domingo, 26 de noviembre de 2017

María Teresa Rivera: “El Estado salvadoreño me ha robado todo”




La madrugada del día 24 de noviembre de 2011, María Teresa Rivera sintió un violento retortijón. Salió al baño y sintió cómo algo bajaba de entre sus piernas. Era sangre. Entró a duras penas a su casa y le pidió a su suegra que llamara a la policía para que la socorriera, pero esta llegó tarde. Muy tarde.

La mujer  despertó en el hospital y se vio rodeada de médicos que le preguntaban qué había hecho con su bebé. Ella dijo que no sabía de qué bebé le hablaban. Los especialistas le insistieron en que no mintiera, pero María Teresa Rivera no cambió su declaración: no sabía de qué bebé le hablaban ni sabía que estaba embarazada. Luego apareció la policía e hizo la misma pregunta que los galenos: “¿Dónde está tu hijo?”.  Y ella repitió su respuesta: no sabía de qué hijo le hablaban. Fue esposada a la camilla. Su dura travesía duró casi cinco años para esta mujer salvadoreña que ahora es libre en otro país: Suecia.

La Fiscalía General de la República de El Salvador acusó a María Teresa Rivera de homicidio agravado en 2012. Fue condenada a pasar cuarenta años en la cárcel. De esa pena cumplió cuatro años con seis meses. La defensa de la incriminada esgrimió todo el tiempo que la mujer tuvo un “problema obstétrico” y que no se pudo determinar que el feto —de menos de veintiún semanas de gestación— nació vivo o muerto. También hacía énfasis en que María Teresa Rivera no sabía que estaba embarazada y que ella misma solicitó que le practicaran exámenes para demostrar que ella no se indujo ningún aborto.

El Ministerio Público insistió en que María Teresa Rivera sí sabía que estaba embarazada porque tenía el antecedente de ser madre y de tener en el ámbito académico el ser bachiller.

“En este [segundo] embarazo no sentía ningún síntoma. Yo siempre vi mi periodo menstrual. Asistía mucho al hospital porque decían que era infección en los riñones. Asistía mucho al hospital, pero nunca me dijeron que estaba embarazada. Si yo hubiera sabido que estaba embarazada me hubiera cuidado. Es difícil y muy duro el haber perdido a mi hijo”, reconoce la salvadoreña asilada en Suecia.

María Teresa Rivera quiere tener otro hijo. No se rinde:

“Yo siempre quise tener dos hijos y darles lo mejor, darles lo que yo nunca tuve”.

La Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto en El Salvador retomó el caso de María Teresa Rivera y contó con el respaldo y apoyo de Amnistía Internacional.

El Código Procesal Penal fue reformado en 1998 y prohibió cualquier forma de aborto. No importa si el embarazo fue por violación, incesto o si la vida de la madre está en riesgo. Las mujeres que infringe esta normativa no son acusadas de abortar, sino de cometer un homicidio agravado y se les aplica penas que llegan hasta los cuarenta años de cárcel.

María Teresa Rivera la pasó muy mal en la prisión porque sintió “que lo había perdido todo: mis sueños, el futuro de mi hijo. Sentí que yo no valía nada”. Para esta mujer la cárcel fue un infierno. El agua potable es un bien escaso, la comida de muerte y el hacinamiento es insoportable. Además de eso tenía que lidiar con sus compañeras de cárcel que la veían como una asesina. La maltrataban y le decían “la mata-niños”. Los miembros de la custodia penitenciaria tampoco fueron amables.

“Muchas mujeres que estaban por otros supuestos delitos fueron mi gran apoyo y mi fortaleza”, reconoce María Teresa Rivera.

En el año 2015 fue aprobada la revisión del veredicto de María Teresa Rivera. El día 20 de mayo de 2016 un juez anula la sentencia de cuarenta años y se le otorga la libertad absoluta.

“Yo soñaba con la libertad y finalmente la obtuve, pero perdí en ver cómo mi hijo iba creciendo. No tuve la oportunidad de poder verlo. [Durante los cuatro años y seis meses de prisión] solo lo vi dos veces. Solo mamá y papá te pueden ir a ver [a la cárcel] y yo no los tengo. Eso fue lo más difícil. [El Estado salvadoreño] me robó mis sueños, mis metas. ¡Todo lo que yo quería ser!”.

Las hostilidades hacia María Teresa Rivera no cesaron tras la libertad. En su vecindario también le llamaban asesina. La discriminaban y no pudo obtener un empleo. Decidió poner su propio negocio para sobrevivir, pero tampoco esta estrategia progresó mucho.

La Fiscalía apeló el dictamen del juez y quería poner de nuevo tras las rejas a María Teresa Rivera. Ella huyó. Declaró ante el Gobierno de Suecia que sufría de “persecución judicial y política”. El día 16 de marzo de 2017 se le otorga el asilo en el país europeo.

Adiós a la Inquisición
Lejos de la tristeza y de la ansiedad del encierro, María Teresa Rivera ha comenzado una nueva vida al lado de su hijo. Iba por un seminario en Suecia y terminó convirtiéndose en asilada. El giro radical en su vida lo plantea así:

“Feliz y a comenzar de nuevo. El idioma es muy difícil, pero no tan difícil como todas las situaciones que la en la vida me ha tocado vivir. Y he podido salir adelante. Así que también saldré adelante con este nuevo reto, primero Dios”.

“El Estado salvadoreño criminalizó, estigmatizó y persiguió a María Teresa Rivera. Por eso ella solicitó un asilo en Suecia, el cual fue otorgado manifestando que el Estado salvadoreño no la puede proteger hasta que cambie la ley que penaliza el aborto. Es el primer asilo que se otorga a nivel mundial en relación a países con leyes totalmente restrictivas y criminalizadoras en materia de aborto”, afirma Sara García. Ella es miembro de la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto.

La activista asevera que han identificado a veintisiete mujeres encarceladas por el tema del aborto. Dos más tienen un proceso abierto en la actualidad.

En la Asamblea Legislativa de El Salvador hay dos propuestas de los dos grandes partidos del país. El derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena, actual oposición) pretende que los abortos se castiguen con un aumento de la pena hasta cincuenta años de cárcel.  El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, Gobierno) quiere que las mujeres tengan derecho a abortar cuando el propósito sea salvar la vida de la mujer gestante —con su consentimiento, claro está—, cuando haya sucedido una violación o estupro, cuando exista una malformación del feto y que su vida sea inviable fuera del útero y cuando haya una menor de edad agredida sexualmente.

“Los diputados y diputadas de la Asamblea Legislativa deben hacerse cargo de esta realidad más allá de sus creencias personales. Tenemos que aprender de otros procesos legislativos como el reciente en Chile. A veces te llena de impotencia la lentitud de los procesos. Por eso para nosotras la solidaridad es imperante porque es lo que permite que su realidad [de las mujeres pobres acusadas de aborto] se escuche con más fuerza”, opina Sara García.

Tras la liberación de María Teresa Rivera, Amnistía Internacional fue contundente en su posición con respecto al caso de la salvadoreña:

“La liberación de María Teresa es otro paso hacia la justicia en un país donde las mujeres son tratadas como meras ciudadanas de segunda clase,” dijo Erika Guevara-Rosas. Ella es directora para las Américas de Amnistía Internacional. Y añadió:

“No se le debería haber forzado a pasar ni un segundo tras las rejas. Su liberación debe ser un catalizador de cambios en El Salvador, donde docenas de mujeres son encarceladas bajo una ridícula ley antiaborto que no hace más que poner las vidas de miles de mujeres y niñas en peligro”.

***

¿Qué piensa ahora que ha dejado a El Salvador atrás?
Solo pienso en mis compañeras y todas las niñas y mujeres que están pasando por la misma situación que yo viví. Quiero que las leyes cambien y que las mujeres salvadoreñas ya no sigan sufriendo más.

¿Cómo ha sido el cambio cultural? ¿Cómo le va con el idioma?
Ya estoy en la escuela. Tengo tres semanas de haber iniciado. La cultura no es tan difícil. Los suecos son muy solidarios y yo he recibido el apoyo de muchas personas salvadoreñas acá en Suecia.

¿Cómo sobrevive en Suecia?
Bueno, todo es un proceso. Yo debo primero asistir a la escuela para emigrantes y aprender el idioma, luego debo trabajar. Y sobrevivo con la ayuda que da el Gobierno sueco para los refugiados.

¿Qué piensa ahora de todo lo que le ocurrió?
Que fue una gran injusticia.

¿Intentaría ser madre de nuevo?
Claro que sí. Yo siempre quise tener dos hijos y darles lo mejor. Darles lo que yo nunca tuve.

¿Quiere ser abogada para ayudar a sus amigas de El Salvador que están encarceladas?
Claro que sí. Esa es una de mis metas. Es difícil, pero no imposible. Yo lucharé mucho por eso y por ellas que son mi inspiración.

¿Regresaría a El Salvador?
No quiero volver a El Salvador. El Estado salvadoreño me ha robado todo: mis padres, mi niñez, mi juventud, mi familia. ¡Todo me lo robó!








sábado, 14 de octubre de 2017

Yolanda Magaña: Lo más importante no son los clics ni la viralización, sino nuestra credibilidad periodística




El mundo del periodismo está dominado por los hombres. Y eso se ve en radio, televisión, prensa escrita e Internet. Y si el asunto va de política, ni hablar. 

En El Salvador hay un modesto periódico impreso —modesto en su tiraje, se entiende—   con una sección política dirigida por una mujer: Yolanda Magaña. Trabaja en Diario El Mundo. Ahí llegó a ejercer el periodismo y de ahí no se ha movido. Ni parece que lo hará. Ya lleva casi dos décadas en el lugar que la vio nacer como periodista.

“Mi día a día en el periodismo es como un vicio”, confiesa en esta conversación.

No necesita de críticos ni de críticas. Ella misma se increpa con rigor ascético:

“Me gusta autocorregirme. Me abro a la corrección, a corregir lo que he hecho mal. Estoy en constante evaluación de mi forma de actuar, de condiciones, de cobertura. Quizás eso sea lo que me define”.

La introvertida y “girl scout” es considerada una de las mujeres que mejor editan la sección política de los tres grandes periódicos impresos que circulan en el país. Las opiniones van desde un “es la mejor sección política en papel” pasando por “hace un trabajo decente” hasta llegar a “con ella siempre se aprende mucho”.

La editora de Diario El Mundo es medio zen. Colinda entre la inocencia y la paciencia asiática. No se altera. Se aferra a la concepción muy clásica del periodismo. Y si eso le falla, ella tiene un as bajo la manga:

“[En periodismo] le pido a Dios mantenerme ecuánime frente a todos mis sentimientos”. Y listo. Claro: según ella.

Por su puesto: su jefe es hombre. Con él —según ella— no tiene que lidiar porque todo pasa por una discusión estrictamente periodística. Y asunto arreglado.

El periodismo le ha hecho ver que los militantes, simpatizantes, dirigentes y prominentes funcionarios atacan a los medios de comunicación siempre que una noticia no les favorece. Pero ellos no se remiten a las pruebas de la información que los desgasta, sino al descrédito. No les gusta que los retraten y los presenten a la opinión pública tal cual son.

“Gajes del oficio”, se autoconsuela la editora. Pero Yolanda Magaña tiene una resiliencia dura de roer:

“Los partidos políticos han decepcionado tanto a la gente. Y los nuevos políticos que surgen siguen decepcionando aun más por su comportamiento, sus reacciones. Son lo mismo. Incluso peores. [Y como periodistas] tenemos que mantenernos al margen”.

Y a pesar de la decadencia que arrastran los partidos políticos y sus miembros, ella sale a votar. Y aunque podría parecer paradójico, tiene una razón:

“He ejercido el voto por disciplina democrática, porque considero que la población debe acostumbrarse a elegir y participar, ya sea por elección o supresión”.

También en el periodismo hay desilusión. O quizás en los lectores. O en ambas partes:

“A veces me siento decepcionada, porque publicamos temas para que los lectores [sepan lo que pasa en el país], pero resulta que al final no les interesa”.

Su felicidad es frugal, pero sabia: la familia. Y cuando quiere pensar, recapacitar del camino andado va a un solo lugar que conoce: su casa, su hogar.


¿Qué fue primero: la exploradora o la periodista?
(Ríe). La periodista. Esa inquietud la tuve desde muy joven, pero mi papá no me dejó. Quizás fue por la coyuntura de la guerra. Fue en la adultez que fui al Movimiento Scout porque mi hijo quiso entrar. Y yo no tenía una actividad extra fuera del periodismo. Así que entré al Movimiento por mi hijo. Y luego esto me gustó. Entre extrovertida e introvertida, pues yo soy más introvertida y en el Movimiento Scout hay mucha extroversión y esto me gustó. También la educación juvenil que ahí hay.  Es un modelo de educación para aprender a vivir. Ahora he hecho una pausa, pero tengo unos siete años de pertenecer al Movimiento. Pedí permiso. Ya no estoy yendo. Y probablemente lo deje por razones labores y porque mi hijo ya no va.


Se dice que los introvertidos no son buenos para el periodismo…
Es que en periodismo es una combinación de cosas las que se necesitan. Además es trabajo en equipo. Es escuchar y leer mucho. Hacer números, analizar. Leer una resolución completa, porque sé que no todos los periodistas lo hacen.


¿Y cuánto tiempo lleva ejerciendo el periodismo?
Empecé en diciembre de 1998. Y empecé aquí en Diario El Mundo. Este siempre ha sido mi lugar de trabajo. Antes solo trabajé en dos oenegé. En una de ellas fui asistente de investigación. También fui correctora de libros. Tuve otros trabajos que no tenían nada que ver con el periodismo [salvo] el que tuve en la Secretaría de Comunicaciones de la Universidad de El Salvador. De ahí me gradué.


¿Y de pequeña ya tenía una idea de lo que quería ser?  
(Ríe) No. Me gusta mucho la profesión de médico, pero yo nunca fui buena para la biología ni para la memorización de las partes del cuerpo, órganos, nombres de sustancias. O incluso componentes químicos. Soy muy mala para memorizar todo eso. Me iba bien en las matemáticas. Por eso en el bachillerato saqué físico matemático. Luego quise estudiar algo que tuviera que ver con mi inquietud social, de decir la verdad. También sentía cierta facilidad para escribir. Y así fue que en el último año del bachillerato decidí estudiar periodismo. Me inquietó la ingeniería, pero me dije a mí misma que no quería estar detrás de un escritorio o construyendo casas. Así que hice algo distinto, porque siempre me interesó lo humanístico. Entonces busqué [en el periodismo] la facilidad de desarrollar los objetivos sociales que tenía.


Hay un viejo debate y tras el camino que ha recorrido le consulto: ¿el periodismo es una profesión o un oficio?
Creo que ambas. Hay periodistas que se han formado empíricamente. También hay ingenieros que son periodistas y son mejores que los que han estudiado periodismo. El periodismo se cultiva.

¿Y cómo fueron sus comienzos? Intuyo que no empezó como editora…

No. Empecé como periodista del área judicial, luego pasé a una sección de investigación donde hacía reportajes o temas especiales. Solo era yo y estuve como un año. Esto fue en el auge de la investigación periodística en El Salvador. Posteriormente fui periodista de política. Volví al área judicial y a continuación fui editora de nacionales y finalmente editora de política.


¿Y cómo le va con la edición? Teniendo en cuenta que tiene que lidiar con la inmediatez, informar desde las redes sociales, hacer video, fotografía, estar al tanto de lo que hace su equipo de periodistas, ver lo que el periodista pasa de largo…
El trabajo del editor es tener la vista más amplia que la del periodista, porque este está en lo específico, en su cobertura diaria. El editor ve el bosque y no el árbol. Y sí: hay una dificultad de transición hacia las redes sociales, porque ya no solo velamos por el impreso. [En este contexto] todavía hay viejas discusiones. Por ejemplo: a qué noticia le doy más importancia o vamos a darle prioridad a las noticias amarillistas para obtener más clics. O cuál es el enfoque que le voy a dar a mis notas. Lo importante para la gente no es lo que le interesa. Esos son los dilemas. Los grandes retos de estos días y en lo que mayormente pienso…


¿Cómo resuelve lo que ocurre en las redes sociales? Por ejemplo: un político informa sobre algo y se hace viral. ¿Qué hace como editora de política para que esto al siguiente día —que ya es noticia vieja— tenga aún frescura, vitalidad, impacto?  
En Diario El Mundo tenemos un ejercicio: cuando existe una noticia importante el enfoque no se abandona. A esto le damos un valor agregado con un poco de más contexto y un poco de más trabajo visual. El ejercicio es que la información quedará para la historia desde el impreso, desde el papel. Siempre nos preguntamos: ¿cómo nos vamos a ver con esta noticia en diez años? El medio escrito —aunque tenga pocos lectores y tiendan a bajar— tiene la obligación de ser más serio y con más profundidad. Nos apoyamos también en el análisis, en la infografía…


Hace dos décadas los periodistas publicaban y no eran increpados. El medio, la firma y el contenido eran como leyes que se respetaban. Ahora eso no pasa. Y los grandes ejemplos están en las redes sociales. En este sentido: ¿usted cómo maneja la crítica?
La comunicación ha cambiado. Antes no había retroalimentación. Los periodistas nos imaginábamos al lector. No había encuestas que nos dijeran qué quiere leer el pueblo, el lector. Uno decidía qué era lo importante e interesante para el lector. Ahora no. El lector responde, opina. Por lo general el lector no cuestiona la veracidad de la noticia… Hay una tendencia: los militantes y seguidores de partidos políticos cuestionan la veracidad de una noticia solo cuando algo les interesa [o incomoda]. Aunque un lector legítimo también cuestiona la credibilidad de un medio.  Un lector legítimo lo hace [cuestionar] sin saña. Por ejemplo: cuando publicamos el gasto en seguro médico de la Asamblea Legislativa alguien me cuestionó en mi muro de Facebook: “Mirá, no preguntaste el gasto en seguro médico en todo el Estado. ¿Por qué solo la Asamblea Legislativa?” Fue una pregunta legítima que venía de un lector. Un lector que no tiene un interés político o un interés en defender a alguien. Y contesté, porque no era un anónimo ni un seguidor ni militante de partidos políticos.

[Yolanda Magaña hace una pausa, piensa y echa mano de su memoria para hablar de una publicación que pasó por su supervisión] Hace unas semanas publicamos una nota sobre las multas al partido Arena y FMLN por parte del Tribunal Supremo Electoral. Entonces, el subsecretario de Participación Ciudadana, Transparencia y Anticorrupción [Marcos Rodríguez] nos cuestionó y acusó de distorsionar la información. [Esas acusaciones] viniendo de una gente prominente, entonces sí decidí contestarle con información. Nunca con agresión ni exaltación. Mucho menos con insultos. Eso no me pasa por la cabeza…


Disculpe que la interrumpa. Yo vi esa polémica. Y ahora mismo la haré de abogado del Diablo. ¿Por qué decidió llevar como madera la multa del FMLN cuando el partido Arena superaba la amonestación económica? Eso fue lo que yo vi en el sitio electrónico de Diario El Mundo…
Es que fíjese: la crítica es bien engañosa. Y le voy a decir porqué. El Tribunal Supremo Electoral emitió varias multas a cada partido. En total son siete partidos multados. Los que tienen mayores faltas son los partidos Arena y el Frente. Según el Tribunal —porque tampoco podemos confiar en él— los que tienen más faltas en sus finanzas entre 2014 y 2015 son estos dos partidos mayoritarios. El partido Gana salió limpio. Vaya. ¿Qué hizo el FMLN? No reveló el origen de sus fondos de 7.3 millones de dólares. El partido en lugar de poner el nombre y apellido de sus donantes o el nombre de las personas naturales o empresas, entonces lo que puso fue certificados de ayuda, recolectas y otros ingresos. Vaya, multó al partido. ¿Nos interesa de cuánto fue la multa? Probablemente a alguien le interese. Y pusimos de cuánto fue la multa.

Ahora viene el caso de Arena: la Ley de Partidos Políticos dice que la donación de una persona natural o de una persona jurídica no puede sobrepasar el 3.5% del último presupuesto electoral. Y Arena se pasó en tres donaciones que dieron tres personas jurídicas. ¿Cuánto sumaban las tres donaciones? 10.2 millones de dólares. Entonces: ¿cuál es lo más grave en este caso? ¿Qué falta es la más grave? Nunca pasó por mi cabeza valorar [el hecho] a través de las multas del Tribunal. ¿Y sabe qué es lo extraño de las críticas [de los funcionarios del Gobierno del FMLN]? No se cuestionó ninguna falsedad de la publicación. Se cuestionó la posición de las notas. Y al respecto hablé con mi jefe [Álvaro Cruz Rojas. Editor jefe de Diario El Mundo] y le dije que las resoluciones merecían dos notas separadas. Una del FMLN y otra de Arena. Entonces le dije a la diseñadora sobre las páginas. Y como ella es la que diseña, pues ella es la que jerarquiza y puso una más grande y otra más pequeña. ¿Yo le dije eso? No. Lo que yo hice fue no cambiar. Consideré que no era oportuno hacer un cambio. [Ambas páginas] casi tienen la misma extensión. Una tenía que ponerla a la izquierda y otra a la derecha. ¿Qué página se lee más?

La de la derecha.

Ajá. Según la teoría se lee más la impar. [Los funcionarios del Gobierno del FMLN] reclamaron porque habíamos empezado con la del FMLN [es decir: la página dos]  Y fíjese en esto: ¿cuál fue nuestra portada? Fue: “TSE multa a partidos por no revelar sus finanzas”. O sea: fue un titular general con una nota para el FMLN y otra para Arena. Fue lo justo [con esas noticias abrieron la edición del sábado 1 de julio]. Creo que ellos [la gente del FMLN] lo que hacen es hacer ver como que nosotros [Diario El Mundo] estamos manipulando la información y luego ponen un comentario [en su redes sociales] y confunden a la gente. Nuestro criterio no fue la cuantía de la multa, porque esto sería correr el riesgo de adoptar un criterio falso, equívoco de transparencia. Porque yo tengo que explicar qué hizo el partido político, qué fue lo que escondió. Explicamos qué hizo Arena y qué hizo el FMLN. Y respecto al caso de Arena: ¿por qué no se preguntan quién está detrás del Centro de Estudios Rodríguez Porth [dio al partido más de 2 millones de dólares]?


Además, ese organismo está vinculado con el caso del expresidente Francisco Flores y el caso Taiwán…
Ajá, pero no es el mismo tiempo. Son diferentes fondos. Y esto quiere decir que ese centro sigue activo. [Este tema] es de reporteo periodístico… Nuestra cobertura estuvo bien. Lo que ellos quieren hacer [FMLN] —porque yo no puedo interpretar otra cosa— es atacar a los medios de comunicación.


Sí, el escozor del FMLN con los medios de comunicación es obvio. Eso se ve en las redes sociales. Desde mi experiencia digo que es más fácil llegar al partido Arena —cuando fue gobierno y ahora oposición— que llegar al FMLN…
Sí, sí, sí.


¿Qué clase de lectores está formando el periodismo? Me parece que el lector ya no valora el contenido periodístico, sino lo que encaja con sus emociones, con su ideología y con su simpatía por ciertas causas…
Lo que usted plantea es un gran desafío. Pero yo me lo planteo de diferente forma: ¿qué tenemos que hacer los periodista: lo que le gusta a la gente o lo que nos dice nuestro método periodístico? Los medios de comunicación actual solo piensan en los clics (…) Sí creo que en el salvadoreño hay un riesgo de que el periodismo se contagie de polarización político-electoral. Esto es similar al hecho de que un opositor le filtra un documento de su contrincante a un periodista. Claro: el documento debe pasar por el método periodístico para ver si no es falso.


Ha dicho algo interesante que debe explicársele más a los lectores que a los periodistas: ¿cómo debe un periodista trabajar documentos filtrados por un político que van en contra de sus adversarios?
Las filtraciones siempre pasan. Y no necesariamente contra adversarios. Lo que el periodista debe de hacer es cuidarse de las fuentes interesadas. Pero también hay que decir que hay fuentes e intereses legítimos. Por ejemplo: hay organizaciones civiles que manejan información que puede proveer insumos valiosos. Lo importante aquí es que el periodista aplique el método periodístico.


Han surgido medios digitales que catapultan la imagen de partidos y políticos con el objetivo de menoscabar a sus adversarios. En este sentido: ¿para usted existe el periodismo militante?
[Yolanda Magaña lo piensa varios segundos] Creo que pueden ser periodistas momentáneamente. Incluso pueden ser periodistas de su propio partido. Pero para mí es bien difícil [asimilar lo de periodismo militante] porque es una definición contradictoria. Porque es como en el caso de los jueces: tienen que ser independientes. [La editora hace una pausa y un matiz]: aunque nadie es totalmente independiente. Siempre hay influencias. Pero es imposible que un militante sea periodista. No me lo imagino. Sí pueden hacer el esfuerzo de tener un medio de comunicación decente… Mire: la militancia es incompatible con el periodismo.


Hablamos de la militancia, pero... ¿Se puede ser periodista y activista de alguna causa?
Lo mejor es que no. El activismo permitido para un periodista debería ser la libertad de expresión y de prensa, el derecho de acceso a la información. El activismo en otras materias podría obstaculizar su visión en cierto momento.


Usted mencionó el auge de la investigación que hubo en la década de 1990. Pero a partir del año 2000 empezó un declive y empezaron las redes sociales a “informar”. En este sentido: ¿el periodismo salvadoreño está en crisis?
[A Yolanda Magaña le toma unos segundos responder y suspira] Ojalá que no. Creo que estamos en una transición. Y es importante que el periodista sepa que lo más importante que tenemos no son los clics ni la viralización momentánea, sino nuestra credibilidad. Los periodistas y los nuevos tienen que estar convencidos de esto. Y no deben dejarse contagiar por la urgencia de atraer más lectores. La fiebre del momento tiene la búsqueda de más lectores con información que únicamente es atractiva y esta información puede ser no confirmada, no veraz, parcializada. [En las redes sociales] no mostramos toda la realidad. En las redes sociales también debe practicarse el método periodístico.


He visto un debate entre periodistas y lectores y se lo traslado a usted como editora: ¿un tuit o un estado en Facebook puede ser noticia?      
Yo sí creo que puede ser una noticia. También depende de la prominencia del personaje. Además tiene que ver si es un tema público. Donde sí creo que eso ya no es noticia es cuando invade el ámbito privado o apela al morbo y al amarillismo. Lo que le hace falta a este ejemplo de las redes sociales como información es reporteo, porque [los periodistas] se limitan a lo que pasó en redes sin ampliar ni profundizar en el hecho. Y por supuesto: también mucho contexto. [La editora da un ejemplo que sucedió en Twitter]: La expresidenta de la Asamblea Legislativa, Lorena Peña le dijo a Luis Almagro (secretario general de la OEA): “Cállese o renuncie” cuando este estaba pidiendo la liberación de presos políticos en Venezuela. Entonces [esta noticia] tiene que tener todo un contexto…


Vamos un poco a la edición. La información cada vez está perdiendo espacio en los medios impresos gracias a la publicidad. ¿Cómo hace para dar un contenido informativo, con contexto, con profundidad y buen reporteo?
Todos los días son un reto. Y cuando surgen noticias de último momento lo más fácil es pedir más espacio. Y eso implica más trabajo, porque ya existe una jerarquización [de contenidos para el siguiente día]. También ocurren que los temas no alcanzan, entonces yo tengo que proponerlos a mi jefe…


[Interrumpo]. ¿Y cómo es lidiar con su jefe?
Muy pocas veces me dice que cambie mi jerarquización. Y cuando esto ocurre se da con criterios periodísticos. Mi jefe tiene una frase: “Esto es más popular”.


¿Y en qué sentido periodístico él dice eso?
Que vamos a tener más lectores. Por ejemplo: me lo dijo en el caso del seguro medico de la Asamblea Legislativa. Yo dudé. No sabía si abrir con los más importante o con lo más interesante. No recuerdo el otro tema, pero mi jefe me dijo: “Esto es lo más popular”. Popular como sinónimo de interesante. Ahora a la gente le interesa saber más del gasto público. A esto le siguen los temas atractivos como la corrupción, la transparencia, el acceso a la información pública, elección de funcionarios, aprobaciones de leyes, reforma de pensiones, resoluciones de la Sala de lo Constitucional. Eso siempre será portada [en cada edición de Diario El Mundo].


¿Pero cómo llevan las discrepancias editoriales? Imagino que en algún momento le toca defender sus puntos de vista…
A veces tenemos diferentes criterios, pero siempre los discutimos. Cuando yo tengo una diferencia en un enfoque de información siempre me gusta discutirlo con él. Y estas discusiones siempre han sido periodísticas.


El premio Pulitzer, Manu Brabo decía que tomó la cámara fotográfica por ideología. Quería que su forma de ver la realidad llegara al mundo. Entonces: ¿usted se posiciona ideológicamente —ante los lectores— a la hora de editar? ¿Se enciende la luz ideológica sobre los textos que publica?
Yo creo que sí. Aunque le parezca un poco… Yo le pido a Dios mantenerme ecuánime frente a todos mis sentimientos.


¿Ah, sí? ¿De veras?
Umjú. Sí. Porque una lo que tiene que mantener es la neutralidad emocional sobre todo. No ideológica, sino emocional. Saber que mi ideología no me tiene que afectar [en el ejercicio periodístico]. Le voy a dar un ejemplo religioso en lo político: yo soy católica, pero no practicante. Mi familia es católica y yo lo soy por tradición. También creo en Jesús y eso… Entonces: estuve viendo que la cobertura a la Iglesia católica es amplísima. Y con otra editora nos decíamos que la cobertura a los evangélicos siempre se hacía igual. ¿Y cuál tiene que ser el criterio [en este tema]? El carácter masivo de los eventos. Porque un grupo puede generar cambios. Y esto es independiente de la ideología. O de la religión. Bueno, uno tiene que ser casi laico y no aceptar ningún tipo de influencia. Además, es muy fácil aquí ser escéptico. Eso es una ventaja…


¿Le parece?
(Risas) Digo, para los periodistas. Los partidos políticos han decepcionado tanto a la gente. Y los nuevos políticos que surgen siguen decepcionando aun más por su comportamiento, sus reacciones. Son lo mismo. Incluso peores. [Y como periodistas] tenemos que mantenernos al margen.


¿Es usted una periodista conservadora?
Creo en los valores tradicionales del periodismo como la separación de hechos de las opiniones y creo que me inclino por géneros tradicionales noticiosos.


Usted ha dicho que cree en Dios y que hace una oración a la hora de hacer periodismo. ¿Cómo se enfrenta a temas que pueden incordiar sus propios valores y creencias? Temas como la homosexualidad, el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, las drogas, la eutanasia…
Trato de mantener la ecuanimidad y tratamos de dar cobertura a  todo. Lo único —cuando estuve en la sección de judicial— fue cuidarme de no publicar suicidios. Porque leí en el libro de estilo de El País (España) que está probado que incita a cometerlos…


Pero los suicidios tienen un contexto: una decepción política, condiciones de pobreza insuperables, acoso de las pandillas, embarazo por violación, hastío por la vida…
Sí, puede ser. No teníamos una regla fija. En Diario El Mundo no tenemos un manual de estilo…


¿Y no cree que los medios de comunicación de El Salvador rayen en la vergüenza ajena al no tener un manual de estilo en pleno siglo XXI?
No sé si sea una vergüenza, pero sí una vacío de todos los medios. En Diario El Mundo trabajamos con una especie de manual implícito en la mente. El jefe editorial nos dice: no se titula así. Y eso es una regla que uno se graba. Pero no tenemos algo escrito. Y eso sí que es una deuda.


Siendo editora y sabiendo lo que ocurre en nuestra clase política y conociendo los secretos de pasillo, ¿sale a votar?  
Sí. Siempre he votado. Y le puedo decir que hice el voto cruzado.


¿Y qué le parece esa alternativa para los ciudadanos?
Yo lo hice por un experimento. Me parece que fue una experiencia interesante porque era la única forma de ver su voto en el acta de la Junta Receptora de Votos. Usted hace una combinación y es muy poco probable que su combinación se repita. Y el voto cruzado es el único que sale detallado. Me parece una experiencia bonita. Y quizás costosa económicamente.


¿Votar es sinónimo de que todavía se cree en la clase política de El Salvador viendo lo que vemos?
Es bien fácil decepcionarse de la política siendo periodista. Por eso me considero escéptica incluso ante los políticos que se dicen independientes. He ejercido el voto por disciplina democrática, porque considero que la población debe acostumbrarse a elegir y participar, ya sea por elección o supresión.


Creo que es natural que los políticos nos causen cierta reticencia, pero usted que le toma el pulso a la Asamblea Legislativa, ¿quién le gustó más como presidente de ese Órgano Legislativo: Sigfrido Reyes, Lorena Peña o Guillermo Gallegos?  
Mire: hubo cambios en la Asamblea Legislativa, pero no dependió de ninguno de sus presidentes, sino por una nueva ola de transparencia y de acceso a la información pública. El hecho de que la Asamblea Legislativa ponga información diariamente al servicio de la gente es valioso para la democracia y para el periodismo. Pero todo esto ha sido una lucha social. Una lucha no de los medios, sino de organizaciones, de gente, de presión internacional. Por eso creo que no se pueden resumir todo los logros en una sola persona como un presidente del Órgano Legislativo.


¿No le parece que ahora quienes más necesitan el periodismo son los políticos? Un ejemplo son los empresarios Carlos Calleja y Javier Simán. Quieren que cada paso que den esté documentado y publicado.
Los políticos en general intentan usar el periodismo para promover su imagen. En ese sentido se puede decir que "necesitan" desde su punto de vista al periodismo, pero el periodismo necesita transparentar a los políticos o aspirantes a políticos. [Los periodistas tienen que] contar quiénes son.


Los políticos tienen redes sociales desde las que hacen ver sus posiciones sobre determinado hecho. ¿Los políticos salvadoreños han dejado de hablar con los medios de comunicación? ¿El Festival de Buen Vivir del presidente Salvador Sánchez Cerén podría ser un ejemplo?
Creo que los políticos buscan medios que les sean benevolentes con su imagen o con el estilo de preguntas independientemente de la opción preferencial por las redes. Unos buscan cierta entrevista de televisión. Y otros buscan cierto medio. Algunos optan por elegir redes sociales para comunicarse y no conceder entrevistas a medios tradicionales, es cierto. Otros prefieren nombrar voceros. El presidente del país no concede entrevistas, pero no creo que sea porque tenga redes sociales, sino porque no le gusta ser cuestionado.


¿Por qué cree usted que el FMLN —y la izquierda en el poder en Latinoamérica— ve al periodismo como agentes de derecha o parte de la oposición?
El poder político ve al periodismo que lo cuestiona como una especie de enemigo u opositor, independientemente de si es de derecha o de izquierda. En gobiernos de derecha los periodistas somos acusados de comunistas. En gobiernos de izquierda somos acusados de defensores de oligarcas. El periodismo siempre es molesto a unos o a otros. O a ambos. Pero lo que debemos tener nosotros en mente es que el periodismo se da mejor en una sociedad que permite el libre flujo de ideas, la pluralidad, la tolerancia y la democracia. El estilo autoritario —que lucha contra la pluralidad y presenta síntomas de hostilidad a la crítica— es enemigo del periodismo, porque el autoritarismo es enemigo del debate y de la rendición de cuentas.


¿Tiene alguna noción de cómo debe de ser la conducta pública de un periodista?
Creo que un periodista debe respetar las diferentes opiniones.


¿Cómo debería ser el comportamiento de un periodista en las redes sociales?
Como le dicte su conciencia. Creo que siempre debe saber separar la información de la opinión.


¿Dejaría el periodismo para irse a trabajar con el Gobierno o la empresa privada?
En lo posible, no. En un par de ocasiones tuve la oportunidad de saltar a relaciones públicas, pero no lo hice. Considero que me costaría mucho estar del otro lado de la cancha. Mientras pueda seguir trabajando en el periodismo, voy a seguir.


¿Cómo se siente cada día al ver su trabajo en las manos de los lectores? Algunos colegas me han dicho que la mejor sección de política en los medios impresos está en el periódico en el que usted trabaja.
(Ríe y se ruboriza) Yo me siento orgullosa. Es un trabajo muy difícil para mí, porque es un trabajo cansado y del día a día. Somos una sección de cobertura diaria. Tenemos investigación, pero soltamos un par de días a uno de nuestros periodistas para que se dedique a un tema específico. [Y admite] pero nuestros temas de investigación son bien básicos. Son de pedir información a una institución pública. Nuestra debilidad es que no tenemos investigaciones periodísticas ni de mediano ni de largo plazo. Sin embargo, tengo un equipo muy bueno. Somos diversos. Unos son más detallistas con las fuentes “off the record” y cuando quiero una declaración grabada tengo que pedírsela a otra persona. Otra persona es muy buena manejando la información electoral. Otra es muy multifacética. Le puedo asignar cualquier tema y responde (…) siento alegría con los temas propios cuando los veo publicados. Me animan. Y a veces me siento decepcionada, porque publicamos temas para que los lectores [sepan lo que pasa en el país], pero resulta que al final no les interesa. O a veces les interesa, pero a un grupo pequeño. Nos pasó con el tema de los fondos reservados del Gobierno. Siempre se ha dicho que no ha existido la partida secreta, que ya no existe y no sé qué. Pero nuestra sorpresa fue que el mismo ministerio de Hacienda habló de cuántos gastos reservados gasta en todo el Estado año con año. Y esos fondos se siguen gastando. Es decir: sí existe la partida secreta. Está vigente.


¿Pero dónde queda la resolución de la Sala de lo Constitucional que vetó el uso discrecional de esos fondos…?
Lo que la Sala de lo Constitucional resolvió como ilegal es que Casa Presidencial tuviera una partida para absorber los ahorros de todas las carteras del Estado y que estas pasaran a presidencia sin aprobación de la Asamblea Legislativa. Pero eso en realidad no era una partida secreta. Era un mecanismo para hacer engordar una partida de fondos imprevistos que probablemente se usaba con discreción, pero no era la partida de fondos reservados. Desde 1995 se han gastado casi mil millones de dólares en gastos reservados. Cuando colgamos esa información casi no generó clics. Por supuesto que eso me decepcionó. Y este dinero es secreto. [Como se usa] lo puede saber únicamente la Corte de Cuentas.


¿Y no extraña salir a reportear?
[La editora pone cara de asombro] ¡Salgo a reportear!


¿Ah, sí? ¿La edición se lo permite?
Sí. Bueno, a veces. Pero últimamente la información en nuestro sitio electrónico nos demanda mucho más tiempo. Lo que hacemos es mandar a un periodista a repotear para que nos alimente nuestro sitio digital, y así nosotros producimos más noticias.


¿Le ha pasado factura algún tema publicado?
Hay varias… Pero… Una vez publiqué una columna de opinión y recibí ataques en las redes sociales. Fue para las elecciones de 2014. Fue un esfuerzo crítico hacia tres candidatos. Fue un ataque muy feo. Feo.


¿Y cómo asimila estos episodios? ¿La erosionan emocional y profesionalmente?
Sí afectan, afectan. Pero creo que son gajes de nuestro oficio.


¿Se ve como periodista freelance en algún momento…?
[Ríe] Sí, cuando sea viejita. Y creo que casi no hay periodistas freelance. El mercado de los periodistas freelance creo que no está muy explorado. Supongo que debe de ser muy difícil…

Es una mierda, le diré…  

¿Verdad? Creo que por la libertad ha de ser chivo. ¡Pero Dios santo, nadie quiere pagar por un artículo! Los medios de comunicación creen que publicar un artículo de alguien fuera del medio [debería ser gratis] en vez de pagar. Creo que el periodista freelance está muy devaluado en El Salvador. O quizás es regional. Quizás corren mejor suerte en Estados Unidos o Europa.

Como editora, ¿qué defiende a la hora de trabajar?

El equilibrio…


¿Y usted cómo construye el equilibrio a la hora de editar?
Con pluralidad. Si hago notas críticas de política tengo que hablar tanto del FMLN como de Arena. O Gana o el PCN. Por ejemplo: las elecciones internas de los partidos mayoritarios. Tenemos un tema pendiente de las candidaturas únicas. Solo hemos podido conseguir esto en el partido Arena. Solo hemos publicado dos notas. Hay más de 170 candidaturas únicas para alcaldías en Arena y que las 84 del FMLN son únicas. Las de diputados por parte de Arena salieron 121… ¿Cuál es nuestro objetivo?  Hacer una cobertura de todas las candidaturas únicas de todos los partidos…


A vuelo de pájaro se ve —con los datos que ha dado— que es más democrático el partido Arena que el FMLN…
Sí. Pero si usted analiza solo le ponen un candidato más. Es decir: tiene que elegir tres de cuatro. En San Salvador se tienen que elegir 24 candidatos de 29. En otros partidos es una plancha total.


¿Alguna vez traicionó el método periodístico o a sus lectores?
Sí, cuando hemos publicado notas con una sola fuente. [Ha sido] la premura de sacar una noticia al día siguiente. Y cuando nos equivocamos hay rectificación. O no necesariamente son rectificaciones, sino aclaraciones.


Usted habló de la pluralidad. ¿No cree usted que en esto de la creación de información hay una especie de falsa democracia?
Creo que en algunas historias es válido llevar una fuente, porque no se trata de empaquetar de fuentes las noticias. No hay que perder de vista que el objetivo es encontrar la verdad. Lo que se trata es de contar bien los hechos y de no omitir algo importante que cambie la verdad de los hechos.

 

Dicen que la buena edición pasa por ser un buen lector. ¿Qué está leyendo en este momento?

He dejado de leer bastante. Y ese es el pecado de muchos periodistas y de editores. Trato de leer, pero me cuesta retomar un libro. Dejo muchos empezados. Una vez metí en la cartera ‎1984 [novela de George Orwell] y no lo leí en todo el día. Lo que sí estoy leyendo son noticias y redes sociales.


Y usted que le toma el pulso a los políticos: ¿a qué se enfrentarán los salvadoreños en las próximas elecciones?
Según las encuestas la abstención será bastante. Y esto es por la decepción que han causado los partidos y sus políticos. Creo que en estas elecciones vamos a ver una tendencia al cambio de estrategia de campaña de los partidos. Están usando más las redes sociales. Pagarán a un medio de comunicación y tratarán de desprestigiar a los medios escritos y televisivos. Sí creo que estos giros de campaña van a ocurrir. Creo también que las elecciones municipales estarán contaminadas por las elecciones presidenciales de 2019.


¿Y si usted se aplicara el método periodístico que resultaría de Yolanda Magaña?
[Larguísimo silencio] Quizás resultaría una persona escéptica. Muy desconfiada. También me gusta autocorregirme. Me abro a la corrección, a corregir lo que he hecho mal. Estoy en constante evaluación de mi forma de actuar, de condiciones, de cobertura. Quizás eso sea lo que me define.


¿Y qué deficiencias encuentra en los colegas?
Que leemos poco y que nos leemos poco entre nosotros. A veces escribimos para los funcionarios. No escribimos para el lector común. Tratamos de impresionar a otros periodistas. Hay mucho ego periodístico. También hay cierto egoísmo en el gremio.


Sé que su compañero de vida también es periodista. ¿Esto no hace que por momentos se harte del periodismo?

Algo que me pasa es que me desconecto los fines de semana. Pongo mi mente en “off”. Mi esposo no es así. Él pasa así toda la vida [conectado al mundo periodístico]. Eso no me gusta, pero hay un respeto mutuo. Es una ventaja tener a un esposo periodista, porque llegó a casa y quiero hablar de lo que me ha pasado. O el enfoque de alguna noticia, etc. Y él me entiende perfecto. Y no podría estar hastiada del periodismo, porque mi día a día es como un vicio. 


Esta entrevista fue publicada originalmente en el periódico mexicano Cuarta de Guadalajara.

domingo, 20 de agosto de 2017

Pablo Tamargo (El Tamar): “España me da bastante vergüenza ajena”




Nada de drogas duras. Sí unas cervezas o unas copas de vino al caer la noche. Eso sí: sin excesos. Un poco de deporte. También cine. Innumerables horas en el conservatorio. Pero lo más importante: humor. De ese satírico que incordia y que tiene la capacidad de hacer de lo cotidiano un episodio de risas.

Pablo Tamargo (alias El Tamar. Oviedo, España. 1977) no sabe qué fue primero en su vida: si la música o la risa. Lo qué sí sabe precisar es que desde que tiene uso de razón empezó a cuestionar todo a su alrededor.

“Me encanta debatir y plantearme las cosas una y mil veces”, reconoce el músico y cinéfilo español.

El Tamar ha tenido otras bandas: Black Horde, Pantano y Los Izquierdos. En YouTube se le ve muy sagaz en la guitarra y se le escucha cantar en inglés. Los músicos que lo acompañan también son de buena escuela a la hora de ejecutar los instrumentos.

Pero ha sido su reciente trabajo —“Red Social Medieval”— el que le ha dado vida a esta conversación que intenta rastrear el mundo de Pablo Tarmargo. Esta producción es todo humor con fina ironía. El nombre de las canciones vaticina un ajuste de cuentas con la comodidad del statu quo. Ahí están los temas para confirmarlo: “No me ponen en Radio 3”, “Franco ha vuelto”, “No cuesta nada saludar (hijo de puta)”. O “Jóvenes atormentados”.

“La música con tintes cómicos está injustamente injuriada”, señala con convicción El Tamar.

Ah, sí. Por supuesto. Con este melómano no todo es bienvenido. Eso del reguetón y del hip-hop ni a patadas. Algo que no le pasa con la música cubana o brasileña. O el tango. Tampoco con la ranchera y un par de tequilas.

“Lo mexicano siempre me fascinó”

Establecido en Gijón, el músico asturiano lamenta que a Latinoamérica llegue "mucho Enrique Iglesias y poco Javier Krahe". Y con más desdén que amor patriótico, El Tamar dice que en España “no hay una libertad de expresión plena”. También opina que lo más importante es la educación con conciencia, porque solo así podremos redimirnos de los mesianismos y de los paraísos artificiales como la religión.



¿Qué fue primero en vos: la música o el humor?

Difícil de saber. Ya desde muy pequeño estaba todo el día viendo películas de los hermanos Marx, el programa de Benny Hill y escuchando música clásica, grupos de la década de 1980 de pop rock y también jazz. [Quizás] la música [fue primero] porque se escuchaba mucha en mi casa. En el coche siempre íbamos con música. Sólo puedo decir que música y risas han formado parte de mi vida desde muy pequeño.

¿De dónde sacaste la idea de bautizarte como El Tamar?

Es como me llaman desde muy pequeño. No fue un nombre artístico creado. Se lee “Támar”. Es por mi apellido Tamargo.

En tu bitácora personal de consumo de música, ¿a quiénes escuchás? ¿Quiénes te han marcado?

Estoy estudiando música en el conservatorio y no soy un gran consumidor de la misma como ocio. En el coche sí que me gusta y la verdad es que escucho de todo. Jethro Tull, Javier Krahe, The Darkness, Soundgarden, Prince, Ópera, etc. Lo que todavía no escucho es reguetón o hip-hop. Aunque tampoco tengo nada en contra de esos estilos. Si he de decir un grupo que me ha marcado en lo musical seguramente sería Jethro Tull. Los llevo escuchando toda la vida.

¿Qué has querido contar con tu nueva producción “Red Social Medieval”?

He querido aproximar mi música al terreno del humor. Creo que la música con tintes cómicos está injustamente denostada. Injuriada.

¿Me equivoco si digo que la producción “Red Social Medieval” dejó fuera el binomio amor-desamor?

Una de mis principales aspiraciones en la música es desvincularla del desamor. En la vida de las personas no creo que ese sentimiento ocupe más de un 1% de su tiempo. Sin embargo en el campo musical abarca seguramente más de un 90% en las letras de las canciones.

Hablemos un poco de las disqueras. ¿Te ha sido difícil encontrar un sello discográfico para difundir tu trabajo?

No ha sido difícil porque el responsable del sello es de Gijón, que es donde yo vivo. Ya nos conocíamos y le pareció un trabajo viable por su carácter un tanto peculiar, que no nuevo.

¿En qué momento decidiste incordiar? ¿Hubo un parteaguas en tu vida que dijo: “esto hay que hacerlo de otra manera”?

Llevo incordiando desde que tengo uso de razón. Digamos que tengo un espíritu inquieto y crítico por naturaleza. Me encanta debatir y plantearme las cosas una y mil veces.

¿A qué le cantás?

Le canto a miles de situaciones cotidianas que pueden ser revestidas con música. Lo trivial está tan denostado que su uso para hacer canciones creo que tiene un punto de originalidad.

¿Cómo fue trabajar con Rodrigo Cuevas y Nacho Vegas?

Una verdadera maravilla y tremendamente fácil. Rodrigo es mi primo-carnal. Nos conocemos desde que nació. Me parece lo mejor que le ha pasado a nuestra región en Asturias en mucho tiempo. Lo llamé y se prestó encantado. Nacho es un buen amigo y vive en mi misma ciudad. Se apuntó sin dudarlo y poniendo todo tipo de facilidades. La verdad es que los dos son grandes personas, y que se sepan reír de ellos mismos dice mucho de su inteligencia y humildad.





El humor es un ingrediente importante en la vida para sobrellevar las vicisitudes del día a día. ¿Pero hasta dónde creés que los usuarios de tu producción pueden tomar en serio lo que decís?

Hasta donde ellos crean pertinente. Mi única aspiración es haber entretenido un poco y sacar una sonrisa. Sólo espero que sepan ver que hay un trabajo importante en la creación de todas estas cancioncillas y videoclips. Y espero que la gente no crea que el humor —al ser una constante en mi música— sea de menor calidad.

No hay nada nuevo bajo el sol a pesar de que estamos en el siglo XXI. ¿Qué hay de las drogas? ¿Has pasado por los caminos que recorrieron Nacho Vegas, Antonio Vega, Javier Krahe, Joaquín Sabina?

Para nada. La verdad es que sólo consumo vino y cerveza. Nunca me dio por tomar otras drogas. Fumaba porros una temporada, pero a los veinticuatro años los abandoné. Hago mucho deporte. Me hace sentir muy bien. Eso sí: beber alcohol me produce bastante placer y es una actividad que llevo a cabo prácticamente todos los días, pero con mesura.

Tus letras incordian mucho, pero en este proceso de creación… ¿Te censurás?

En nada. No recuerdo haber retirado alguna frase o palabra [de mis letras] por pensar que pudiera molestar.

Tu trabajo musical lleva fusionado la música popular con el jazz y el blues. Esto no es a boca de jarro. De seguro tenés a grandes músicos detrás de vos.

Tengo la suerte de contar con una banda de músicos formados en el jazz desde hace muchos años que acceden a tocar conmigo por muy poco dinero. La verdad que es una suerte tremenda.

Sé que te gusta mucho el cine. ¿Has tenido que ver en la creación de tus videos? ¿Vos los dirigís o aceptás consejos?

El cine me gusta aún más que la música. Es una de mis grandes pasiones desde siempre. Los videoclips los suelo hacer con Titi Muñoz, que es un maestro. Las ideas son mías pero él siempre se encarga de la dirección y del montaje. Y hay ideas suyas en el rodaje de los mismos. En realidad es una pieza fundamental en el concepto de El Tamar.

Estuviste en una banda llamada Black Horde —sonido punk, hard rock— que cantaba en inglés. ¿Acierto si digo que hay una clara intención de sonar muy “americano”?

Totalmente. Sigo tocando con ellos y hemos tocado en algún festival importante en España. La idea era sonar como una banda de hard rock pero con un toque un tanto más moderno. En España creo que por norma general en el rock siempre han influido mucho Los Beatles y los Rolling Stones. Yo siempre fui de Creedence Clearwater Revival. Me gusta más lo americano que lo británico.





¿Cómo fue este proceso y cambio de venir cantando en inglés y hacerlo en español y con un sonido muy lejos del rock?

Hubo un grupo por medio que puede considerarse una transición. Se llamaba Pantano, y la idea fue hacer una banda que sonara como la banda sonora de una película de Tarantino. Había canciones en “spanglish” y todo. Tenía un aire fronterizo cercano a Tito y Tarñantula por momentos.

Hay algo curioso. Te has confesado diciendo que sos tímido. Pero tus letras denotan a alguien cáustico, irónico e irreverente. ¿Me explicás esta paradoja?

Bueno, pues es que yo soy un tanto contradictorio en general. La gente me ve como una persona muy segura de sí misma, pero la verdad es que —por ponerte un ejemplo— nunca toco únicamente con mi guitarra porque me parece que es un coñazo escucharme tocar mis canciones. Es una especie de falta de confianza en mí mismo. Está ahí presente, pero también es cierto que no dejo que me gane. En realidad creo que hay mucha gente igual que yo, pero no lo dicen públicamente.

¿Y en los conciertos que das tocás canciones de tus viejas bandas o te dedicás a promocionar exclusivamente “Red Social Medieval”?

En los de cada grupo toco los temas del repertorio pertinente. No mezclo las cosas. Sí que es verdad que pensé en meter temas de Pantano en el repertorio de El Tamar.

Contame: ¿cómo surgió la idea de hacer esa pieza que se llama “No me ponen en Radio 3”? ¿Fue un ajuste de cuentas con la emisora?

Antes me han hecho una entrevista desde El Salvador que desde una radio de mi país [España] con un alcance a nivel nacional [como Radio 3]. Incluso teniendo una canción con Nacho Vegas y habiendo tocado en el festival de rock más importante de España —el Azkena Rock Festival— [me han ignorado]. No digo que mi música sea sobresaliente, pero quería criticar que en el siglo XXI es todavía necesario ir a Madrid para que te hagan caso.

¿Cómo nació “No cuesta nada saludar (hijo de puta)”?

Un día entrando en el portal de mi casa saludé a una vecina y esta no me correspondió. A esto me refería antes con las situaciones cotidianas que pueden dar lugar a canciones.






Tenés una canción que se llama “Franco ha vuelto”. ¿Cómo fue la recepción de esta pieza en una España con tantos remilgos?

La verdad es que pensaba que iba a tener mayor repercusión mediática. La Fundación Nacional Francisco Franco había denunciado a Eugenio Merino —es quién hizo la cabeza que sale en el videoclip—. España es el segundo país del mundo con mayor número de desaparecidos después de Camboya. La verdad es que España me da bastante vergüenza ajena.

Y en este contexto: ¿has tenido la intención de irte de España y ejercer tu profesión en otro país?

La verdad es que no. Llevo una vida muy cómoda en España trabajando lo justo para poder vivir bien. Soy un tipo que se lo pasa bien en casi todos los sitios. Si tienen playa, mejor. En Asturias se vive bastante bien, la verdad.

¿Cuál es tu opinión con las intenciones sociopolíticas que tuvo —y tiene— Podemos?

He votado a Podemos en las dos últimas elecciones. A grandes rasgos me considero identificado con muchas de las propuestas de este partido.

¿Sentís que tu humor y tus letras gozan de libertad de expresión en tu país? ¿Qué ha sido lo más difícil que has afrontado hasta este momento?

En mi país ha habido varios acontecimientos recientes que ponen de manifiesto que no hay una libertad de expresión plena. Yo soy de los que creo que se tiene que permitir todo, es decir: hasta la venta de Mein Kampf [Mi lucha, libro escrito por Hitler]. Lo que hay que hacer es educar a la gente en una conciencia crítica y después ya será el individuo formado el que orine sobre esa patraña de libro y sobre las armas de control social como la religión.





Y de la música latinoamericana, ¿qué me decís? ¿Hay algo de aquí que te guste?

Claro. Me gusta la música cubana sobre todo. Y en parte la brasileña. Es curioso que en España se esté dando un proceso de colonización cultural que parece una especie de pago en karma por lo que España hizo en otras épocas en Latinoamérica. El reguetón está convirtiéndose en lo que más escuchan los niños. La verdad es que no me gusta el género, pero me hace gracia este fenómeno.

¿Te parece así? ¿Creés que decir Latinoamérica es sinónimo de reguetón? Muchísimos usuarios del español en el mundo detestan el reguetón.

La verdad es que hablo un poco sin tener demasiado conocimiento de causa. El problema es que la mayoría de música latinoamericana que llega a mis oídos es a través de los canales más comerciales de la radio. Lo cual es bastante lamentable. Latinoamérica tiene muchos millones de habitantes. Y me estoy perdiendo muchísimas cosas interesantísimas. Pero a ustedes les ha de ocurrir algo parecido, porque de nosotros —por desgracia— les llega mucho Enrique Iglesias y poco Javier Krahe.


Desde tu gusto personal, ¿cómo valoras la existencia de géneros —declarados por la UNESCO como patrimonio de la humanidad— como el vallenato, el tango y la ranchera? O el danzón y la cumbia.

Los tangos me encantan. De hecho en el primer disco hice un amago de tango mezclado con swing que probablemente provocaría las risas de muchos argentinos. Se llama “Tormentango”. Quise hacer un pequeño homenaje a Astor Piazzola. Las rancheras también me molan. En el primer disco hay una llamada “Canto lastimoso”. Lo mexicano siempre me fascinó. En general todas las culturas precolombinas me parecen fascinantes. La cumbia no me da tanto más. Aunque suelo poner una de Los Lobos que se llama “Chuco's Cumbia”. El vallenato sólo lo conozco por Carlos Vives. Lo cual demuestra mi ignorancia al respecto. Mis disculpas.

Hablando de música latinoamericana. ¿Cómo ves el trabajo musical de tu paisano Enrique Bunbury en la que ha fusionado muchos géneros de esta región?

No me da más por lo que hace. Tiene una voz demasiado característica por su naturaleza y por el énfasis que pone en que sea tan personal. No cabe duda de que es de valientes hacer discos tan distintos como los que él ha hecho. Una vez coincidí con él y me pareció un buen tipo. Pero volviendo a lo musical, Bunbury me recuerda un poco a Raphael. [Sus voces] me parecen bastante horteras. Es como si no supieran hacer otra cosa que cantar de esa manera, como cuando Shakira suelta treinta veces en una canción esos gorgoritos. Estoy un poco cansado de que exploten ciertas características personales para decir luego que tienen algo [original, único].

¿Cómo te sentís para elevar anclas y darte una vuelta por América?

Creo que América es la clave. Por una sencilla cuestión de números. Hay muchos millones de hispanohablantes allí. A mí me encantaría ir. Sobre todo por conocer gente y conocer de primera mano la comida de allí. La cocina mexicana es una de mis favoritas y seguro que en El Salvador se come de muerte.