sábado, 17 de junio de 2017

Todavía hablo con las piedras



Errante. Ibas de aquí para allá. Caminabas y caminabas. Sin horizonte ni dirección. Y una vez las viste. Las contemplaste. Ahí estaban: piedras milenarias que a fuerza de lluvias y correntadas echaban a rodar hasta llegar a la ciudad. No sabés si las buscaste o ellas te encontraron a vos. Lo cierto es que ante ellas te acurrucabas, les pasabas las manos por su superficie y muy quedito les preguntabas: ¿Qué quieren ser?

Y ellas te decían en polifonía: quiero ser un torso, un rostro, un ojo, una cara. Un círculo. Y vos obedecías.

Naciste en 1990, Mario López Vega. Viniste al mundo en una época en que tu país estaba cerca de salir de una guerra de más de una década. Pero vos entraste a otra. Una que no tiene nada que envidiarle a la barbarie de antaño. Los medios de comunicación han hablado mucho de tu Panchimalco. Han hablado muy mal de él, pero son pocos los que saben que ahí hay una cuna de artistas.

Tu hogar es sencillo. La vida familiar ha sido cuesta arriba, pero los tuyos siempre han estado ahí para ayudarte y espolearte.

En 2005 llegaste a la Casa Taller Encuentro en tu querido Panchimalco. Pero fue hasta 2009 que decidiste incursionar en la escultura. Empezaste a tallar la piedra. Empezaste a aprender la mudez de las rocas. Cincel y almádana fueron tus herramientas.

“De aquí nadie me mueve”, dijiste para tus adentros con convicción. 

Y reconociste: "La piedra es un ser viviente como yo. Hablo con ellas. No con palabras, sino con el lenguaje del espíritu, del alma. Voy por ellas al río. Observo sus texturas, sus formas. Las veo por largo tiempo hasta que logro mirar qué hay dentro de ellas".

Al principio le tenías tanto miedo al martillo y al cincel. Pero un soplo de tus raíces indígenas te alcanzó y te susurró: “Sé sagaz, no fuerte”. Entendiste que la fuerza es emocional y espiritual. Nunca física.

También fuiste soberbio, terco. Petulante. Una vez quisiste esculpir por esculpir y obviaste hablar con aquella piedra de río. Sólo lograste que se quebrara y echaste a perder todo. Pero aprendiste la lección. Creció en vos el deseo benévolo de seguir tallando rocas. Tu afán se expandió y no tuvo límites. La emoción te hizo —sin querer— retar al destino:

"No sé en qué momento va a ser, pero antes de morirme tengo que hacer algo monumental. Gigantesco. Grandísimo. Y tiene que ser en piedra".

Fuiste a Rusia en 2015. También a Francia y Holanda. Otro mundo te esperaba: la escultura en cerámica. Y te funcionó porque ya no sos el mismo a la hora de crear tu obra.

¿Todo esto ha servido de algo? A veces decís que sí. Otras que no.

Y se entiende: has expuesto en lugares envidiables, pero llegan los mismos de siempre. Medís la senda que has recorrido y te das cuenta de que sufrís de soledad de público.

Pero tenés otros retos y eso ocupa tu mente. Hacés una obra y querés repetirla. Y no podés.

Obseso. Ese es tu defecto y tu virtud. No importa si estás sano o enfermo. Ahí estás sacándole chispas a las piedras.  

También has regresado a tu casa con las manos en la bolsa. No te importa confesarlo:

“Me miran como artista. Me halagan. Pero no saben que ando con hambre y aflicciones”.

Te ves las manos y te das cuenta de que no son distintas a las de aquellos hombres primitivos que también tenían como lienzo a las piedras. Sos un purista. Nada de artificios para lograr tus obras. Quién imaginaría que de tu baja estatura y de tu flaco cuerpo nacen obras descomunales de piedras gigantescas.  Tampoco nadie  daría crédito de que sos luchador olímpico. Para los incrédulos ahí están las medallas que has ganado.

Pasa el tiempo y vos seguís agradecido con aquel extraño que un día te explicó qué era la Casa Taller Encuentro. Miguel Ángel Ramírez sería un parteaguas en tu vida, Mario López Vega.

Dijiste: “Sin ese taller y Miguel Ángel Ramírez no hubiesen estado, yo no sé qué estaría haciendo en este momento”. Elegiste un camino y de ahí no regresaste. Hiciste de aquella elección un estilo de vida: Y lo reconociste:

“Si no estoy esculpiendo siento que no valgo nada”.

Errantes como las piedras nos encontramos al azar. Te hice una pregunta y vos no vacilaste en responderme:


“Sí, todavía hablo con las piedras”.


Jorge Dalton: El FMLN ha traicionado el legado y la figura Roque Dalton



Hace cuatro décadas al poeta Roque Dalton le dieron plomo a traición. Las balas salieron de la cúpula del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Lo acusaron de ser agente espía cubano. Luego cambiaron la versión y dijeron que era miembro de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. Esto último cuajó en la mente de sus compañeros de armas y significó el fin para el poeta creador de “Taberna y otros lugares”.

Los que decidieron matar al poeta Roque Dalton siguen con vida. Uno de ellos es Joaquín Villalobos —fue asesor del expresidente mexicano, Felipe Calderón— y el otro es Jorge Meléndez —funcionario desde que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) llegó al poder—. El primero fue el que puso las balas en el cuerpo del poeta, el segundo fue el carcelero y el verdugo que le daba golpes, según la familia Dalton.

Jorge Dalton es cineasta e hijo del poeta salvadoreño asesinado en 1975. En esta breve conversación el artista señala que el crimen de su padre sigue impune gracias al FMLN.

“El partido no ha movido un dedo en colaborar con el esclarecimiento del crimen porque no les interesa”.

Jorge Dalton es productor de cine y televisión. Actualmente es el  director de Cine y Audiovisuales de la Secretaría de Cultura de la Presidencia (Secultura). Ha vivido y trabajado en México, Estados Unidos, Honduras y  El Salvador. Ha dirigido un total de diecisiete documentales, diversos programas de televisión con temáticas de cine, revistas culturales, conciertos de música  en vivo y numerosos videoclips tanto en Cuba, México y  El Salvador.

También ha sido jurado del  Festival Internacional de Cine de Guadalajara, (México), Festival Internacional de Cine en Centroamérica, Ícaro (Guatemala) y Festival Latino de Nueva York (Estados Unidos).


Se cumplen 42 años de la desaparición física de Roque Dalton. ¿Todavía hay algo que decir?

El crimen del poeta Roque Dalton sigue en la absoluta  impunidad. Sus asesinos siguen sin esclarecer nada ni revelar el sitio donde se encuentran sus restos. Para colmo, el Estado se ha hecho cómplice del pacto de silencio de los asesinos.  Sigue siendo un acto de  gran injusticia y uno de los crímenes emblemáticos que no se han resuelto como es el caso del asesinato de los curas jesuitas de la Universidad Centroamericana, el de monseñor Romero y otros crímenes atroces que son parte de todo un sistema de impunidad en el cual han tenido mucho que ver la derecha y la izquierda. El Estado salvadoreño al no hacer nada al respecto se hace cómplice.

Como familia hicimos una carta al expresidente Mauricio Funes al inicio de su mandato. Mi hermano habló también con Hato Hasbun —secretario de Gobernabilidad de Casa Presidencial— y con otros miembros de la cúpula del Gobierno. Nos reunimos con Medardo González —secretario general del partido FMLN— directamente. Él nos aseguró que el FMLN no tenía responsabilidad en el nombramiento de Jorge Meléndez en ese primer gobierno. O sea: entendimos que tanto el matrimonio Mauricio Funes y Vanda Pignato fueron los que nombraron a Meléndez como funcionario.

Con el gobierno actual  del presidente Salvador Sánchez Cerén,  el FMLN ratificó en el cargo a Jorge Meléndez. Él está señalado de haber participado en el crimen de mi padre. Al inicio de este segundo mandato llegamos a la conclusión de que Medardo González también nos engañó. Comprobamos  que  ese nombramiento había sido algo pactado entre todos ellos y no fue un asunto solo de Funes y Vanda Pignato.

El FMLN ha traicionado el legado y la figura de Roque Dalton. Ha pisoteando su obra literaria y hasta su pensamiento político y todo lo que mi padre significa para El Salvador y el resto de Latinoamérica. Entonces, no les bastó no solo con ensuciar la memoria del poeta revolucionario, sino que engañaron a mi familia, engañaron y pisotearon a mi madre y han engañado también al pueblo salvadoreño.

Villalobos y Meléndez no solo  son responsables del crimen de mi padre, sino de otros crimines que incluso están en el Informe de la Comisión de la Verdad. Fue el FMLN quien —a Jorge Meléndez— lo ha elegido y protegido de la manera más  impune, desfachatada y vergonzosa durante todos estos años. Cada día el FMLN deja evidenciado que no le interesa la figura del poeta meritísimo Roque Dalton. He llegado a pensar que en el fondo detestan a mi padre y todo lo que su figura significa. El partido no ha movido un dedo en colaborar con el esclarecimiento del crimen porque no les interesa.

El resultado y la respuesta a nuestra carta de parte del expresidente Funes fue más que miserable. Se puso a la par del victimario y echó a un lado a las víctimas. Ofendió públicamente a mi familia utilizando todo su poder para anularnos cuando le prohibimos pronunciar el nombre de mi padre en sus discursos.

El muy miserable [del expresidente Funes] quería centrar su show político con el título del poemario “El turno del ofendido”. Y una ofensa recibimos luego que mi hermano le solicitó a Hato Hasbun que no usara el nombre de mi padre. Y la reacción del expresidente Funes fue la misma reacción de quienes han protegido a los asesinos y los torturadores de Latinoamérica. La actitud de la primera dama de entonces, Vanda Pignato no pudo ser más miserable también, porque nunca se acercó a darnos ni  la mínima explicación. Me imagino que ella tenía que ser fiel a sus vínculos de amistad con Jorge Meléndez y Joaquín Villalobos. Este último es el asesino directo del poeta Roque Dalton.

Hace poco —en un centro comercial de San Salvador— la exprimera dama, Vanda Pignato se encontró con mi madre. Pignato la abrazó y la elogió de  manera  hipócrita y descarada. Mi madre tiene ya 85 años y cada vez es más frágil y sin fuerzas para reclamar nada. Y al parecer ella se irá de este mundo sin ver la tumba del padre de sus hijos. Hasta dónde ha llegado la desfachatez, la mentira y la impunidad de semejantes sabandijas en mayúsculas.


Hay una nueva generación de poetas en El Salvador. ¿Crees que Roque Dalton sigue siendo una influencia literaria?

Hay una nueva generación de poetas y escritores salvadoreños y seguramente mi padre seguirá siendo una gran influencia, pero creo que los escritores deberán crear estilos propios acordes a los nuevos tiempos. Esta nueva generación literaria tendrá que ingeniárselas para trascender y no quedarse en los localismos, los intentos y los esfuerzos. Esto es algo muy impregnado en la cultura salvadoreña a lo largo de la historia. Y no solo pasa con la literatura sino también  con el cine, las artes plásticas y las demás expresiones del arte. Hay un gran temor a trascender y eso ha sido un signo muy marcado de una cultura subdesarrollada. Un escritor debe ser también un intelectual en todos los sentidos. Debe ser parte de la conciencia crítica y generadora de un pensamiento que ayude a transformar la sociedad y eso en El Salvador de hoy es muy escaso. No hay una producción y un ambiente literario como existe en Nicaragua o Guatemala. El panorama literario aquí es difícil porque El Salvador no está catalogado como un país de lectores. Es un país en el que la gente no lee. Han desaparecido las librerías y las bibliotecas están vacías.  La gente se reúne en un bar o un café para  hablar de política, para hablar de cualquier cosa menos de arte y cultura.  Consumen televisión de manera sedienta para ver desfilar en los programas de opinión y noticieros a los mismos políticos  de siempre. El salvadoreño común vive atrapado en el círculo sin salida de la política. El salvadoreño no lee  y para colmo tampoco va al cine, porque lamentablemente tampoco no hay  nada que  ver.

Por último,  la política literaria del Estado o la gestión del Estado —en ese orden—  es insuficiente. El término mediocre es ya un elogio. Es  de verdad paupérrima.

De todas maneras el panorama puede ser muy negativo pero eso no es motivo para la no existencia de una buena literatura. En Haití hay buenísimos poetas y hubo siempre buenos escritores e intelectuales.


Hay algo que vi en Cuba: Las nuevas generaciones de artistas no saben sobre Roque Dalton. ¿Vaticinás un olvido de la vida y obra de tu padre en la Isla?

No tengo la misma opinión que tienes sobre la obra de mi padre en Cuba. Yo creo que en Cuba sí se venera a mi padre, su  poesía y lo que significa su figura. Es un sitio donde mi padre aún no está olvidado ni muerto, por suerte. Pero por supuesto, el olvido de las nuevas generaciones es un peligro. Ya incluso los jóvenes cubanos de hoy ignoran muchas cosas importantes de la propia cultura cubana.

En este asunto del olvido  que seremos, cito al gran escritor colombiano Héctor Abad Faciolince: “Todos estamos condenados al olvido y todos seremos derrotados, pero hay derrotas peores que la muerte”. En Cuba están en peligro un sinnúmero de cosas que tienen que ver con el olvido y la memoria. Ya Cuba no es la misma Cuba de 1968. Ni siquiera la Cuba de 1990. Lo que fue para muchos la Revolución Cubana —y la continuidad de ese proceso en toda su dimensión— está por definirse. A pesar de que me considero hijo de ese proceso que se inició en 1959, mis motivos de apego son mucho más profundos, son muy de raíz y están estrechamente relacionados con la nación cubana y soy de un pensamiento martiano. Siempre he vivido agradecido de mis padres por haberme llevado a vivir a Cuba. Y pienso que uno es del lugar donde crece y se forma, donde casi todo es por primera vez.

Hoy Cuba atraviesa por un momento complejo y los jóvenes que no tienen el mismo compromiso que tuvieron sus padres y abuelos hoy miran el futuro —por lógica— muy diferente. Ahora está la nueva relación con Estados Unidos que aún no sé muy bien en que va a desembocar. Un amigo cubano —un poco en  broma— decía que uno de los grandes problemas de Cuba es estar lejos de Dios y demasiado cerca de los Estados Unidos.  Pero yo confío en la nación cubana y no dejo de pensar en la reconciliación entre los cubanos. Esto es inevitable y es la única solución para un futuro próspero y abierto al mundo. Es una nación que a pesar de los pesares tiene muchas virtudes.


Jorge Meléndez ha aseverado dos cosas: en 2010 dijo que no conoció el asesinato de Roque Dalton sino un proceso político —dentro del ERP— en el que resultó muerto tu padre y otros guerrilleros. En 2016 afirmó que “Ni siquiera sabía que existía Roque Dalton”. ¿Qué pensás de estos cambios de discurso?

Sobre lo que dijo Jorge Meléndez en 2010 —que no se trató de un asesinato, sino de un “proceso político”—, pues puede que tenga razón, porque los asesinatos que se cometían a mansalva en la Unión Soviética —en la época de  Stalin y los famosos “Juicios de Moscú”— y los crímenes que se cometieron en la Checoslovaquia estalinista en Hungría, Rumania y Polonia —en los que murieron miles y miles de personas bajo innumerables acusaciones y que fueron a parar a fosas comunes— los denominaban así: “procesos políticos”. Nunca reconocieron que eran crímenes de lesa humanidad.

Y sobre la frase “Ni siquiera sabía de la existencia de Roque Dalton”, pues a mí no me sorprende todo lo burdo y despiadado que pueda ser este personaje de Jorge Meléndez.  Cuando mi padre fue asesinado dijeron primero que lo ajusticiaron por ser “agente cubano”. Luego salieron con eso de que lo habían matado por “agente de la CIA”. Y  mí ya no me sorprendería que dentro de poco el FMLN diga algo parecido. Si han resultado ser  tal para cual, porque Jorge Meléndez goza de toda la estima del FMLN y no me extraña que algún día el FMLN  hasta les erija un monumento a los asesinos del poeta Roque Dalton.


La familia Dalton se ha esforzado por esclarecer el asesinato de Roque… ¿Me equivoco si digo que eso mismo —al parecer— no sucede con tu hermano que desapareció a principios de 1980?

Él murió en combate en el departamento de Chalatenango como muchos que murieron y sus cadáveres quedaron en el camino. No sabemos mayores detalles. Yo no estuve en la guerra. Yo no participé y ni siquiera vivía en El Salvador. Mi hermano mayor muere en el mismo combate que mi hermano Juan José es capturado por las tropas élites del ejército. No supimos más. Es la razón por la cual nunca hemos reclamado, porque no se trata igual que lo de mi padre. Mi hermano muere en un combate en la montaña contra el ejército. La pérdida de mi padre y de mi hermano significa una gran desgracia para mi familia. Para nosotros hablar de eso es sumamente doloroso.


Roque increpó a Miguel Ángel Asturias por haber ocupado un cargo público que reñía con la ética revolucionaria e intelectual y le aconsejó por dignidad que renunciara a su cargo a la embajada de Guatemala en París. Si el Gobierno del FMLN mantiene en sus filas a un supuesto asesino de Roque Dalton, ¿por qué no renunciás a la Secultura? Es decir: ¿por qué no renunciás a tu cargo como funcionario del gobierno del FMLN? Y también lo digo porque te has mostrado abiertamente crítico hacia el partido y su actuar.

Bueno, son casos muy diferentes y épocas muy diferentes en cuanto a lo que  mencionas relacionado con  Miguel Ángel Asturias y mi padre. Es importante aclarar que yo no fui elegido por el FMLN para ocupar el cargo que tengo como director de Cine y Audiovisuales de la Secultura. Cuando el FMLN llegó al poder yo ya estaba  ahí medio año antes de que el expresidente Funes llegara al Ejecutivo. Fui contratado para ocuparme de lo que en aquel entonces se llamaba Unidad de Video cuando aún existía el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura). Entonces, yo desde el primer día presenté un proyecto de convertir la Unidad de Video en la primera instancia cinematográfica y audiovisual en la historia del Estado salvadoreño. Con mucho sacrificio creé el Centro de Producción Audiovisual donde se han realizados documentales y programas de televisión de corte cultural que incluso ayudaron a fortalecer y aumentar la teleaudiencia de Canal 10. Estamos por lanzar dentro de poco el primer programa de televisión digital. Pude crear un equipo de trabajo con gente joven y profesional. Es una instancia que camina a la par de todo el nuevo panorama audiovisual salvadoreño. Yo no fui elegido por el FMLN bajo ningún concepto ni ningún otro partido. Tampoco tengo compromisos partidarios ni políticos de ninguna clase con nadie. Yo soy un cineasta. Un trabajador comprometido con el arte, la cultura y el país. Bajo esas condiciones fui contratado y esa es parte de mi misión aquí. Me propuse dejar  un legado que está muy vinculado a todo el esfuerzo por la existencia de un cine nacional,  donde el Estado tiene muchas obligaciones. Yo no llegué aquí con un cargo político ni por “ser chero” de nadie. A mí me ampara mi trayectoria, mi obra y todo el trabajo que he venido desarrollando por el cine salvadoreño y la cultura en este país. Yo no vine al Estado como han llegado otra gente afín o militante del FMLN que llegó a asaltar el Estado como si fuera un botín de conquista como lo hizo el partido ARENA en el pasado. Es aberrante e injustificable la filosofía del FMLN: si ARENA robó y despilfarró porqué nosotros no lo vamos a hacer.

Yo soy un cineasta revolucionario y enemigo de la burocracia, la mediocridad, la mentira y la corrupción  y yo vine a cumplir con mi deber y no andar en babosadas políticas. No me perdonan que yo diga las cosas y si tengo que salir a la calle con un megáfono a acompañar a los trabajadores, pues lo hago. Yo no estoy señalado ni soy sospechoso de cometer ningún crimen. Yo no tengo nada que ver con esa podredumbre de otros funcionarios altamente sospechosos de crímenes, corrupción e enriquecimiento ilícito. Esa es la gran diferencia [entre Jorge Dalton] con el cargo que ocupa Jorge Meléndez. Si alguien  sabe de esa gran diferencia es el presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén. Él sabe perfectamente quién soy yo y conoce perfectamente a mi familia. Él sabe de sobra de dónde viene Jorge Meléndez y en lo que estuvo involucrado. Es el presidente de la República quien tendría la obligación, la honorabilidad, la honestidad y  la autoridad necesaria —en nombre de la justicia y la verdad— de destituir a Jorge Meléndez señalado por el crimen de un poeta.


El vicepresidente de El Salvador, Óscar Ortiz pidió que no se extraditaran a los militares señalados en haber participado en el asesinado de los jesuitas de la UCA. Y al Gobierno no le cayó en gracia que se declarara ilegal la Ley de Amnistía de 1993. ¿Por qué creés que ocurren estos cambios de postura?

Bueno, la protección de esos militares e impedir que fueran extraditados por España —señalados de graves violaciones a los derechos humanos— se inició con Mauricio Funes y el FMLN. Ellos se prestaron para eso. Este es otro acto vergonzoso, sucio —y sobre todo— un acto de traición a las víctimas de tales asesinatos. El vicepresidente Ortiz pone en claro su postura —que en definitiva es la postura del FMLN— de estar en contra  del esclarecimiento de la verdad. Ellos son pieza clave de ese sistema de impunidad que reina en el país. Los miembros del FMLN están evitando por todos los medios que los casos de crímenes cometidos por el FMLN no  salgan a flote. El FMLN  definitivamente se pone al lado de los victimarios y anula a las víctimas.

Con el caso del asesinato del poeta Roque Dalton, no pueden ser más claros. Como dije al inicio: no han movido un dedo en ayudar al esclarecimiento de la verdad  y eso de alguna manera los hace cómplices de quienes cometieron el crimen porque se han dedicado a proteger a esos victimarios. Yo creo que todo eso es parte de un proceso de  corrupción política dentro del FMLN. Ellos han pisoteado muchos principios, se olvidaron hasta de su propia gente. Se traicionaron a ellos mismos. Se olvidaron de  los que lo dieron todo, de los que sacrificaron lo más preciado que tenían que es la vida.

(Jorge Dalton cita los versos de un poema de su padre).

Se olvidaron, pues de:
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,.
mis compatriotas,
mis hermanos….


Eso es imperdonable como son imperdonables los que asesinaron al poeta Federico García Lorca. Yo considero que el FMLN no es revolucionario. Lo dejó de ser hace mucho tiempo.

*Esta entrevista fue publicada en el periódico digital Cuarta de Guadalajara, México.

viernes, 9 de junio de 2017

Israel Ticas: el intérprete del silencio de los desaparecidos




El Salvador vive una epidemia de homicidios, según la Organización Mundial de la Salud: más de 10 por cada 100 mil habitantes. Este país, así, destaca como uno de los más inseguros del planeta. No en vano le llaman la República de la Muerte o la Capital de los Asesinatos, y es también un extenso cementerio clandestino. Pero hay un hombre que busca darles identidad a los miles de desaparecidos en esa tierra centroamericana. Y le gusta trabajar con cadáveres. Les llama “amigos”.


Un día pidió ayuda a través de una red social. Faltaba poco para la medianoche. Tenía tantos muertos sin identificar que no sabía qué hacer con ellos. El Salvador es una tumba clandestina donde van a parar las víctimas de la violencia. Las pandillas perpetran la gran mayoría de estos asesinatos. Pero un hombre se ocupa de estos escenarios y rescata de las entrañas de la tierra y de la impunidad los cadáveres que han terminado en el olvido.

Israel Ticas es el forense de lujo de la Fiscalía General de la República de El Salvador. Se ha preparado en Centroamérica, México, África y España. No tiene sustituto ni discípulo. Es único en su especie. De baja estatura, tiene rasgos indígenas muy marcados y siempre está requemado por el sol. Su trabajo se convierte en una meticulosa obra de arte, pero también delata a un país que devora todos los días a sus ciudadanos. En El Salvador, de verdad, la vida no vale nada.

Es difícil que el mundo entienda cómo una superficie tan pequeña –21 mil kilómetros cuadrados– produce tantos cadáveres. La inseguridad y la muerte son un negocio en esta nación. Restaurantes, farmacias, burdeles, hoteles, hospitales, zonas residenciales de clase media… Todos estos lugares cuentan con seguridad privada. Una funeraria en un país como El Salvador no conoce la bancarrota.

Hace años Ticas le dijo al reportero que él hablaba con los muertos. El periodista le dijo que, más bien, era un abogado. El abogado de las víctimas mortales de la violencia en El Salvador. Se quedó callado. La idea le gustó.

El Salvador vivió una guerra interna por más de una década. Los ciudadanos que tuvieron suerte lograron huir hacia Estados Unidos. Tras la firma de la paz en 1992 entre la insurgencia y el gobierno, la Unión Americana hizo deportaciones. Pero esa gente, que en aquel país había vivido en barrios depauperados y violentos, regresó con el ADN de las pandillas. Y lo clonó y clonó en su nación de origen. Ni los gobiernos de derecha ni la sociedad se imaginaban que una bomba social estaba creciendo. Cuando explotó fue demasiado tarde.

El pozo de sangre en el que se ahoga El Salvador ha sido cavado por las pandillas Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18. La inseguridad que vive el país la sienten los mismos cuerpos de seguridad, pese a que en 2015 los vándalos fueron declarados terroristas por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Los ciudadanos también son objetivos de pandillas: para morir basta que alguien que viva en un territorio se pase a otro donde domina la pandilla contraria. De esta tormenta de sangre no se salva ni el presidente del país, Salvador Sánchez Cerén. Los mareros le asesinaron a dos guardaespaldas.
Todos deben pedirle permiso a las pandillas para entrar en sus territorios: políticos, religiosos, vendedores, distribuidores de agua, refrescos, golosinas. Incluso los periodistas que deseen tomar una fotografía. Los números más conservadores calculan que en El Salvador hay unos 60 mil vándalos en las calles. Dentro de la cárcel están otros 13 mil. A estas cifras hay que sumarle los colaboradores que van desde los familiares y amigos de mareros hasta jueces, policías, militares y políticos de mandos bajos y medios.

Y ese ejército de pandilleros ha dejado otro de desaparecidos. Ticas tiene que buscarlos. Para él, una persona muerta no es un cadáver: es un ser humano con derechos que se merece la mejor de las despedidas. Por eso los entristece que los restos de alguien terminen en una fosa común, en el anonimato.

Él comienza con un indicio (una denuncia). Una vez detectado el lugar donde puede haber sido enterrado un cuerpo, lo acordona e inicia una búsqueda superficial. La misma tierra le advierte si dentro de ella hay restos humanos. En caso afirmativo, la franja estudiada toma una textura particular y cierta humedad que desprende un olor distintivo. Si detecta estas pistas, inicia una excavación. Y es aquí donde la sabiduría de Ticas entra en juego. A partir de la experiencia y de una lectura del entorno va avanzando directamente hacia los cadáveres. No se trata sólo de excavar. No se trata de abrir hoyos al azar. Se trata de llegar de una forma inteligente a los cuerpos por una sencilla razón: el cadáver puede informar la identidad del asesino.

La escena poco a poco comienza a tornarse en una obra en la que se fusionan ingeniería, antropología, arqueología y fontanería (desagües en caso de lluvias). Lo más importante es resguardar la escena del crimen y sus evidencias. Aquí está lo vital: las posiciones de los cuerpos son un testimonio de sus últimas horas de vida. Por los indicios, el abogado de los muertos sabe quién murió primero, quién fue enterrado con vida y en qué circunstancias. Es aterrador ver cómo las personas lucharon incluso dentro de las sepulturas. Sus manos en forma de garras evidencian que hicieron todo por salir del suplicio. Las bocas abiertas pueden hablar de un grito ahogado pidiendo ayuda o de un último intento por llevar oxígeno a sus pulmones.

Las escenas muestran la evolución de la violencia en El Salvador. Cada vez son más tenebrosos los asesinatos  —y también más sofisticados, pues sus  autores evitan dejar rastros—.Cada vez hay más cuerpos mutilados.

En las manos de Ticas está el futuro de la justicia. Está el rumbo de la investigación. El rostro de los asesinos. 

“La violencia evoluciona rápidamente y destroza hogares, familias y personas. La muerte sólo espera junto a nosotros para llevarnos al más allá”, reconoce el forense en entrevista.

Durante la conversación, el especialista recibe una llamada de una madre buscando a su hijo. Pone la llamada en altavoz y se escucha una súplica al otro lado del teléfono. Ella relata que en Montelimar (provincia de La Paz) varios hombres metieron a su hijo a un predio baldío. Luego salieron, pero sin él. El forense le explica lo que debe hacer: poner una denuncia y enviarle una fotografía. Él irá a reconocer el terreno, probablemente devenido a cementerio.
De hecho, todo El Salvador se parece a un extenso panteón. Únicamente en agosto de 2015 hubo 911 asesinatos. Es decir: 30 muertos cada 24 horas. Ese mismo año cerró con 6 mil 670 homicidios. El periódico estadunidense USA Today lo calificó como “la capital mundial de los asesinatos”. Y 2016 no trajo buenas nuevas, porque dejó 5 mil 278 crímenes mortales. Es decir: 14 homicidios al día. Y los números continúan. Hasta el 15 de marzo de 2017 iban 651 homicidios, según las estadísticas oficiales.

La cifra de desaparecidos ya superó a la padecida durante la guerra civil que vivió esta nación entre 1980 y 1992, según las autoridades salvadoreñas.

Lo paradójico es que este país centroamericano celebró 25 años de haber firmado los Acuerdos de Paz. El 16 de enero de 1992 la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno del entonces presidente Alfredo Cristiani (del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista, Arena) pusieron fin al plomo que dejó más de 75 mil muertos y unos 10 mil desaparecidos.

Las máximas autoridades de seguridad de El Salvador afirman –según la agencia de información ACAN-EFE– que en 2016 se encontraron 38 cementerios clandestinos. En ellas fueron desenterradas 46 personas en 10 de los 14 departamentos que tiene el país. Desde 2014 se han detectado más de 158 fosas ilegales y se han recuperado 216 cuerpos. Pero desde 2010 están desaparecidas unas 10 mil 800 personas.

Las cifras oficiales registran, sólo en 2016, la desaparición de 3 mil 859 personas. La capital de El Salvador –San Salvador– concentró mil 148 casos. 2017 tampoco pinta bien. Hasta el 20 de marzo iban 650 desaparecidos.

El presidente del Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador (IEJES) y miembro de la Comisión Política del desaparecido Movimiento Nacional Revolucionario, Félix Ulloa, reflexionó en el periódico digital El Faro sobre los 25 años de paz de El Salvador en el nuevo contexto de violencia: “Las pandillas inicialmente fueron sólo el producto de la indiferencia del Estado para con los hijos de la guerra, los huérfanos, los niños abandonados por los padres que se fueron a buscar la vida fuera del país. (Esos niños) luego crecieron, se organizaron y multiplicaron, y hoy nos tienen de rodillas”.

Coincidentemente, la primera escena que procesó Ticas fue la de los padres jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA) asesinados por el Ejército salvadoreño en 1989. Un caso que aún busca justicia en los tribunales españoles. El forense fue policía durante la guerra. En ese momento su especialidad eran las escenas terroristas de la guerra. Gracias a su meticulosidad se han resuelto casos que parecían imposibles. Y esto se debe a su amistad con la investigación y la metodología científicas.

Vivir entre la muerte
A Ticas le gusta trabajar con cadáveres. Les llama “amigos”. Pero sabe que El Salvador apenas le da importancia a la ciencia forense. Las autoridades del país prefieren los testimonios para solucionar los crímenes. Sólo que los testigos son falibles, impresionables y presionables, pueden tener un precio. Y en muchas ocasiones llevan a la cárcel a gente inocente.

“Me siento mal cuando mis colegas hacen una excavación en menos de una hora. Esas escenas son ricas en evidencia”, se lamenta.

Vanidoso y excéntrico, Ticas sabe que es el único que le pone amor, disciplina y arte a su trabajo. Y pasa de la euforia a la tristeza: a él le gustaría multiplicarse y recuperar más cuerpos, pues hay miles de desaparecidos. Y decir desaparecido es decir muerto. Están en tumbas clandestinas o pozos.

“Me duelen todos estos restos de seres humanos. Tienen derecho a regresar con sus familias. Me da rabia que la gente les llame podridos a estas personas. ¿Vos pensás que esta gente quiso terminar con sus vidas de esta manera?”, inquiere el forense.

La gente dice que Israel está loco, que huele a muerto y que sus excavaciones son agujeros del tamaño de una bomba de 500 libras. Sus colegas piensan que hacer tantas cosas por los cadáveres es una pérdida de tiempo. Que lo que debería de hacer –más práctico– es recoger los cadáveres sin tanta burocracia y meterlos en bolsas negras. Sin embargo, Ticas mantiene acaloradas discusiones con otros investigadores cuando éstos se niegan a procesar sangre, cabellos, semen u otras evidencias. La razón para no recibir estas pruebas es que vienen de cadáveres putrefactos, aunque eso no impediría hacerles análisis de ADN.

El abogado de los muertos se quiebra cuando analiza fosas donde hay niños. Apunta que usa su “escudo humanitario” para seguir adelante.

Para Ticas no existe el descanso. Ser el mejor tiene sus costos. Es un hombre que trabaja los siete días de la semana. Sus amigos los cuenta con los dedos de una mano. A veces duerme en su oficina (adornada con calaveras y otras piezas óseas). Las paredes tienen fotografías de las excavaciones que ha realizado. Da la impresión de que se siente como una estrella de rock que ha fotografiado cada uno de sus escenarios. Eso sí, a Israel Ticas no se le puede hablar del infierno. Él ya lo vio: niños decapitados, hombres a quienes les cercenaron el pene y los testículos y se los colocaron dentro de la boca para después coserles los labios. Rostros sin ojos, sin dientes y desollados. Mujeres con envases de cerveza en sus vaginas y empaladas.

A pesar de que el apellido de El Salvador es violencia, Ticas no está a favor ni en contra de las instituciones del Estado. “Yo sé lo que está ocurriendo en El Salvador y lo que le espera, pero me limito a mi trabajo como forense”, delinea.

Por supuesto que él teme por su seguridad, por su vida. El lugar donde él vive también está dominado por los pandilleros. Se ven y se saludan. Por la televisión, los maras saben lo que él hace, pero cuando él llega a su vecindario sólo le gastan bromas. Le preguntan si no llevará un fémur para algún pandillero lisiado. Él les responde que sí, que lleva uno de mujer. Todos ríen.

El arte de exhumar
Una vez que el abogado descubre un cuerpo decide si comenzará a exhumarlo por los pies o la cabeza. Depende de la escena. Luego crea montículos para que el cadáver se sostenga, es decir, crea columnas sobre las que lo apoya a través de los codos, las rodillas, los tobillos, el mentón, la cabeza. Así puede fotografiar los cuerpos y ver la escena en varias dimensiones.
Al final de la jornada las evidencias están intactas. Y aparece una idea de qué sucedió. Se puede determinar si las víctimas fueron asesinadas dentro de la tumba o arrojadas ya sin vida. Saber esto es crucial para detectar si un testigo criteriado (que goza de privilegios penales a cambio de colaborar con la justicia) está diciendo la verdad o miente.

El forense le da un tratamiento casi paternal a los cadáveres. Una vez que la escena del crimen está lista, él empieza a limpiar con una escobilla los cuerpos. Lo hace suavemente, tramo a tramo con una paciencia asiática. Y mientras lo hace revisa si tienen tatuajes, lesiones, marcas de algún químico, esquirlas, golpes contundentes. Revisa hasta debajo de las uñas. Es importante que el cuerpo no se mueva ni un ápice, porque eso podría dañar la investigación. Pero todo este esmero se va por el drenaje cuando aparece el Instituto de Medicina Legal: mete los cadáveres en bolsas sin ningún cuidado. “Qué bonito has dejado los cadáveres”, le dicen los agentes a Ticas.

Lo triste para El Salvador es que cuando muera Israel morirá un hombre que no ha dejado discípulos. A nadie le gusta trabajar con muertos, y menos con tanta entrega. Él se mete a pozos donde el agua está putrefacta y llena de heces fecales. Tiene enfermedades en la piel, pero ha logrado controlarlas.

“Para que una persona haga lo que yo hago debe gustarle la putrefacción. Debe ser inmune al dolor. No debe tener sentimientos a la hora de trabajar, porque si eso no ocurre, entonces no hará bien su labor. Echará a perder la evidencia. Y lo más importante: dejará impune un crimen. Yo no tengo vacaciones porque hay muchas personas enterradas. Me siento impotente”.

Con todo, confía más en los muertos que en los vivos. Él los llama amigos que no hacen daño. En contraparte, sabe que los vivos lo matarán. Sabe que no llegará a la vejez ni a jubilado. Él sólo quiere que lo asesinen sin aviso, rápido y sin dolor. En su epitafio quiere que coloquen la siguiente frase:

“Aquí yace quien quiso hacer mucho por los que sufren, pero no le quedó suficiente tiempo para hacerlo. Si puedo ayudar incluso muerto, búsquenme que les ayudaré.”


*Este texto apareció en la Revista Proceso de México bajo el título: El salvador de los muertos.