viernes, 28 de abril de 2017

Sonia Melara: "Muchos artistas en El Salvador son bastante ignorantes"


Censurada, invisibilizada y vetada. Así en ese desdén alfabético.
Hay países ingratos con sus hijos, pero hay otros que en vez de amor dan algo mejor que eso: libertad. Y lo que El Salvador le negó a Sonia Melara, Nueva York se lo puso en bandeja de plata de la más pura y fina.
El destino la hizo nacer en San Salvador en 1960. Y no reniega de eso, porque la patria es como los padres: no se pueden elegir. Lo que ella sí eligió —con desbordada pasión— fue el dibujo, la pintura, el arte. También el cine, la arquitectura, el tabaco y la religión. Esta última muy a su manera. De hecho, es un tema que ha marcado todos los puntos cardinales de su existencia:
“Crecí en un colegio de monjas. Las vi con pasividad. Son muy lindas, pero me siento un poquito más propositiva. La Iglesia ha mantenido a las monjas sin un rol”.
Y como no se puede tener todo en la vida (tampoco en la otra), a la artista salvadoreña le hubiese gustado beberse una botella de vino con Jesucristo y la nunca bien nombrada, María Magdalena. Y cómo no: pedirle después a ambos que posaran para ella.
Con tres exposiciones durante la última década del siglo XX se despidió de su país. La invitación para que tenga una retrospectiva en El Salvador no pasa de las buenas intenciones. 15 años en Nueva York y “después de esos comentarios nada ha ocurrido”.
Su obra ha viajado por Centroamérica, Ecuador, Taiwán e Israel. En 2004 tuvo una exposición individual en Nueva York denominada Mythos, Pathos, Thanatos. Esa fue la forma en que el siglo XXI le dijo a Sonia Melara “Bienvenida a Estados Unidos”.
Es curioso que una persona que casi ha sido vetada en su país siga teniendo una relación muy fluida con él.
Es que puedo entender que la censura misma de mi obra es puro fanatismo derivado de la ignorancia. A parte de eso, yo no voy a fastidiarme la vida. No soy una persona de resentimientos. Aunque tengo que ser franca con vos: no me interesaría venir a El Salvador. Por supuesto que no, pero lo hago porque mi familia está aquí. Además, tengo muy buenos amigos y hay personas que valen la pena. No tengo actividades fuertes en El Salvador. Y si a veces he aceptado estar en exhibiciones es porque creo que mi obra debe ser vista, porque quiero entrar en un diálogo con el público.
¿Un diálogo que usted no ha podido tener, por ejemplo…?
De alguna manera sí lo he tenido, fijate. No puedo poner a toda la gente en el mismo costal y decirte que toda la gente censura mi obra (…) Tampoco todo esto debe entenderse como una completa censura. Desafortunadamente en este país son las personas con liderazgo en el campo de la cultura las que se cierran a mi trabajo creador. No es la sociedad ni el público en general. Son las personas que dirigen, por ejemplo, las galerías. Y puedo entender que las galerías están cuidando su manera conservadora de ver y de vender el arte. Si la gente tuviera más conocimiento de la religión creo que encontraría la riqueza de mi obra que es muy humanista. Mi arte no está en ningún momento ofendiendo a nadie. Pero cuando te encontrás con gente ignorante, pues esas personas no van a entender nada. Se van a cerrar y sentirán que las estoy ofendiendo.
Es interesante lo que ha mencionado. Ha dicho que la censura proviene de la ignorancia, pero yo he hablado de su obra con sus colegas y a ellos no les gusta. Y eso se entiende. Pero también me han dicho que la consideran vulgar. 
¿Ah, sí? ¿De veras?  [Sonia Melara suelta una larga bocanada de su enésimo cigarro]
Sí. Me parecen declaraciones fuertes tomando en cuenta que son artistas. 
Sí, pero también recordá que muchos artistas en El Salvador son bastante ignorantes. Cuando te hablo de ignorancia no solo te hablo del público en general, también te hablo de la clase artística. Por supuesto, tampoco te hablo de todos. Pero claro que sí denotan una gran ignorancia cuando hablan de que mi obra es vulgar. Porque una cosa es que te guste o no te guste. Eso es todo un derecho…
¿Cuál fue la gota que derramó el vaso y que la impulsó a salir de El Salvador?
Fue con la exhibición Anno Dómini (1999) que asumí la responsabilidad de lo que podría pasar con mi exposición. Mis amigos me decían que tenían miedo de que mis obras fueran dañadas. Algo que no ocurrió. Y es que a veces subestimamos a las personas. A pesar de que tenemos una cultura  religiosa muy fuerte, eso no significa que seamos conocedores de teología. Toda esa gente que va a la iglesia, que va a misa… ¿Qué saben de la Biblia? Pero antes de lo que te he dicho, ocurrió algo: envié una obra a Guatemala y me la devolvieron con el vidrio quebrado, roto. Me la devolvieron con una carta muy bien redactada en la que no asumían que no era una censura. Me daban otras explicaciones totalmente ridículas para no exhibir mi obra. Luego acá en El Salvador se presentó parcialmente en la Galería 1 2 3 y me dijeron que se presentó así por razones de espacio. Eso es un irrespeto completo. O exhibís completa una obra o no la exhibís. Finalmente, esa obra se fue a una exhibición en Israel a través de Sotheby's y quedó allá en ese país. La obra tuvo buen final. Si no me hubiesen censurado, yo no me hubiese ido para Nueva York. Y estoy muy feliz allá. Aunque yo siempre estoy considerando la posibilidad de tener una exposición en El Salvador.
Llama la atención la preocupación de sus amigos por su obra…
¿Sabés por qué? Primero, porque siempre he abordado el desnudo. Segundo, porque si hablás del desnudo femenino no hay problema, pero si hablás del desnudo masculino, sí. Y si fusionás esto en un contexto religioso, pues eso va a ser una bomba en un país religioso tan ignorante como el nuestro. Y eso no solo pasa en El Salvador, también pasa en el resto de Centroamérica. Tuve ofertas desde Costa Rica, pero nunca se concretó la intención. Fue así que dejé de aceptar invitaciones de países centroamericanos porque me iba a pasar lo mismo. A parte de que tenía que centrarme en un lugar donde yo pudiera hacer tranquila mi obra, porque yo no estoy tratando de incomodar a nadie. Esa es la historia de esa época. Pero la censura continúa…
Y si no hubiese sido artista, ¿qué habría sido…?
Ah, un montón de cosas.
A ver…
Me encanta el cine. Quizás hubiese estado involucrada en algo de eso. También soy arquitecto. Quizás me hubiese dedicado a la arquitectura. Otra cosa: me hubiese gustado ser sacerdote, pero soy mujer.
¿Y monja?
No, no, no. Sacerdote. Sacerdote, porque me hubiese gustado ser papa. Crecí en un colegio de monjas. Las vi con pasividad. Son muy lindas, pero… Yo siempre he sido muy tranquila, pero me siento un poquito más propositiva [que una monja]. La Iglesia ha mantenido a las monjas sin un rol. Me gustaría ser papa, pero soy mujer.
Juguemos a un escenario hipotético. ¿Qué haría si fuera papa? ¿Habría hecho reformas?
Ah, por supuesto que sí.

¿Permitiría el matrimonio entre personas del mismo sexo…?
Claro que sí.
La religión ha marcado su vida. ¿Con qué personaje bíblico se hubiese tomado una  botella de vino y le hubiese pedido que posase para usted?
Con Jesucristo y con María Magdalena, por supuesto. En el Antiguo Testamento también hay personajes fascinantes como Lot y sus hijas. Abraham, Sara. Los incluí en algunas obras durante la década de 1990. Algunas historias son extraordinarias y bizarras así como los personajes e historias de la Mitología Griega.
Es interesante cómo ha forjado su camino. Muy a solas. No es como el resto de artistas que tienden a ser  gregarios. Muy de clubes. 
Sí, por eso me fui a vivir a Nueva York. Siempre quise vivir ahí. Y es que no podés pasar todo el tiempo dándole explicaciones a la gente. Ahí está la obra y esa es la que habla. Aunque fíjate que soy una persona muy social. No necesariamente con pintores, sino con gente de otras disciplinas. Siento que así estoy aprendiendo permanentemente. Nueva York es muy demandante en todo sentido. Y mi disciplina es muy particular. Yo puedo pasarte días sin dormir a la hora de crear, aunque también me encanta dormir. Y eso es lo que me encanta de mi vida que no tiene horario.
No todos los artistas de Latinoamérica pueden tener su estilo de vida. Y alguien se puede preguntar por qué usted sí y otros artistas no. 
La única respuesta que tengo es que la obra es la que se abre camino. Ella me permite el estilo de vida que llevo y que tengo. Y como no puedo ser papa, tengo que ser artista. [Sonia Melara suelta una carcajada].
¿En qué momento decide que su narrativa será el cuerpo humano y que va a sazonarlo con el erotismo y la religión?
Fue un proceso. Un gran reto para mí fue el dibujo. Además, el cuerpo humano me permite expresarme en una sociedad con una gran carga religiosa muy fuerte. También pasé toda mi niñez y adolescencia en colegios católicos. Es el mundo que conocí, pero al que también querés entender. Entonces, lo que trato con mi obra es entender. Eso es lo que yo aún estoy haciendo: un proceso de conocimiento. Así logro conocer el mundo y conocerme a mí. La carga religiosa tan fuerte que sentía va perdiéndose en mi obra más reciente. Y quizás al estar en Nueva York me he sentido más abierta. He podido abordar otras cosas, otros temas.

Hay un énfasis en la sexualidad, me parece…
¿Eso creés? Bueno, no creo que sea algo que yo haga  tan consciente. En algunas obras, sí. En Parsifae y el Toro creo que fue muy evidente. Ha sido de las obras más complejas que he hecho. Me costó mucho… Es una manera de sexualizar. He querido quitar esa censura, la aversión al sexo, a la cuestión gay, por ejemplo. Esas cosas solo nos llevan a divisiones y restricciones entre nosotros. Y sin ninguna base.
¿Alguna vez se planteó la desnudez corporal de Dios?
Precisamente es lo que he estado haciendo con mis obras: sexualizar la religión. No sé si a Dios… Cristo como tal era un humano. Cualquier religión tiene más de humano que cualquier otra cosa. Y por eso creo que deberíamos intentar, primero, entendernos como seres humanos. Por eso creo que no tenemos que avergonzarnos ni censurar lo que somos. No debemos ponernos como mojigatos. Y eso sucede por la ignorancia. Deberíamos empaparnos más en los temas.
¿Y qué ha sobrellevado mejor: la censura de las galerías, la de los museos, la de los medios de comunicación o la censura de sus colegas? ¿O todo esto le ha sido indiferente?
Para mí no es indiferente, pero no es algo que me perturbe. Estas cosas las dejo pasar porque no te podés detener en eso, porque hay otras cosas que enfrentar. Uno no puede perder el tiempo. Lamento la censura, pero no permito que eso me perturbe o me cambie. Ni a mí ni a mi obra.
¿Se ha sentido rechazada por su honestidad?        
No. Y quizás eso se lo debo a la familia que tengo. Siempre me he sentido fuerte ante el mundo. Esa fortaleza viene de la familia y viene del amor. Donde he sentido —no discriminación, sino la diferencia por ser mujer— es en la religión, porque yo había pensado en ser sacerdote y no se puede. Ahí sí sentí esa limitación. Porque yo, sinceramente, me considero ser humano antes que hombre o mujer.
Antes mencionó la importancia del dibujo. Eso está claro en su obra. Pero ahora parece ya no importar al resto de creadores. Incluso hay una broma: los artistas que hacen abstracto lo hacen porque no saben dibujar…
Yo soy amante del dibujo. El dibujo es muy importante. Yo nunca he sido de obra abstracta. Eso no quiere decir que no la aprecie en otros. Hace poco los fondos de mis obras están cobrando mucho más protagonismo. No es esa mi intención, pero lo he estado viendo. Es probable que haga el experimento. Yo no me restrinjo. No me lo permito. Yo me dejo fluir.
Cuatro gobiernos de derecha y dos de izquierda en El Salvador. Y la cultura sigue siendo el patito feo…
Ah, sí. Completamente. ¿Qué te puedo decir? Realmente es terrible. [Ríe y decide encender otro cigarro].
El rol de la izquierda partidaria en su primer periodo en el ámbito de la cultura fue nefasto. Otra vez ganó las elecciones y parece que este tema sigue cuesta arriba como víctima hacia el Gólgota. ¿Tiene alguna opinión al respecto?
Nunca es tarde para rectificar, podría ser el momento oportuno ahora. Hay que darle importancia a la cultura y las artes con hechos y no con palabras, dejar de lado los compromisos político-partidarios y considerar personas adecuadas al frente de lo que será un ministerio de Cultura. Personas con suficiente preparación y sin ataduras personales y políticas. Personas independientes.
¿Y qué piensa de los artistas que venden sus obras en 50, 75, 80 dólares?
Creo que es un caso que responde a cada artista. Lo que pasa en El Salvador es que todo el mundo dice que es artista, que es genio. A veces creo que hay mucha pedantería, mucha pretensión. De eso sí que me doy cuenta.
¿Hay alguien en El Salvador que en la actualidad le guste como artista?
Me gustan muchos las esculturas de Titi Escalante. Digo esto porque he tenido la oportunidad de ver su obra. Del resto de artistas no he podido. Pero ella sabe que su obra me gusta mucho. También sé que hay artistas salvadoreños que están trabajando mucho y que están teniendo proyección fuera del país. Y eso me alegra. (…) Yo no soy democrática en el arte. El arte es arte o no lo es. Porque debe de haber calidad. Si no la hay, ¿entonces en qué estás?
¿Quiénes fueron sus maestros en El Salvador?
Ninguno.
¿Y cómo se formó?
¿Qué te puedo decir? Recibí clases de dibujo en el colegio. De ahí no tuve profesor. Estuve yendo algunas veces con un padre de la Iglesia El Carmen. Pero lo que más me gustaba con él eran las conversaciones. Te hablo de la época en la que tenía unos 14 años. El resto fue una formación mucho más personal. Porque la pintura para mí es un descubrimiento permanente. O sea: tengo toda la vida para este aprendizaje. Para lo demás no tengo tiempo.
Ah, vaya. Creo que es la primera persona que no me dice que fue alumna de Valero Lecha, Carlos Cañas, Julia Díaz…
Los conocí. No tuve una gran cercanía con ellos, salvo con Julia Díaz. Fue una pena porque a ella la conocía cuando ya estaba bastante grande. Tuvimos una gran amistad. Muy fuerte. Conocí a todos los pintores. El resto es historia.

Sé que en el país hay muchas obras suyas en manos de coleccionistas o colegas suyos, pero lo piensan dos veces a la hora de intentar mostrarla. A los medios de comunicación el tema está vetado…
En 1990 los medios de comunicación sí se atrevieron a mostrar mi obra. Se mostraron varios desnudos, a pesar de lo conservador que son los medios salvadoreños. Y lo hicieron bien. Pero al final de esa década solo presentaban ciertas partes de las obras. Y sí: hay obra mía en manos de coleccionistas, pero no las conoce el público. Y pasaría como en el programa Arte & Fe Network [programa televisivo de entrevistas con énfasis en las artes plásticas] en el que me entrevistaron, pero no salió al aire ni fue presentada porque hubo censura por mis obras. Y era trabajo de la década de 1990, es decir, esas no eran para escandalizar a nadie.
¿Y qué pasa por su mente cuando esto ocurre? ¿O se termina acostumbrando a la censura?
No. Es que esto ocurre cuando entro acá en El Salvador. Y tampoco he tenido exhibiciones por eso mismo. Y finalmente es algo que yo ya sé. Yo quisiera tener una exhibición completa en El Salvador sin censura, por supuesto (…) Por eso hubo un momento en el que me dije que no quería que el tiempo pasara, que no quería arrepentirme por algo que dejara de hacer. Así me fui a vivir a Nueva York el día 10 de enero de 2001.

Imaginemos un escenario hipotético: hace una gran exposición-retrospectiva. ¿Está preparada para la crítica…?
Desde antes estoy preparada. Y fijate que no creo que las críticas sean desfavorables…
Quizás la palabra “crítica” no sea la más acertada. La cambio por “rechazo”.
Ummm. No sé quién pueda rechazar una obra como la mía. [Sonia Melara suelta una carcajada] La verdad, no sé. Lo que podría encontrar es que a la gente no le guste, porque todos tenemos diferentes gustos.
Yo no sé cómo funciona el mercado del  arte, pero tengo la impresión de que usted es la artista salvadoreña a la que le pagan bien por su obra. Del lado de los hombres creo que está César Menéndez. 
Y no te equivocás. Y te puedo decir que quizás estoy por encima de César Menéndez. Y puede ser que César se enoje por lo que dije. Mis obras están muy bien [cotizadas] afortunadamente. Y eso no es Sonia Melara. Es la obra de Sonia Melara. Yo solo soy el instrumento para que las obras nazcan. Y yo, por mi parte, solo disfruto de la vida.
Y con todo esto que ha dicho, ¿aún anda en la búsqueda de la obra perfecta, de su propia obra maestra?
Antes andaba con eso. Ahora no. Quería que en una obra estuviera el todo, pero ahora estoy muy relajada. Estoy en otra etapa, porque todo en la vida es parte de un proceso. La obra no parece espontánea, pero eso es lo que he sido en mi trabajo: espontánea. En esta etapa de mi vida me siento menos agobiada. He entendido que cada obra tiene su momento y ese momento es congruente con lo que vivís en cada etapa de la vida. Y eso creo que es lo importante: que la obra sea congruente con la etapa de tu vida para que tenga algo que expresar. Cuando deje de sentir eso, sencillamente dejaré de hacerlo. Dejaré de crear.
Usted ha dejado ver que lo que quiere, lo hace. Pero no todo se puede tener en esta vida, tampoco creo que eso suceda en el más allá. ¿Hay algo de lo que se lamente en esta etapa de su existencia?
Lamento que la vida sea tan corta para tantas cosas que quisiese realizar. Pero esa ha sido mi preocupación permanente, no solo en esta etapa de mi vida. También lamento haber declinado las oportunidades profesionales que se me brindaron en Estados Unidos, Italia e Israel en la década de 1990 por regresar a El Salvador y permanecer ahí por todos esos años. Sin embargo, esas decisiones me permitieron compartir un valioso tiempo con mi familia. La vida no es perfecta, y no podemos tener todo al mismo tiempo.
Y cuando fallezca, ¿cómo quiere que la recuerden?
Guau… [La artista suelta otra larga bocanada] Quiero que me recuerden como una persona que vivió intensamente

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