El mundo del periodismo está dominado por los hombres. Y
eso se ve en radio, televisión, prensa escrita e Internet. Y si el asunto va de
política, ni hablar.
En El Salvador hay un modesto periódico impreso —modesto
en su tiraje, se entiende— con una
sección política dirigida por una mujer: Yolanda Magaña. Trabaja en Diario El
Mundo. Ahí llegó a ejercer el periodismo y de ahí no se ha movido. Ni parece
que lo hará. Ya lleva casi dos décadas en el lugar que la vio nacer como
periodista.
“Mi día a día en el periodismo es como un vicio”,
confiesa en esta conversación.
No necesita de críticos ni de críticas. Ella misma se increpa
con rigor ascético:
“Me gusta autocorregirme. Me abro a la corrección, a
corregir lo que he hecho mal. Estoy en constante evaluación de mi forma de
actuar, de condiciones, de cobertura. Quizás eso sea lo que me define”.
La introvertida y “girl scout” es considerada una de las
mujeres que mejor editan la sección política de los tres grandes periódicos
impresos que circulan en el país. Las opiniones van desde un “es la mejor
sección política en papel” pasando por “hace un trabajo decente” hasta llegar a
“con ella siempre se aprende mucho”.
La editora de Diario El Mundo es medio zen. Colinda entre
la inocencia y la paciencia asiática. No se altera. Se aferra a la concepción
muy clásica del periodismo. Y si eso le falla, ella tiene un as bajo la manga:
“[En periodismo] le pido a Dios mantenerme ecuánime
frente a todos mis sentimientos”. Y listo. Claro: según ella.
Por su puesto: su jefe es hombre. Con él —según ella— no
tiene que lidiar porque todo pasa por una discusión estrictamente periodística.
Y asunto arreglado.
El periodismo le ha hecho ver que los militantes,
simpatizantes, dirigentes y prominentes funcionarios atacan a los medios de
comunicación siempre que una noticia no les favorece. Pero ellos no se remiten
a las pruebas de la información que los desgasta, sino al descrédito. No les
gusta que los retraten y los presenten a la opinión pública tal cual son.
“Gajes del oficio”, se autoconsuela la editora. Pero
Yolanda Magaña tiene una resiliencia dura de roer:
“Los partidos políticos han decepcionado tanto a la
gente. Y los nuevos políticos que surgen siguen decepcionando aun más por su
comportamiento, sus reacciones. Son lo mismo. Incluso peores. [Y como
periodistas] tenemos que mantenernos al margen”.
Y a pesar de la decadencia que arrastran los partidos políticos
y sus miembros, ella sale a votar. Y aunque podría parecer paradójico, tiene
una razón:
“He ejercido el voto por disciplina democrática, porque
considero que la población debe acostumbrarse a elegir y participar, ya sea por
elección o supresión”.
También
en el periodismo hay desilusión. O quizás en los lectores. O en ambas partes:
“A
veces me siento decepcionada, porque publicamos temas
para que los lectores [sepan lo que pasa en el país], pero resulta que al final
no les interesa”.
Su felicidad es frugal, pero sabia: la familia. Y cuando
quiere pensar, recapacitar del camino andado va a un solo lugar que conoce: su
casa, su hogar.
¿Qué fue primero: la exploradora o la periodista?
(Ríe). La periodista. Esa inquietud la tuve desde muy
joven, pero mi papá no me dejó. Quizás fue por la coyuntura de la guerra. Fue
en la adultez que fui al Movimiento Scout porque mi hijo quiso entrar. Y yo no
tenía una actividad extra fuera del periodismo. Así que entré al Movimiento por
mi hijo. Y luego esto me gustó. Entre extrovertida e introvertida, pues yo soy
más introvertida y en el Movimiento Scout hay mucha extroversión y esto me
gustó. También la educación juvenil que ahí hay. Es un modelo de educación para aprender a vivir.
Ahora he hecho una pausa, pero tengo unos siete años de pertenecer al Movimiento.
Pedí permiso. Ya no estoy yendo. Y probablemente lo deje por razones labores y
porque mi hijo ya no va.
Se dice que los introvertidos no son buenos para el periodismo…
Es que en periodismo es una combinación de cosas las que
se necesitan. Además es trabajo en equipo. Es escuchar y leer mucho. Hacer
números, analizar. Leer una resolución completa, porque sé que no todos los
periodistas lo hacen.
¿Y cuánto tiempo lleva ejerciendo el periodismo?
Empecé en diciembre de 1998. Y empecé aquí en Diario El
Mundo. Este siempre ha sido mi lugar de trabajo. Antes solo trabajé en dos
oenegé. En una de ellas fui asistente de investigación. También fui correctora
de libros. Tuve otros trabajos que no tenían nada que ver con el periodismo
[salvo] el que tuve en la Secretaría de Comunicaciones de la Universidad de El
Salvador. De ahí me gradué.
¿Y de pequeña ya tenía una idea de lo que quería ser?
(Ríe) No. Me gusta mucho la profesión de médico, pero yo
nunca fui buena para la biología ni para la memorización de las partes del
cuerpo, órganos, nombres de sustancias. O incluso componentes químicos. Soy muy
mala para memorizar todo eso. Me iba bien en las matemáticas. Por eso en el
bachillerato saqué físico matemático. Luego quise estudiar algo que tuviera que
ver con mi inquietud social, de decir la verdad. También sentía cierta
facilidad para escribir. Y así fue que en el último año del bachillerato decidí
estudiar periodismo. Me inquietó la ingeniería, pero me dije a mí misma que no
quería estar detrás de un escritorio o construyendo casas. Así que hice algo
distinto, porque siempre me interesó lo humanístico. Entonces busqué [en el
periodismo] la facilidad de desarrollar los objetivos sociales que tenía.
Hay un viejo debate y tras el camino que ha recorrido le consulto: ¿el
periodismo es una profesión o un oficio?
Creo que ambas. Hay periodistas que se han formado
empíricamente. También hay ingenieros que son periodistas y son mejores que los
que han estudiado periodismo. El periodismo se cultiva.
¿Y cómo
fueron sus comienzos? Intuyo que no empezó como editora…
No. Empecé como periodista del área judicial, luego pasé
a una sección de investigación donde hacía reportajes o temas especiales. Solo
era yo y estuve como un año. Esto fue en el auge de la investigación
periodística en El Salvador. Posteriormente fui periodista de política. Volví
al área judicial y a continuación fui editora de nacionales y finalmente
editora de política.
¿Y cómo le va con la edición? Teniendo en cuenta que tiene que lidiar con
la inmediatez, informar desde las redes sociales, hacer video, fotografía,
estar al tanto de lo que hace su equipo de periodistas, ver lo que el
periodista pasa de largo…
El trabajo del editor es tener la vista más amplia que la
del periodista, porque este está en lo específico, en su cobertura diaria. El
editor ve el bosque y no el árbol. Y sí: hay una dificultad de transición hacia
las redes sociales, porque ya no solo velamos por el impreso. [En este
contexto] todavía hay viejas discusiones. Por ejemplo: a qué noticia le doy más
importancia o vamos a darle prioridad a las noticias amarillistas para obtener
más clics. O cuál es el enfoque que le voy a dar a mis notas. Lo importante
para la gente no es lo que le interesa. Esos son los dilemas. Los grandes retos
de estos días y en lo que mayormente pienso…
¿Cómo resuelve lo que ocurre en las redes sociales? Por ejemplo: un
político informa sobre algo y se hace viral. ¿Qué hace como editora de política
para que esto al siguiente día —que ya es noticia vieja— tenga aún frescura,
vitalidad, impacto?
En Diario El Mundo tenemos un ejercicio: cuando existe
una noticia importante el enfoque no se abandona. A esto le damos un valor
agregado con un poco de más contexto y un poco de más trabajo visual. El ejercicio
es que la información quedará para la historia desde el impreso, desde el
papel. Siempre nos preguntamos: ¿cómo nos vamos a ver con esta noticia en diez
años? El medio escrito —aunque tenga pocos lectores y tiendan a bajar— tiene la
obligación de ser más serio y con más profundidad. Nos apoyamos también en el
análisis, en la infografía…
Hace dos décadas los periodistas publicaban y no eran increpados. El medio,
la firma y el contenido eran como leyes que se respetaban. Ahora eso no pasa. Y
los grandes ejemplos están en las redes sociales. En este sentido: ¿usted cómo
maneja la crítica?
La comunicación ha cambiado. Antes no había
retroalimentación. Los periodistas nos imaginábamos al lector. No había
encuestas que nos dijeran qué quiere leer el pueblo, el lector. Uno decidía qué
era lo importante e interesante para el lector. Ahora no. El lector responde,
opina. Por lo general el lector no cuestiona la veracidad de la noticia… Hay
una tendencia: los militantes y seguidores de partidos políticos cuestionan la
veracidad de una noticia solo cuando algo les interesa [o incomoda]. Aunque un
lector legítimo también cuestiona la credibilidad de un medio. Un lector legítimo lo hace [cuestionar] sin
saña. Por ejemplo: cuando publicamos el gasto en seguro médico de la Asamblea
Legislativa alguien me cuestionó en mi muro de Facebook: “Mirá, no preguntaste
el gasto en seguro médico en todo el Estado. ¿Por qué solo la Asamblea
Legislativa?” Fue una pregunta legítima que venía de un lector. Un lector que
no tiene un interés político o un interés en defender a alguien. Y contesté,
porque no era un anónimo ni un seguidor ni militante de partidos políticos.
[Yolanda Magaña hace una pausa, piensa y echa mano de su
memoria para hablar de una publicación que pasó por su supervisión] Hace unas
semanas publicamos una nota sobre las multas al partido Arena y FMLN por parte
del Tribunal Supremo Electoral. Entonces, el subsecretario de Participación
Ciudadana, Transparencia y Anticorrupción [Marcos Rodríguez] nos cuestionó y
acusó de distorsionar la información. [Esas acusaciones] viniendo de una gente
prominente, entonces sí decidí contestarle con información. Nunca con agresión
ni exaltación. Mucho menos con insultos. Eso no me pasa por la cabeza…
Disculpe que la interrumpa. Yo vi esa polémica. Y ahora mismo la haré de
abogado del Diablo. ¿Por qué decidió llevar como madera la multa del FMLN
cuando el partido Arena superaba la amonestación económica? Eso fue lo que yo
vi en el sitio electrónico de Diario El Mundo…
Es que fíjese: la crítica es bien engañosa. Y le voy a
decir porqué. El Tribunal Supremo Electoral emitió varias multas a cada
partido. En total son siete partidos multados. Los que tienen mayores faltas
son los partidos Arena y el Frente. Según el Tribunal —porque tampoco podemos
confiar en él— los que tienen más faltas en sus finanzas entre 2014 y 2015 son
estos dos partidos mayoritarios. El partido Gana salió limpio. Vaya. ¿Qué hizo
el FMLN? No reveló el origen de sus fondos de 7.3 millones de dólares. El
partido en lugar de poner el nombre y apellido de sus donantes o el nombre de
las personas naturales o empresas, entonces lo que puso fue certificados de
ayuda, recolectas y otros ingresos. Vaya, multó al partido. ¿Nos interesa de cuánto
fue la multa? Probablemente a alguien le interese. Y pusimos de cuánto fue la
multa.
Ahora viene el caso de Arena: la Ley de Partidos
Políticos dice que la donación de una persona natural o de una persona jurídica
no puede sobrepasar el 3.5% del último presupuesto electoral. Y Arena se pasó
en tres donaciones que dieron tres personas jurídicas. ¿Cuánto sumaban las tres
donaciones? 10.2 millones de dólares. Entonces: ¿cuál es lo más grave en este
caso? ¿Qué falta es la más grave? Nunca pasó por mi cabeza valorar [el hecho] a
través de las multas del Tribunal. ¿Y sabe qué es lo extraño de las críticas
[de los funcionarios del Gobierno del FMLN]? No se cuestionó ninguna falsedad
de la publicación. Se cuestionó la posición de las notas. Y al respecto hablé
con mi jefe [Álvaro Cruz Rojas. Editor jefe de Diario El Mundo] y le dije que
las resoluciones merecían dos notas separadas. Una del FMLN y otra de Arena.
Entonces le dije a la diseñadora sobre las páginas. Y como ella es la que
diseña, pues ella es la que jerarquiza y puso una más grande y otra más
pequeña. ¿Yo le dije eso? No. Lo que yo hice fue no cambiar. Consideré que no
era oportuno hacer un cambio. [Ambas páginas] casi tienen la misma extensión.
Una tenía que ponerla a la izquierda y otra a la derecha. ¿Qué página se lee
más?
La de la derecha.
Ajá. Según la teoría se lee más la impar. [Los
funcionarios del Gobierno del FMLN] reclamaron porque habíamos empezado con la
del FMLN [es decir: la página dos] Y
fíjese en esto: ¿cuál fue nuestra portada? Fue: “TSE multa a partidos por no
revelar sus finanzas”. O sea: fue un titular general con una nota para el FMLN
y otra para Arena. Fue lo justo [con esas noticias abrieron la edición del
sábado 1 de julio]. Creo que ellos [la gente del FMLN] lo que hacen es hacer
ver como que nosotros [Diario El Mundo] estamos manipulando la información y
luego ponen un comentario [en su redes sociales] y confunden a la gente.
Nuestro criterio no fue la cuantía de la multa, porque esto sería correr el
riesgo de adoptar un criterio falso, equívoco de transparencia. Porque yo tengo
que explicar qué hizo el partido político, qué fue lo que escondió. Explicamos
qué hizo Arena y qué hizo el FMLN. Y respecto al caso de Arena: ¿por qué no se
preguntan quién está detrás del Centro de Estudios Rodríguez Porth [dio al
partido más de 2 millones de dólares]?
Además, ese organismo está vinculado con el caso del expresidente Francisco
Flores y el caso Taiwán…
Ajá, pero no es el mismo tiempo. Son diferentes fondos. Y
esto quiere decir que ese centro sigue activo. [Este tema] es de reporteo
periodístico… Nuestra cobertura estuvo bien. Lo que ellos quieren hacer [FMLN]
—porque yo no puedo interpretar otra cosa— es atacar a los medios de
comunicación.
Sí, el escozor del FMLN con los medios de comunicación es obvio. Eso se ve
en las redes sociales. Desde mi experiencia digo que es más fácil llegar al
partido Arena —cuando fue gobierno y ahora oposición— que llegar al FMLN…
Sí, sí, sí.
¿Qué clase de lectores está formando el periodismo? Me parece que el lector
ya no valora el contenido periodístico, sino lo que encaja con sus emociones, con
su ideología y con su simpatía por ciertas causas…
Lo que usted plantea es un gran desafío. Pero yo me lo
planteo de diferente forma: ¿qué tenemos que hacer los periodista: lo que le
gusta a la gente o lo que nos dice nuestro método periodístico? Los medios de
comunicación actual solo piensan en los clics (…) Sí creo que en el salvadoreño
hay un riesgo de que el periodismo se contagie de polarización político-electoral.
Esto es similar al hecho de que un opositor le filtra un documento de su
contrincante a un periodista. Claro: el documento debe pasar por el método
periodístico para ver si no es falso.
Ha dicho algo interesante que debe explicársele más a los lectores que a
los periodistas: ¿cómo debe un periodista trabajar documentos filtrados por un
político que van en contra de sus adversarios?
Las filtraciones siempre pasan. Y no necesariamente
contra adversarios. Lo que el periodista debe de hacer es cuidarse de las
fuentes interesadas. Pero también hay que decir que hay fuentes e intereses
legítimos. Por ejemplo: hay organizaciones civiles que manejan información que
puede proveer insumos valiosos. Lo importante aquí es que el periodista aplique
el método periodístico.
Han surgido medios digitales que catapultan la imagen de partidos y
políticos con el objetivo de menoscabar a sus adversarios. En este sentido:
¿para usted existe el periodismo militante?
[Yolanda Magaña lo piensa varios segundos] Creo que
pueden ser periodistas momentáneamente. Incluso pueden ser periodistas de su
propio partido. Pero para mí es bien difícil [asimilar lo de periodismo
militante] porque es una definición contradictoria. Porque es como en el caso
de los jueces: tienen que ser independientes. [La editora hace una pausa y un
matiz]: aunque nadie es totalmente independiente. Siempre hay influencias. Pero
es imposible que un militante sea periodista. No me lo imagino. Sí pueden hacer
el esfuerzo de tener un medio de comunicación decente… Mire: la militancia es
incompatible con el periodismo.
Hablamos de la
militancia, pero... ¿Se puede ser periodista y activista de alguna causa?
Lo
mejor es que no. El activismo permitido para un periodista debería ser la
libertad de expresión y de prensa, el derecho de acceso a la información. El
activismo en otras materias podría obstaculizar su visión en cierto momento.
Usted mencionó el auge de la investigación que hubo en la década de 1990.
Pero a partir del año 2000 empezó un declive y empezaron las redes sociales a
“informar”. En este sentido: ¿el periodismo salvadoreño está en crisis?
[A Yolanda Magaña le toma unos segundos responder y
suspira] Ojalá que no. Creo que estamos en una transición. Y es importante que
el periodista sepa que lo más importante que tenemos no son los clics ni la
viralización momentánea, sino nuestra credibilidad. Los periodistas y los
nuevos tienen que estar convencidos de esto. Y no deben dejarse contagiar por
la urgencia de atraer más lectores. La fiebre del momento tiene la búsqueda de
más lectores con información que únicamente es atractiva y esta información
puede ser no confirmada, no veraz, parcializada. [En las redes sociales] no
mostramos toda la realidad. En las redes sociales también debe practicarse el
método periodístico.
He visto un debate entre periodistas y lectores y se lo traslado a usted
como editora: ¿un tuit o un estado en Facebook puede ser noticia?
Yo sí creo que puede ser una noticia. También depende de
la prominencia del personaje. Además tiene que ver si es un tema público. Donde
sí creo que eso ya no es noticia es cuando invade el ámbito privado o apela al
morbo y al amarillismo. Lo que le hace falta a este ejemplo de las redes
sociales como información es reporteo, porque [los periodistas] se limitan a lo
que pasó en redes sin ampliar ni profundizar en el hecho. Y por supuesto:
también mucho contexto. [La editora da un ejemplo que sucedió en Twitter]: La
expresidenta de la Asamblea Legislativa, Lorena Peña le dijo a Luis Almagro
(secretario general de la OEA): “Cállese o renuncie” cuando este estaba
pidiendo la liberación de presos políticos en Venezuela. Entonces [esta
noticia] tiene que tener todo un contexto…
Vamos un poco a la edición. La información cada vez está perdiendo espacio
en los medios impresos gracias a la publicidad. ¿Cómo hace para dar un
contenido informativo, con contexto, con profundidad y buen reporteo?
Todos los días son un reto. Y cuando surgen noticias de
último momento lo más fácil es pedir más espacio. Y eso implica más trabajo,
porque ya existe una jerarquización [de contenidos para el siguiente día].
También ocurren que los temas no alcanzan, entonces yo tengo que proponerlos a
mi jefe…
[Interrumpo]. ¿Y cómo es lidiar con su jefe?
Muy pocas veces me dice que cambie mi jerarquización. Y
cuando esto ocurre se da con criterios periodísticos. Mi jefe tiene una frase:
“Esto es más popular”.
¿Y en qué sentido periodístico él dice eso?
Que vamos a tener más lectores. Por ejemplo: me lo dijo
en el caso del seguro medico de la Asamblea Legislativa. Yo dudé. No sabía si
abrir con los más importante o con lo más interesante. No recuerdo el otro
tema, pero mi jefe me dijo: “Esto es lo más popular”. Popular como sinónimo de
interesante. Ahora a la gente le interesa saber más del gasto público. A esto
le siguen los temas atractivos como la corrupción, la transparencia, el acceso
a la información pública, elección de funcionarios, aprobaciones de leyes,
reforma de pensiones, resoluciones de la Sala de lo Constitucional. Eso siempre
será portada [en cada edición de Diario El Mundo].
¿Pero cómo llevan las discrepancias editoriales? Imagino que en algún
momento le toca defender sus puntos de vista…
A veces tenemos diferentes criterios, pero siempre los
discutimos. Cuando yo tengo una diferencia en un enfoque de información siempre
me gusta discutirlo con él. Y estas discusiones siempre han sido periodísticas.
El premio Pulitzer, Manu Brabo decía que tomó la cámara fotográfica por
ideología. Quería que su forma de ver la realidad llegara al mundo. Entonces:
¿usted se posiciona ideológicamente —ante los lectores— a la hora de editar?
¿Se enciende la luz ideológica sobre los textos que publica?
Yo creo que sí. Aunque le parezca un poco… Yo le pido a
Dios mantenerme ecuánime frente a todos mis sentimientos.
¿Ah, sí? ¿De veras?
Umjú. Sí. Porque una lo que tiene que mantener es la
neutralidad emocional sobre todo. No ideológica, sino emocional. Saber que mi
ideología no me tiene que afectar [en el ejercicio periodístico]. Le voy a dar
un ejemplo religioso en lo político: yo soy católica, pero no practicante. Mi
familia es católica y yo lo soy por tradición. También creo en Jesús y eso…
Entonces: estuve viendo que la cobertura a la Iglesia católica es amplísima. Y
con otra editora nos decíamos que la cobertura a los evangélicos siempre se
hacía igual. ¿Y cuál tiene que ser el criterio [en este tema]? El carácter
masivo de los eventos. Porque un grupo puede generar cambios. Y esto es
independiente de la ideología. O de la religión. Bueno, uno tiene que ser casi
laico y no aceptar ningún tipo de influencia. Además, es muy fácil aquí ser
escéptico. Eso es una ventaja…
¿Le parece?
(Risas) Digo, para los periodistas. Los partidos
políticos han decepcionado tanto a la gente. Y los nuevos políticos que surgen
siguen decepcionando aun más por su comportamiento, sus reacciones. Son lo
mismo. Incluso peores. [Y como periodistas] tenemos que mantenernos al margen.
¿Es usted una periodista conservadora?
Creo en los valores tradicionales del periodismo como la
separación de hechos de las opiniones y creo que me inclino por géneros
tradicionales noticiosos.
Usted ha dicho que cree en Dios y que hace una oración a la hora de hacer
periodismo. ¿Cómo se enfrenta a temas que pueden incordiar sus propios valores
y creencias? Temas como la homosexualidad, el aborto, el matrimonio entre
personas del mismo sexo, las drogas, la eutanasia…
Trato de mantener la ecuanimidad y tratamos de dar
cobertura a todo. Lo único —cuando
estuve en la sección de judicial— fue cuidarme de no publicar suicidios. Porque
leí en el libro de estilo de El País (España) que está probado que incita a
cometerlos…
Pero los suicidios tienen un contexto: una decepción política, condiciones
de pobreza insuperables, acoso de las pandillas, embarazo por violación, hastío
por la vida…
Sí, puede ser. No teníamos una regla fija. En Diario El
Mundo no tenemos un manual de estilo…
¿Y no cree que los medios de comunicación de El Salvador rayen en la
vergüenza ajena al no tener un manual de estilo en pleno siglo XXI?
No sé si sea una vergüenza, pero sí una vacío de todos
los medios. En Diario El Mundo trabajamos con una especie de manual implícito
en la mente. El jefe editorial nos dice: no se titula así. Y eso es una regla
que uno se graba. Pero no tenemos algo escrito. Y eso sí que es una deuda.
Siendo editora y sabiendo lo que ocurre en nuestra clase política y
conociendo los secretos de pasillo, ¿sale a votar?
Sí. Siempre he votado. Y le puedo decir que hice el voto
cruzado.
¿Y qué le parece esa alternativa para los ciudadanos?
Yo lo hice por un experimento. Me parece que fue una
experiencia interesante porque era la única forma de ver su voto en el acta de
la Junta Receptora de Votos. Usted hace una combinación y es muy poco probable
que su combinación se repita. Y el voto cruzado es el único que sale detallado.
Me parece una experiencia bonita. Y quizás costosa económicamente.
¿Votar es sinónimo de que todavía se cree en la clase política de El
Salvador viendo lo que vemos?
Es bien fácil decepcionarse de la política siendo
periodista. Por eso me considero escéptica incluso ante los políticos que se
dicen independientes. He ejercido el voto por disciplina democrática, porque
considero que la población debe acostumbrarse a elegir y participar, ya sea por
elección o supresión.
Creo que es natural que los políticos nos causen cierta reticencia, pero
usted que le toma el pulso a la Asamblea Legislativa, ¿quién le gustó más como
presidente de ese Órgano Legislativo: Sigfrido Reyes, Lorena Peña o Guillermo
Gallegos?
Mire: hubo cambios en la Asamblea Legislativa, pero no
dependió de ninguno de sus presidentes, sino por una nueva ola de transparencia
y de acceso a la información pública. El hecho de que la Asamblea Legislativa
ponga información diariamente al servicio de la gente es valioso para la
democracia y para el periodismo. Pero todo esto ha sido una lucha social. Una
lucha no de los medios, sino de organizaciones, de gente, de presión
internacional. Por eso creo que no se pueden resumir todo los logros en una
sola persona como un presidente del Órgano Legislativo.
¿No le parece que
ahora quienes más necesitan el periodismo son los políticos? Un ejemplo son los
empresarios Carlos Calleja y Javier Simán. Quieren que cada paso que den esté
documentado y publicado.
Los
políticos en general intentan usar el periodismo para promover su imagen. En
ese sentido se puede decir que "necesitan" desde su punto de vista al
periodismo, pero el periodismo necesita transparentar a los políticos o
aspirantes a políticos. [Los periodistas tienen que] contar quiénes son.
Los políticos tienen
redes sociales desde las que hacen ver sus posiciones sobre determinado hecho.
¿Los políticos salvadoreños han dejado de hablar con los medios de
comunicación? ¿El Festival de Buen Vivir del presidente Salvador Sánchez Cerén
podría ser un ejemplo?
Creo
que los políticos buscan medios que les sean benevolentes con su imagen o con
el estilo de preguntas independientemente de la opción preferencial por las
redes. Unos buscan cierta entrevista de televisión. Y otros buscan cierto
medio. Algunos optan por elegir redes sociales para comunicarse y no conceder
entrevistas a medios tradicionales, es cierto. Otros prefieren nombrar voceros.
El presidente del país no concede entrevistas, pero no creo que sea porque
tenga redes sociales, sino porque no le gusta ser cuestionado.
¿Por qué cree usted
que el FMLN —y la izquierda en el poder en Latinoamérica— ve al periodismo como
agentes de derecha o parte de la oposición?
El
poder político ve al periodismo que lo cuestiona como una especie de enemigo u
opositor, independientemente de si es de derecha o de izquierda. En gobiernos
de derecha los periodistas somos acusados de comunistas. En gobiernos de
izquierda somos acusados de defensores de oligarcas. El periodismo siempre es
molesto a unos o a otros. O a ambos. Pero lo que debemos tener nosotros en
mente es que el periodismo se da mejor en una sociedad que permite el libre
flujo de ideas, la pluralidad, la tolerancia y la democracia. El estilo
autoritario —que lucha contra la pluralidad y presenta síntomas de hostilidad a
la crítica— es enemigo del periodismo, porque el autoritarismo es enemigo del
debate y de la rendición de cuentas.
¿Tiene alguna noción
de cómo debe de ser la conducta pública de un periodista?
Creo
que un periodista debe respetar las diferentes opiniones.
¿Cómo debería ser el
comportamiento de un periodista en las redes sociales?
Como
le dicte su conciencia. Creo que siempre debe saber separar la información de
la opinión.
¿Dejaría el
periodismo para irse a trabajar con el Gobierno o la empresa privada?
En
lo posible, no. En un par de ocasiones tuve la oportunidad de saltar a
relaciones públicas, pero no lo hice. Considero que me costaría mucho estar del
otro lado de la cancha. Mientras pueda seguir trabajando en el periodismo, voy
a seguir.
¿Cómo se siente cada día al ver su trabajo en las manos de los lectores?
Algunos colegas me han dicho que la mejor sección de política en los medios impresos
está en el periódico en el que usted trabaja.
(Ríe y se ruboriza) Yo me siento orgullosa. Es un trabajo
muy difícil para mí, porque es un trabajo cansado y del día a día. Somos una
sección de cobertura diaria. Tenemos investigación, pero soltamos un par de días
a uno de nuestros periodistas para que se dedique a un tema específico. [Y
admite] pero nuestros temas de investigación son bien básicos. Son de pedir
información a una institución pública. Nuestra debilidad es que no tenemos
investigaciones periodísticas ni de mediano ni de largo plazo. Sin embargo,
tengo un equipo muy bueno. Somos diversos. Unos son más detallistas con las
fuentes “off the record” y cuando quiero una declaración grabada tengo que
pedírsela a otra persona. Otra persona es muy buena manejando la información
electoral. Otra es muy multifacética. Le puedo asignar cualquier tema y
responde (…) siento alegría con los temas propios cuando los veo publicados. Me
animan. Y a veces me siento decepcionada, porque publicamos temas para que los
lectores [sepan lo que pasa en el país], pero resulta que al final no les
interesa. O a veces les interesa, pero a un grupo pequeño. Nos pasó con el tema
de los fondos reservados del Gobierno. Siempre se ha dicho que no ha existido
la partida secreta, que ya no existe y no sé qué. Pero nuestra sorpresa fue que
el mismo ministerio de Hacienda habló de cuántos gastos reservados gasta en
todo el Estado año con año. Y esos fondos se siguen gastando. Es decir: sí
existe la partida secreta. Está vigente.
¿Pero dónde queda la resolución de la Sala de lo Constitucional que vetó el
uso discrecional de esos fondos…?
Lo que la Sala de lo Constitucional resolvió como ilegal
es que Casa Presidencial tuviera una partida para absorber los ahorros de todas
las carteras del Estado y que estas pasaran a presidencia sin aprobación de la
Asamblea Legislativa. Pero eso en realidad no era una partida secreta. Era un
mecanismo para hacer engordar una partida de fondos imprevistos que
probablemente se usaba con discreción, pero no era la partida de fondos
reservados. Desde 1995 se han gastado casi mil millones de dólares en gastos
reservados. Cuando colgamos esa información casi no generó clics. Por supuesto
que eso me decepcionó. Y este dinero es secreto. [Como se usa] lo puede saber únicamente
la Corte de Cuentas.
¿Y no extraña salir a reportear?
[La editora pone cara de asombro] ¡Salgo a reportear!
¿Ah, sí? ¿La edición se lo permite?
Sí. Bueno, a veces. Pero últimamente la información en
nuestro sitio electrónico nos demanda mucho más tiempo. Lo que hacemos es
mandar a un periodista a repotear para que nos alimente nuestro sitio digital,
y así nosotros producimos más noticias.
¿Le ha pasado factura algún tema publicado?
Hay varias… Pero… Una vez publiqué una columna de opinión
y recibí ataques en las redes sociales. Fue para las elecciones de 2014. Fue un
esfuerzo crítico hacia tres candidatos. Fue un ataque muy feo. Feo.
¿Y cómo asimila estos episodios? ¿La erosionan emocional y
profesionalmente?
Sí afectan, afectan. Pero creo que son gajes de nuestro
oficio.
¿Se ve como periodista freelance en algún momento…?
[Ríe] Sí, cuando sea viejita. Y creo que casi no hay
periodistas freelance. El mercado de los periodistas freelance creo que no está
muy explorado. Supongo que debe de ser muy difícil…
Es una mierda, le diré…
¿Verdad? Creo que por la libertad ha de ser chivo. ¡Pero
Dios santo, nadie quiere pagar por un artículo! Los medios de comunicación
creen que publicar un artículo de alguien fuera del medio [debería ser gratis]
en vez de pagar. Creo que el periodista freelance está muy devaluado en El
Salvador. O quizás es regional. Quizás corren mejor suerte en Estados Unidos o
Europa.
Como editora, ¿qué defiende a la hora de trabajar?
El equilibrio…
¿Y usted cómo construye el equilibrio a la hora de editar?
Con pluralidad. Si hago notas críticas de política tengo
que hablar tanto del FMLN como de Arena. O Gana o el PCN. Por ejemplo: las
elecciones internas de los partidos mayoritarios. Tenemos un tema pendiente de
las candidaturas únicas. Solo hemos podido conseguir esto en el partido Arena.
Solo hemos publicado dos notas. Hay más de 170 candidaturas únicas para
alcaldías en Arena y que las 84 del FMLN son únicas. Las de diputados por parte
de Arena salieron 121… ¿Cuál es nuestro objetivo? Hacer una cobertura de todas las candidaturas
únicas de todos los partidos…
A vuelo de pájaro se ve —con los datos que ha dado— que es más democrático
el partido Arena que el FMLN…
Sí. Pero si usted analiza solo le ponen un candidato más.
Es decir: tiene que elegir tres de cuatro. En San Salvador se tienen que elegir
24 candidatos de 29. En otros partidos es una plancha total.
¿Alguna vez traicionó el método periodístico o a sus lectores?
Sí, cuando hemos publicado notas con una sola fuente. [Ha
sido] la premura de sacar una noticia al día siguiente. Y cuando nos
equivocamos hay rectificación. O no necesariamente son rectificaciones, sino
aclaraciones.
Usted habló de la pluralidad. ¿No cree usted que en esto de la creación de
información hay una especie de falsa democracia?
Creo que en algunas historias es válido llevar una
fuente, porque no se trata de empaquetar de fuentes las noticias. No hay que
perder de vista que el objetivo es encontrar la verdad. Lo que se trata es de
contar bien los hechos y de no omitir algo importante que cambie la verdad de
los hechos.
Dicen que la buena edición pasa por ser un buen lector.
¿Qué está leyendo en este momento?
He dejado de leer bastante. Y ese es el pecado de muchos
periodistas y de editores. Trato de leer, pero me cuesta retomar un libro. Dejo
muchos empezados. Una vez metí en la cartera 1984 [novela de George Orwell] y
no lo leí en todo el día. Lo que sí estoy leyendo son noticias y redes
sociales.
Y usted que le toma el pulso a los políticos: ¿a qué se enfrentarán los
salvadoreños en las próximas elecciones?
Según las encuestas la abstención será bastante. Y esto
es por la decepción que han causado los partidos y sus políticos. Creo que en
estas elecciones vamos a ver una tendencia al cambio de estrategia de campaña
de los partidos. Están usando más las redes sociales. Pagarán a un medio de
comunicación y tratarán de desprestigiar a los medios escritos y televisivos.
Sí creo que estos giros de campaña van a ocurrir. Creo también que las
elecciones municipales estarán contaminadas por las elecciones presidenciales
de 2019.
¿Y si usted se aplicara el método periodístico que resultaría de Yolanda
Magaña?
[Larguísimo silencio] Quizás resultaría una persona
escéptica. Muy desconfiada. También me gusta autocorregirme. Me abro a la
corrección, a corregir lo que he hecho mal. Estoy en constante evaluación de mi
forma de actuar, de condiciones, de cobertura. Quizás eso sea lo que me define.
¿Y qué deficiencias encuentra en los colegas?
Que leemos poco y que nos leemos poco entre nosotros. A
veces escribimos para los funcionarios. No escribimos para el lector común.
Tratamos de impresionar a otros periodistas. Hay mucho ego periodístico.
También hay cierto egoísmo en el gremio.
Sé que su compañero de vida también es periodista. ¿Esto no hace que por
momentos se harte del periodismo?
Algo que me pasa es que me desconecto los fines de
semana. Pongo mi mente en “off”. Mi esposo no es así. Él pasa así toda la vida
[conectado al mundo periodístico]. Eso no me gusta, pero hay un respeto mutuo.
Es una ventaja tener a un esposo periodista, porque llegó a casa y quiero
hablar de lo que me ha pasado. O el enfoque de alguna noticia, etc. Y él me
entiende perfecto. Y no podría estar hastiada del periodismo, porque mi día a
día es como un vicio.
Esta entrevista fue publicada originalmente en el periódico mexicano Cuarta de Guadalajara.