me encanta que se involucre en mi obra. Es un gran placer conocer a tanta gente en mi comunidad. Son tantos amigos [los que tengo por ello]”.



Las manos que quieren pintar con Levi Ponce aparecen día con día. El artista baraja una solución para la firma colectiva:

“Posiblemente les dé crédito en mi sitio electrónico. No es lo mismo, pero sería la solución más práctica. También puede ser que ya no los firme ni yo ni ellos. De todos modos el mural no tiene dueño y la gente ya conoce mi trabajo. Dice que es muy distinto [al resto]”.

La intervención de un muro le toma a Levi Ponce entre un día o una semana. Todo depende de la pared y del diseño. Los primeros trabajos del artista fueron en blanco y negro. Utilizaba un galón de pintura por color. Ahora pinta a colores. Resulta más caro, pero tiene organizaciones que le donan la pintura, los alimentos y a veces hasta el dinero.

“Para la comunidad de Pacoima lo hago de todo corazón”, aclara Levi Ponce sin titubear.

Y como él mismo afirma: “las brochas me han llevado desde Los Ángeles hasta Nueva York y otros lugares entre medio”.



El rotulista ya conoció El Salvador. Estuvo en 2012. Por supuesto que lo primero que hizo fue ver las paredes de su país.

“San Salvador tiene paredes grandes que me han gustado mucho. Cada vez pienso pintar murales más y más grandes hasta que el Señor me diga que ya no. Tengo el sueño de pintar el más largo del mundo. Sería de unos 3.000 pies. No me da miedo ni problema el arte ni la escala. Lo que cuesta es encontrar paredes así de largas. Pintar la pared más alta también sería algo espectacular. Me río de las alturas”.

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