La madrugada del día 24 de noviembre de 2011, María
Teresa Rivera sintió un violento retortijón. Salió al baño y sintió cómo algo
bajaba de entre sus piernas. Era sangre. Entró a duras penas a su casa y le
pidió a su suegra que llamara a la policía para que la socorriera, pero esta llegó
tarde. Muy tarde.
La mujer despertó
en el hospital y se vio rodeada de médicos que le preguntaban qué había hecho
con su bebé. Ella dijo que no sabía de qué bebé le hablaban. Los especialistas
le insistieron en que no mintiera, pero María Teresa Rivera no cambió su
declaración: no sabía de qué bebé le hablaban ni sabía que estaba embarazada.
Luego apareció la policía e hizo la misma pregunta que los galenos: “¿Dónde
está tu hijo?”. Y ella repitió su
respuesta: no sabía de qué hijo le hablaban. Fue esposada a la camilla. Su dura
travesía duró casi cinco años para esta mujer salvadoreña que ahora es libre en
otro país: Suecia.
La Fiscalía General de la República de El Salvador acusó
a María Teresa Rivera de homicidio agravado en 2012. Fue condenada a pasar
cuarenta años en la cárcel. De esa pena cumplió cuatro años con seis meses. La
defensa de la incriminada esgrimió todo el tiempo que la mujer tuvo un
“problema obstétrico” y que no se pudo determinar que el feto —de menos de
veintiún semanas de gestación— nació vivo o muerto. También hacía énfasis en
que María Teresa Rivera no sabía que estaba embarazada y que ella misma
solicitó que le practicaran exámenes para demostrar que ella no se indujo
ningún aborto.
El Ministerio Público insistió en que María Teresa Rivera
sí sabía que estaba embarazada porque tenía el antecedente de ser madre y de
tener en el ámbito académico el ser bachiller.
“En este [segundo] embarazo no sentía ningún síntoma. Yo
siempre vi mi periodo menstrual. Asistía mucho al hospital porque decían que
era infección en los riñones. Asistía mucho al hospital, pero nunca me dijeron
que estaba embarazada. Si yo hubiera sabido que estaba embarazada me hubiera
cuidado. Es difícil y muy duro el haber perdido a mi hijo”, reconoce la salvadoreña
asilada en Suecia.
María Teresa Rivera quiere tener otro hijo. No se rinde:
“Yo siempre quise tener dos hijos y darles lo mejor,
darles lo que yo nunca tuve”.
La Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto
en El Salvador retomó el caso de María Teresa Rivera y contó con el respaldo y
apoyo de Amnistía Internacional.
El Código Procesal Penal fue reformado en 1998 y prohibió
cualquier forma de aborto. No importa si el embarazo fue por violación, incesto
o si la vida de la madre está en riesgo. Las mujeres que infringe esta
normativa no son acusadas de abortar, sino de cometer un homicidio agravado y
se les aplica penas que llegan hasta los cuarenta años de cárcel.
María Teresa Rivera la pasó muy mal en la prisión porque
sintió “que lo había perdido todo: mis sueños, el futuro de mi hijo. Sentí que
yo no valía nada”. Para esta mujer la cárcel fue un infierno. El agua potable
es un bien escaso, la comida de muerte y el hacinamiento es insoportable.
Además de eso tenía que lidiar con sus compañeras de cárcel que la veían como
una asesina. La maltrataban y le decían “la mata-niños”. Los miembros de la
custodia penitenciaria tampoco fueron amables.
“Muchas mujeres que estaban por otros supuestos delitos
fueron mi gran apoyo y mi fortaleza”, reconoce María Teresa Rivera.
En el año 2015 fue aprobada la revisión del veredicto de
María Teresa Rivera. El día 20 de mayo de 2016 un juez anula la sentencia de
cuarenta años y se le otorga la libertad absoluta.
“Yo soñaba con la libertad y finalmente la obtuve, pero
perdí en ver cómo mi hijo iba creciendo. No tuve la oportunidad de poder verlo.
[Durante los cuatro años y seis meses de prisión] solo lo vi dos veces. Solo
mamá y papá te pueden ir a ver [a la cárcel] y yo no los tengo. Eso fue lo más
difícil. [El Estado salvadoreño] me robó mis sueños, mis metas. ¡Todo lo que yo
quería ser!”.
Las hostilidades hacia María Teresa Rivera no cesaron
tras la libertad. En su vecindario también le llamaban asesina. La
discriminaban y no pudo obtener un empleo. Decidió poner su propio negocio para
sobrevivir, pero tampoco esta estrategia progresó mucho.
La Fiscalía apeló el dictamen del juez y quería poner de
nuevo tras las rejas a María Teresa Rivera. Ella huyó. Declaró ante el Gobierno
de Suecia que sufría de “persecución judicial y política”. El día 16 de marzo
de 2017 se le otorga el asilo en el país europeo.
Adiós
a la Inquisición
Lejos de la tristeza y de la ansiedad del encierro, María
Teresa Rivera ha comenzado una nueva vida al lado de su hijo. Iba por un
seminario en Suecia y terminó convirtiéndose en asilada. El giro radical en su
vida lo plantea así:
“Feliz y a comenzar de nuevo. El idioma es muy difícil,
pero no tan difícil como todas las situaciones que la en la vida me ha tocado
vivir. Y he podido salir adelante. Así que también saldré adelante con este
nuevo reto, primero Dios”.
“El Estado salvadoreño criminalizó, estigmatizó y
persiguió a María Teresa Rivera. Por eso ella solicitó un asilo en Suecia, el
cual fue otorgado manifestando que el Estado salvadoreño no la puede proteger
hasta que cambie la ley que penaliza el aborto. Es el primer asilo que se
otorga a nivel mundial en relación a países con leyes totalmente restrictivas y
criminalizadoras en materia de aborto”, afirma Sara García. Ella es miembro de
la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto.
La activista asevera que han identificado a veintisiete
mujeres encarceladas por el tema del aborto. Dos más tienen un proceso abierto
en la actualidad.
En la Asamblea Legislativa de El Salvador hay dos
propuestas de los dos grandes partidos del país. El derechista Alianza
Republicana Nacionalista (Arena, actual oposición) pretende que los abortos se
castiguen con un aumento de la pena hasta cincuenta años de cárcel. El Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN, Gobierno) quiere que las mujeres tengan derecho a abortar
cuando el propósito sea salvar la vida de la mujer gestante —con su
consentimiento, claro está—, cuando haya sucedido una violación o estupro,
cuando exista una malformación del feto y que su vida sea inviable fuera del
útero y cuando haya una menor de edad agredida sexualmente.
“Los diputados y diputadas de la Asamblea Legislativa
deben hacerse cargo de esta realidad más allá de sus creencias personales. Tenemos
que aprender de otros procesos legislativos como el reciente en Chile. A veces
te llena de impotencia la lentitud de los procesos. Por eso para nosotras la
solidaridad es imperante porque es lo que permite que su realidad [de las
mujeres pobres acusadas de aborto] se escuche con más fuerza”, opina Sara
García.
Tras la liberación de María Teresa Rivera, Amnistía
Internacional fue contundente en su posición con respecto al caso de la
salvadoreña:
“La liberación de María Teresa es otro paso hacia la justicia
en un país donde las mujeres son tratadas como meras ciudadanas de segunda
clase,” dijo Erika Guevara-Rosas. Ella es directora para las Américas de
Amnistía Internacional. Y añadió:
“No se le debería haber forzado a pasar ni un segundo
tras las rejas. Su liberación debe ser un catalizador de cambios en El
Salvador, donde docenas de mujeres son encarceladas bajo una ridícula ley antiaborto
que no hace más que poner las vidas de miles de mujeres y niñas en peligro”.
***
¿Qué
piensa ahora que ha dejado a El Salvador atrás?
Solo pienso en mis compañeras y todas las niñas y mujeres
que están pasando por la misma situación que yo viví. Quiero que las leyes
cambien y que las mujeres salvadoreñas ya no sigan sufriendo más.
¿Cómo
ha sido el cambio cultural? ¿Cómo le va con el idioma?
Ya estoy en la escuela. Tengo tres semanas de haber
iniciado. La cultura no es tan difícil. Los suecos son muy solidarios y yo he
recibido el apoyo de muchas personas salvadoreñas acá en Suecia.
¿Cómo
sobrevive en Suecia?
Bueno, todo es un proceso. Yo debo primero asistir a la
escuela para emigrantes y aprender el idioma, luego debo trabajar. Y sobrevivo
con la ayuda que da el Gobierno sueco para los refugiados.
¿Qué
piensa ahora de todo lo que le ocurrió?
Que fue una gran injusticia.
¿Intentaría
ser madre de nuevo?
Claro que sí. Yo siempre quise tener dos hijos y darles
lo mejor. Darles lo que yo nunca tuve.
¿Quiere
ser abogada para ayudar a sus amigas de El Salvador que están encarceladas?
Claro que sí. Esa es una de mis metas. Es difícil, pero
no imposible. Yo lucharé mucho por eso y por ellas que son mi inspiración.
¿Regresaría
a El Salvador?
No quiero volver a El Salvador. El Estado salvadoreño me
ha robado todo: mis padres, mi niñez, mi juventud, mi familia. ¡Todo me lo
robó!